—Mi lealtad es con ella, si desea puede despedirme ahora mismo. —contesta con voz firme.Sorprendido ante la lealtad de Blas hacia Antonella, Albert guarda silencio. —Regrese a su casa, Sr Pérez —ordena. Blas traga en seco, no tenía nada más que hacer en aquel lugar.—Sí, señor —Asiente y empieza a recoger sus cosas. Albert sale de la oficina azotando la puerta con mayor fuerza. Mientras Blas, enjuga sus lágrimas. No tenía de qué arrepentirse. Cosas más importantes había perdido ya, el amor del hombre a quien amaba y la confianza de su mejor amiga. En tanto, en Nápoles, Antonella despierta algo cansada. Se incorpora lentamente en la cama y observa a su lado a Angelo, suspira al ver que todo comienza a mejorar en su vida. La noticia de ser la nueva CEO de las empresas de su padre, trabajar junto a su hermano Marcos y recibir el apoyo de Angelo, era suficiente para ser feliz ¿no? Quizás sí, sin embargo, aunque Antonella lo intentase hasta el cansancio, Albert Miller seguía
—¡Sí! —contesta con firmeza mientras busca dentro de su bolsa, su teléfono celular. —Tendrás que esperar, ya vienen de regreso —susurra Marcos. Antonella guarda el móvil nuevamente en su bolsa. No obstante, no desiste de su idea. Aguarda a que su padre tome asiento y Angelo coloque la silla de ruedas a su lado. —¿A dónde vas, mi amor? —pregunta Angelo al ver que se incorpora de su asiento. —Al tocador, ya regreso. —Pero si ya nos vamos. —advierte. —Déjala cuñado, ya sabes como son las mujeres. —interviene Marcos. La pelirrubia sonríe y le da un guiño a su hermano. Apresura el paso para ir hasta el sanitario y realizar aquella llamada. Una vez dentro saca el móvil, desbloquea su contacto y comienza a llamar. En el primer repique va al buzón de voz. Antonella comienza a impacientarse, realiza un segundo intento y suena ocupado. Camina de un lado a otro, mientras aguarda para hacer un tercer y último intento. Tal vez lo mejor era desistir de hablar con él. Mientras tant
Antonella despierta, sobresaltada, acababa de tener una terrible pesadilla, en la que veía a Angelo en peligro. Fue tan real que por un instante cree que es verdad. Su corazón late con fuerza. Voltea a todos lados y lo ve sentado en su silla de ruedas mirando de frente a la ventana. —¡Angelo! —exclama y él gira su cabeza hacia ella. —¿Qué te ocurre? —pregunta al ver la angustia reflejada en su rostro. —Tuve un sueño horrible —extiende su mano y él se aproxima a ella. —No te preocupes mi amor, fue sólo un sueño. —Ella se inclina hacia él y Angelo la rodea entre sus brazos. —Tengo miedo, me prometes que te cuidarás. —Sí, te lo prometo. —Antonella, ¿quién es el padre del hijo que esperas? He respetado tu silencio durante estos seis meses y creo que merezco saberlo. —¿Para qué quieres saberlo, Angelo? Es mi pasado. —Un pasado que aunque no lo quieras recordar, no por ello deja de existir. La pelirrubia exhala un suspiro.—Se llama Albert Miller, y era mi antiguo… jefe —
Blas se dirige a la oficina de Marta. Toca la puerta un par de veces hasta que oye desde dentro la voz de ella, aprobando su entrada.Una vez dentro de la oficina, observa que no está. Entonces, nota la puerta semi abierta del baño. —¿Está usted bien? —pregunta con preocupación. —Sí, —asoma la cabeza— Espere un momento, ya salgo. —responde y termina de cerrar la puerta. —Sólo vine a dejarle algunos documentos que el Sr Miller necesita que firme. Puedo regresar luego —dice en voz alta. —Está bien, colóquelos en mi escritorio. —Le contesta con voz agitada.Blas arrastra la carpeta sobre el escritorio y sin querer tropieza con el portalápiz haciendo que caiga al piso; por suerte para él, el sonido es leve, gracias a la alfombra que recubre el piso de gran parte de la oficina. Se apresura a recogerlo y ve debajo del escritorio una especie de folleto o instructivo. Lo recoge y lo coloca sobre la mesa. Sin embargo su curiosidad es tal, que decide ver de que se trata. Hojea el fo
