Aitana se sentó en su oficina, la luz del monitor iluminaba su rostro mientras revisaba los correos y mensajes que se acumulaban. De repente, un tono diferente llamó su atención: un mensaje encriptado de Adrián. Su corazón se aceleró. Abrió la aplicación de mensajería con cautela, y comenzó a leer:“Aitana, la situación es más grave de lo que imaginabas. No solo Samuel está implicado. He recibido información sobre tu padre. Su colaboración con Zaldivar y la Sombra ha despertado un interés particular en ti. Tienes que tener cuidado. No te fíes de nadie.”Un escalofrío recorrió su espalda. La idea de que su padre, quien siempre había sido una figura de autoridad y protección en su vida, estuviera involucrado en todo esto era devastadora. Pero Aitana sabía que la verdad era más importante que el dolor que sentía.A medida que procesaba la información, un plan comenzó a tomar forma en su mente. No podía confrontar a Samuel sin pruebas concretas; eso solo alertaría a sus enemigos. Sin emba
La noche caía pesadamente sobre la ciudad, envolviendo todo en una atmósfera densa y sofocante. La mansión de los Alarcón, normalmente tan imponente y segura, se sentía extrañamente vulnerable. Afuera, un equipo de mercenarios había detenido a Samuel, esposándolo mientras lo escoltaban hacia el vehículo que lo llevaría lejos.Aitana los observaba desde una de las ventanas del segundo piso. Su corazón, normalmente frío y calculador, latía con fuerza, no por miedo, sino por la tensión del momento. Sabía que cada decisión que tomaba ahora podía salvar o condenar su futuro, y el de su hijo.Los mercenarios arrastraban a Samuel, su cara desfigurada por la frustración. Él sabía que Aitana lo había superado, que lo había usado en su propio juego. Lo que Samuel no sabía era que Aitana estaba varios pasos por delante en todos los aspectos, incluso en lo que respectaba a su hijo.Justo cuando el grupo estaba por llegar al vehículo, el sonido sordo de un disparo rompió el silencio de la noche. U
El aire estaba denso aquella noche en la mansión de los Alarcón. Aitana, aún procesando los eventos recientes, caminaba de un lado a otro en su estudio, revisando cada detalle de los informes que le llegaban. Sabía que las cosas habían escalado a un nivel mucho más peligroso de lo que había anticipado. El mensaje de La Sombra seguía grabado en su mente: "Los incompetentes han caído. Pero todavía no te he olvidado."La tensión era palpable en cada rincón de su vida ahora, como una cuerda tensada al máximo, a punto de romperse.Mientras bebía un sorbo de su té, su teléfono sonó. El número en la pantalla la hizo detenerse en seco. No era cualquier llamada. Era de su padre.Aitana sintió una mezcla de emociones. Su relación con él siempre había sido complicada, teñida de secretos y manipulaciones. Sabía que, aunque lo respetaba como el líder de los Alarcón, su padre no era un hombre de fiar.Respiró profundamente y contestó.—Padre —dijo, intentando mantener su voz firme.Del otro lado, l
Nicolás se encontraba sentado en el borde de la cama, en su modesto apartamento alquilado. Era difícil reconocer al hombre que una vez había sido el poderoso y respetado magnate de la ciudad. Ahora, lo único que lo mantenía en pie era el deseo de hacer lo correcto, aunque sus propios errores del pasado lo hubieran llevado a un abismo del que parecía imposible salir.Había pasado noches enteras sin dormir, dándole vueltas a los últimos eventos. Aitana estaba en peligro, lo sabía, pero ella había elegido seguir adelante sola. Nicolás entendía por qué, aunque no lo aceptaba del todo. Había sido un tonto al creer que podía dejar atrás su relación con Aitana sin consecuencias. Incluso ahora, después de todo lo ocurrido, no podía quitarse de la cabeza la idea de que tenía que ayudarla.La culpabilidad lo devoraba. No solo por lo que había hecho, sino también por el precio que ambos habían pagado. Él había perdido el derecho de estar con su hijo, un derecho que quizás nunca había merecido, p
