Nicolás se encontraba sentado en el borde de la cama, en su modesto apartamento alquilado. Era difícil reconocer al hombre que una vez había sido el poderoso y respetado magnate de la ciudad. Ahora, lo único que lo mantenía en pie era el deseo de hacer lo correcto, aunque sus propios errores del pasado lo hubieran llevado a un abismo del que parecía imposible salir.Había pasado noches enteras sin dormir, dándole vueltas a los últimos eventos. Aitana estaba en peligro, lo sabía, pero ella había elegido seguir adelante sola. Nicolás entendía por qué, aunque no lo aceptaba del todo. Había sido un tonto al creer que podía dejar atrás su relación con Aitana sin consecuencias. Incluso ahora, después de todo lo ocurrido, no podía quitarse de la cabeza la idea de que tenía que ayudarla.La culpabilidad lo devoraba. No solo por lo que había hecho, sino también por el precio que ambos habían pagado. Él había perdido el derecho de estar con su hijo, un derecho que quizás nunca había merecido, p
El eco de las gotas de lluvia golpeando las ventanas acompañaba el silencio tenso en el pequeño apartamento donde Nicolás esperaba ansiosamente la llegada de Adrián. El ambiente estaba cargado de una sensación de inminente peligro, algo que Nicolás no podía ignorar. Sabía que lo que estaba por recibir era más que simple información; era una posible sentencia, un camino del que ya no habría retorno.La puerta se abrió suavemente, y Adrián entró, su rostro serio y calculador, sin rastro de la frialdad habitual que solía mostrar. No había tiempo para formalidades ni rodeos. Sabía que Nicolás estaba al borde de algo grande, y él sería la chispa que encendería esa mecha.—Adrián —Nicolás lo saludó con un leve movimiento de cabeza, su mirada fija en los ojos oscuros del hombre que tenía enfrente—. Espero que tengas lo que necesito.Adrián asintió, pero antes de responder, se tomó unos segundos para evaluar la situación. Se sentó frente a Nicolás, y el aire entre ambos pareció volverse más p
La mañana llegó con un cielo gris que parecía anticipar la oscuridad de los eventos por venir. Nicolás apenas había dormido, su mente atrapada en un torbellino de pensamientos. El sobre que Adrián le había entregado la noche anterior estaba sobre la mesa, pero no lo había abierto aún. Sabía que, una vez lo hiciera, no habría marcha atrás.Pasaron varias horas antes de que decidiera tomarlo y romper el sello. Dentro, una hoja con los detalles de la reunión de esa tarde: el lugar, la hora, y los nombres de las personas involucradas. El padre de Aitana, Alejandro Alarcón, estaría allí, junto con un alto mando de *La Sombra*. El trato que planeaban cerrar pondría en riesgo no solo la vida de Aitana, sino el futuro de todo el Grupo Alarcón.Nicolás sabía que Aitana nunca se perdonaría si descubría lo que él estaba por hacer. Pero no tenía opción. Esta era la única manera de protegerla, aunque significara mancharse las manos de forma definitiva.A las tres de la tarde, Nicolás estaba listo.