Albert levanta el folleto, lo gira de lado a lado. Se incorpora y comienza a revisar aquel folleto. A primeras luces, realmente no entiende de que va aquello, sin embargo, al leer las instrucciones en el reverso de la portada, una duda se siembra en su cabeza. —¿Una prótesis abdominal? Pero para qué Marta tiene esto. —Se pregunta a sí mismo. En ese momento sólo se le ocurre llamar a su asistente. Presiona el botón del teléfono y desde allí, le pide ir hasta su oficina. —Pérez, venga un momento por favor. —Le ordena. —En seguida señor —contesta y mirando a Lugo agita sus manos— Aquí va arder Troya —murmura. —Apúrate y ve a ver que quiere el Sr Miller, quizás te esté llamando para algo diferente. Pero sí es para eso, no dejes de venir a contarme. Me muero de la curiosidad. Blas, sale de la oficina, va hasta la oficina. Toca la puerta un par de veces antes de entrar. Abre cuidadosamente, camina hasta el escritorio, se coloca de frente a Albert y de forma audaz pero discreta,
—¿Terminaste de preparar tu maleta? —Blas pregunta, agitado. —Sí, tengo todo listo —dice mostrando la maleta de 21kg. —¡Joder, Maca! ¿Qué llevas dentro un cadáver? —bromea. —Apenas algunas cosas para la celebración. Unos tres vestidos y por supuesto mis zapatos, macke up, accesorios y un regalo para Antonella y su bebé.—Bien, vamos. Macarena sale arrastrando la pesada maleta, mientras Blas niega con su cabeza y cierra la puerta del apartamento con triple seguro. —¡Ayúdame, tío! —exclama Macarena, intentando bajar la maleta por la angosta escalera. —Debiste meterte dentro de la maleta. Así podría llevarla más cómodamente —replica Blas.— tómala por debajo que yo la sostengo aquí arriba. Ambos bajan las escaleras, salen del edificio y suben al uber que los espera estacionado en la entrada. El chofer abre la cajuela de su coche, baja para ayudar al moreno con la maleta. —Pesa como si llevarán a alguien dentro —bromea el hombre, rascando su cabeza. Minutos más tarde,
Marta entra a la habitación quitándose aquella molesta prótesis sin imaginar que Albert está sentado justo frente a ella, observándola en silencio. Un aplauso sonoro se escucha en medio de la oscuridad de la habitación. Aunque Marta intenta arreglarse con rapidez, la luz se enciende, de pronto. —No te molestes en volver a ponértela, Marta. —La voz grave de Albert retumba en la habitación. —Albert puedo explicarte —responde visiblemente angustiada.—No, no necesito que me expliques nada. ¿Cómo mierda pudiste hacer algo así? Jugar conmigo y sobre todo con nuestros hijos. —la toma de ambos brazos y la sacude con fuerza— Dime, maldita sea. ¿Cómo puedes fingir de esa manera y mentirle a Sam y Shirley, eh? —Trata de calmarte por favor, me estás haciendo daño. —¿Daño? ¿Qué sabes tú lo que es eso? Nunca has tenido que sufrir, siempre te has encargado de ser tú quien hiere, quien daña. —Albert la suelta de forma abrupta. Marta cae de rodillas y desde allí, le suplica a Albert que
Mientras Albert es llevado a la comandancia para declarar sobre lo ocurrido con Marta. En Nápoles, Antonella se prepara para dar un sí de rendición. Angelo se sostiene la mano de Antonella, ambos están de frente al juez que oficiará la boda civil. Detrás de ellos, sentados al lado derecho Mauro, Estefanía y su hijo. Del lado contrario, Blas y Macarena. Apenas miradas esquivas hay entre ellos. Blas finge estar emocionado por la boda de su amiga, mientras Marcos permanece absorto en sus pensamientos. —¿No piensas saludarlo? —interroga Macarena en voz baja. —Cállate Maca, es el momento de nuestra Anto. Lo demás simplemente no existe. —Vamos tío, que te ha mirado cuando entramos. —No insistas Maca, lo nuestro ya no es. La voz del juez sobresale de resto cuando pregunta:—¿Antonella Moretti, acepta usted al Sr Angelo Paulini como esposo? Antonella cierra los ojos y en fracción de segundos aparecen frente a ellas, los únicos instantes de felicidad que como mujer vivió junto