Capítulo 14: Una pequeña aldea

Mientras tanto, Lucian continuaba su viaje a través del espeso bosque, guiado por las instrucciones de Seraphina. Tras días de caminar, llegó a una pequeña aldea escondida entre los árboles, una visión inesperada en medio de la vasta naturaleza salvaje. Las casas, construidas con madera y piedra, eran sorprendentemente pequeñas, ninguna superando el metro y medio de altura. Se veían rústicas pero acogedoras, con tejados de paja y ventanas diminutas.

Lucian se detuvo, intrigado. Observó a los habitantes de la aldea, pequeños seres cuya estatura máxima apenas alcanzaba un metro. A pesar de su tamaño, se movían con rapidez y agilidad, y había una energía vibrante en el aire. Lucian notó que llevaban ropas de colores vivos y se comunicaban entre ellos en un lenguaje que le era desconocido.

De repente, uno de los aldeanos, un hombre de apariencia anciana con una larga barba gris y ojos brillantes, se acercó a Lucian. Aunque era pequeño, su presencia imponía respeto.

—¿Quién eres, forastero
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