El eco de las gotas de lluvia golpeando las ventanas acompañaba el silencio tenso en el pequeño apartamento donde Nicolás esperaba ansiosamente la llegada de Adrián. El ambiente estaba cargado de una sensación de inminente peligro, algo que Nicolás no podía ignorar. Sabía que lo que estaba por recibir era más que simple información; era una posible sentencia, un camino del que ya no habría retorno.La puerta se abrió suavemente, y Adrián entró, su rostro serio y calculador, sin rastro de la frialdad habitual que solía mostrar. No había tiempo para formalidades ni rodeos. Sabía que Nicolás estaba al borde de algo grande, y él sería la chispa que encendería esa mecha.—Adrián —Nicolás lo saludó con un leve movimiento de cabeza, su mirada fija en los ojos oscuros del hombre que tenía enfrente—. Espero que tengas lo que necesito.Adrián asintió, pero antes de responder, se tomó unos segundos para evaluar la situación. Se sentó frente a Nicolás, y el aire entre ambos pareció volverse más p
La mañana llegó con un cielo gris que parecía anticipar la oscuridad de los eventos por venir. Nicolás apenas había dormido, su mente atrapada en un torbellino de pensamientos. El sobre que Adrián le había entregado la noche anterior estaba sobre la mesa, pero no lo había abierto aún. Sabía que, una vez lo hiciera, no habría marcha atrás.Pasaron varias horas antes de que decidiera tomarlo y romper el sello. Dentro, una hoja con los detalles de la reunión de esa tarde: el lugar, la hora, y los nombres de las personas involucradas. El padre de Aitana, Alejandro Alarcón, estaría allí, junto con un alto mando de *La Sombra*. El trato que planeaban cerrar pondría en riesgo no solo la vida de Aitana, sino el futuro de todo el Grupo Alarcón.Nicolás sabía que Aitana nunca se perdonaría si descubría lo que él estaba por hacer. Pero no tenía opción. Esta era la única manera de protegerla, aunque significara mancharse las manos de forma definitiva.A las tres de la tarde, Nicolás estaba listo.
Nicolás aún sentía el frío sudor correr por su espalda cuando volvió a la seguridad de su coche. El motor arrancó con un rugido bajo mientras se alejaba del almacén, sus pensamientos revueltos y el corazón latiéndole a toda velocidad. Lo que acababa de ocurrir no formaba parte del plan, y ahora sabía que la situación era mucho más peligrosa de lo que había imaginado. La muerte de Alejandro Alarcón iba a desencadenar una serie de eventos impredecibles, y lo peor de todo es que no sabía quién estaba detrás de este nuevo ataque.Mientras conducía hacia su apartamento, su teléfono vibró de nuevo. Era Adrián.—¿Lograste salir? —preguntó la voz al otro lado, aún tensa.—Sí, estoy fuera —contestó Nicolás, mirando el camino vacío frente a él—. Pero esto no era lo que teníamos planeado, Adrián. ¿Quién fue?—No tengo idea —respondió Adrián, suspirando—. Nadie esperaba que esto ocurriera. Parece que alguien más ha entrado en el juego. Y no son amateurs, te lo aseguro.Nicolás apretó el volante c
La tarde había sido tan agitada como cualquier otra en las últimas semanas. Aitana estaba en su oficina, revisando documentos y trazando los próximos movimientos para asegurar la estabilidad del Grupo Alarcón. No había tenido tiempo de pensar en otra cosa que no fuera trabajo, estrategia y protección. Sabía que su padre había dejado un caos monumental, y solo ella podía arreglarlo.Cuando sonó el timbre de su teléfono, lo ignoró al principio, asumiendo que sería uno de los tantos mensajes sobre alguna reunión o reporte financiero. Pero el timbre no paraba. Una vibración constante que la hizo fruncir el ceño.Finalmente, tomó el dispositivo y vio que era un mensaje cifrado. Algo en su interior se tensó al instante. Sabía que no era un mensaje común.Abrió el archivo adjunto y su corazón se detuvo.Una foto. La imagen era clara y contundente: Nicolás con un arma en la mano, apuntando directamente a su padre, Alejandro Alarcón.Su respiración se volvió irregular mientras deslizaba el ded