Nicolás aún sentía el frío sudor correr por su espalda cuando volvió a la seguridad de su coche. El motor arrancó con un rugido bajo mientras se alejaba del almacén, sus pensamientos revueltos y el corazón latiéndole a toda velocidad. Lo que acababa de ocurrir no formaba parte del plan, y ahora sabía que la situación era mucho más peligrosa de lo que había imaginado. La muerte de Alejandro Alarcón iba a desencadenar una serie de eventos impredecibles, y lo peor de todo es que no sabía quién estaba detrás de este nuevo ataque.Mientras conducía hacia su apartamento, su teléfono vibró de nuevo. Era Adrián.—¿Lograste salir? —preguntó la voz al otro lado, aún tensa.—Sí, estoy fuera —contestó Nicolás, mirando el camino vacío frente a él—. Pero esto no era lo que teníamos planeado, Adrián. ¿Quién fue?—No tengo idea —respondió Adrián, suspirando—. Nadie esperaba que esto ocurriera. Parece que alguien más ha entrado en el juego. Y no son amateurs, te lo aseguro.Nicolás apretó el volante c
La tarde había sido tan agitada como cualquier otra en las últimas semanas. Aitana estaba en su oficina, revisando documentos y trazando los próximos movimientos para asegurar la estabilidad del Grupo Alarcón. No había tenido tiempo de pensar en otra cosa que no fuera trabajo, estrategia y protección. Sabía que su padre había dejado un caos monumental, y solo ella podía arreglarlo.Cuando sonó el timbre de su teléfono, lo ignoró al principio, asumiendo que sería uno de los tantos mensajes sobre alguna reunión o reporte financiero. Pero el timbre no paraba. Una vibración constante que la hizo fruncir el ceño.Finalmente, tomó el dispositivo y vio que era un mensaje cifrado. Algo en su interior se tensó al instante. Sabía que no era un mensaje común.Abrió el archivo adjunto y su corazón se detuvo.Una foto. La imagen era clara y contundente: Nicolás con un arma en la mano, apuntando directamente a su padre, Alejandro Alarcón.Su respiración se volvió irregular mientras deslizaba el ded
Nicolás se encontraba en el departamento que había alquilado, uno de los pocos lugares que todavía podía considerar seguro. No había podido quitarse la sensación de opresión desde que escapó del almacén después de la muerte de Alejandro. No había tiempo para procesar lo que había ocurrido; el riesgo para Aitana era cada vez mayor, y sabía que La Sombra no se detendría hasta alcanzarla.El teléfono vibró sobre la mesa y Nicolás lo tomó con rapidez, esperando noticias de Adrián. Al responder, escuchó la voz tensa del hombre al otro lado de la línea.—Nicolás, tenemos un problema —comenzó Adrián sin rodeos—. Aitana vio las fotos.El corazón de Nicolás se detuvo por un segundo. La sensación de un nudo en el estómago lo dejó casi sin aire.—¿Qué fotos? —preguntó, aunque en el fondo ya lo sabía. Esa era la jugada de La Sombra, una estrategia predecible pero brutalmente efectiva.—Las de la muerte de su padre —contestó Adrián con firmeza—. Alguien le envió las imágenes de ti disparándole. La
El viento gélido de la noche cortaba la piel de Nicolás mientras avanzaba a paso rápido por una calle desierta. Las luces de la ciudad parecían más lejanas que nunca, apenas destellos parpadeantes en la distancia. La reunión que Adrián le había concertado con un posible contacto para esclarecer su situación se había convertido en una trampa mortal. Su cuerpo aún vibraba con la adrenalina del escape.Había estado cerca. Demasiado cerca.Recordó el lugar: un pequeño almacén en las afueras de la ciudad. Todo parecía normal cuando llegó, pero la sensación en el estómago de que algo estaba mal no lo dejó en paz. Fue ese instinto lo que lo salvó.—Aquí es —había dicho Adrián al teléfono antes de colgar, asegurándole que el contacto lo esperaría en el almacén.Nicolás había apagado el coche a unos metros de la entrada y decidió caminar los últimos pasos en silencio. Cuando llegó a la puerta, la tensión en su pecho aumentó. Algo no cuadraba. El lugar estaba demasiado tranquilo, demasiado vací
Aitana caminaba de un lado a otro en su oficina, su mente atrapada en una tormenta de pensamientos contradictorios. Las últimas semanas habían sido un torbellino de revelaciones, traiciones y decisiones difíciles. Después de recibir la fotografía que mostraba a Nicolás disparándole a su padre, el odio y la desconfianza hacia él habían crecido hasta ocupar cada rincón de su corazón. Sin embargo, parte de ella aún se resistía a creerlo, aferrándose a la idea de que tenía que haber una explicación, una verdad oculta detrás de todo.Pero ¿cuál?El sonido del teléfono interrumpió sus pensamientos. Era Adrián.—Aitana, necesito hablar contigo. Es urgente.Su voz sonaba tensa, lo que solo aumentó la inquietud de Aitana. Sin embargo, asintió para sí misma y se obligó a calmarse.—Ven ahora —respondió, tratando de mantener un tono neutral.Minutos después, Adrián llegó al despacho, con el rostro sombrío y una expresión que no prometía nada bueno. Cerró la puerta tras de sí y se acercó con caut