Una verdad que duele

—Blas me gustaría que seas tú quien trabaje con Marta, es nueva en esto. —comenta Albert mientras el moreno, termina de recoger el documento de la nueva acta constitutiva de la empresa.

—Como usted diga, Sr Miller.

—La oficina de Marta, será la que anteriormente ocupaba Lugo. Creo que lo recomendable es que tengas un espacio dentro por lo menos durante la primera semana, mientras se acostumbra.

—Sí, señor. Usted me dice cuando y comienzo.

—Mañana a primera hora puede ser. —interviene Marta, quien no le quita la vista al asistente. Hay en ella una especie de sensación que le genera desconfianza con respecto a Blas.

—Pensé que te empezarías hoy mismo —advierte Albert.

—Recuerda que no puedo agitarme mucho, por lo del embarazo. —responde en voz baja.

—Sí, disculpa. Tienes razón. Mejor ve y descansa.

Blas observa con detenimiento a Marta. Por una parte se siente tranquilo de ver que aquella criatura sigue con vida, y por otro lado, tenerla cerca, le garantiza poder seguir d
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