Rufus Reynolds estaba nervioso, la empresa había sufrido una buena caída en las acciones y parecía que a nadie le importaba demasiado entre los socios. Algunos simplemente decían que no había nada que hacer y otros esperaban a que los accionistas mayoritarios “hicieran algo”Al menos había logrado hablar con los amigos que tenía en la capital y ellos le habían dicho que había un inversionista, una gran corporación, interesados en invertir en las acciones de la minera de la ciudad.El último correo electrónico que le había llegado de ellos le decía que el representante del consorcio financiero estaría visitando la ciudad en esa semana.Rufus llamó por el intercomunicador a su secretaria.—Angela, ¿puedes verificar si mi yerno está en las oficinas? —le dijo cuando la chica entró a su despacho.—Así lo haré señor Reynolds —le dijo y salió.Al poco rato la chica regresó para informarle que el señor Reginald Taylor no había llegado aún a las oficinas.Rufus revisó su reloj. Ya eran pasadas
Después de despedirse de su yerno, Rufus Reynolds se sentó a trabajar un rato haciendo números, en el caso que el inversionista quisiera saber más sobre la empresa él tendría la oportunidad de presentar un panorama un poco más prometedor que el real, aunque no muy lejos de la realidad, porque Rufus era un hombre de negocios y sabía lo que se necesitaba.Por desgracia tampoco le había ido bien con los otros negocios familiares, por lo que estaba, casi, en la misma situación de los demás inversionistas.Pensó en regresar a casa, pero había recibido un mensaje del comisario Brown donde le pedía que se comunicara con él de manera urgente. No tenía idea de lo que quería el comisario, pero este casi nunca le molestaba, simplemente se encargaba de que no se le molestara, ni a él, ni a su familia, ni a sus intereses, y pocas veces había necesitado entrevistarse con él.«Veremos que es lo que quiere —se dijo— Mejor salgo de eso antes de ir a la casa»Apenas salió de las oficinas de la minera l
Rufus estuvo a punto de preguntarle si había averiguado de quién se trataba, pero luego de unos segundos se dio cuenta de que la persona que más odiaba era algo como la mano derecha del inversionista que podía salvarlos de la debacle en la empresa minera.—Eso quiere decir que Lancaster trabaja con gente de influencia —dijo por fin el empresario.—¿Usted sabe de quién se trata, señor Reynolds?—Sí, por supuesto —respondió— Se trata de un inversionista muy importante, es un multimillonario, dueño de muchas empresas en el país. Es un hombre muy influyente. ¡Maldita sea!El comisario se sorprendió por el repentino exabrupto del empresario, pero no era tonto. Si Brian Lancaster trabajaba con esa persona, y por lo que se veía era un hombre de confianza, iba a ser bastante difícil arruinarle la vida de nuevo. Aunque eso tampoco le preocupaba bastante, no creía que alguien se le pudiera interponer si decidía deshacerse de Lancaster.—No se preocupe, señor —le dijo con una sonrisa torcida en
Rufus Reynolds llegó a su casa molesto, lanzó con fuerza la puerta de la entrada y se dirigió a la salita interior donde su esposa acostumbraba a pasar el tiempo, ya sea en labores de costura o leyendo algún libro o revista como acostumbraba.—¿Qué te sucede, querido?Reynolds le contó a su esposa lo que estaba pasando con el regreso de Brian Lancaster. Manifestando su ira con gritos un poco altisonantes, algo que nunca había acostumbrado a hacer.Amanda Seymour Reynolds miró a su esposo con incredulidad.—¿En verdad te preocupa lo que ese piojoso pueda hacer, Rufus? —le dijo con menosprecio en la voz.—No es que me preocupe, Amanda —le replicó algo molesto— Es por la influencia que pueda tener sobre el inversionista.—¡Bah! —dijo su esposa en clara manifestación de desapruebo a lo que su esposo decía— Un hombre del nivel de ese inversionista, billonario y dueño de las empresas más grandes de la capital no creo que le haga mucho caso a un mocoso recién vestido. Deja ya de preocuparte
El día de la llegada del inversionista, Michael Hughes, dio la impresión de que se trataba de un día festivo. La junta directiva de la empresa minera, La Star Mining Corp, se había encargado de hacer una buena propaganda y había organizado una especie de recibimiento, por lo que la caravana de autos desde el aeropuerto hasta el hotel, se vio acompañada de una cantidad de personas que portaban globos y pañuelos para darle colorido a la visita.En la entrada del hotel estaba la junta directiva de la empresa minera en un lado, y al otro, estaba un grupo de ejecutivos de la KLD Enterprises, la empresa de Brian, que presidía en apariencia el señor Hughes.—Le damos una cordial bienvenida, señor Hughes —dijo Rufus Reynolds, quien llevaba la voz cantante de la comitiva.—Gracias, gracias, señores —dijo con toda la gracia de un caballero citadino— No tenían por qué haberse molestado.La apariencia de Hughes era impecable, y Brian lo había contratado porque tenía carisma y porque Hughes no era
Cuando estaba por salir de su casa su madre la llamó.—¿Para donde vas tan apurada, Charlotte? —le dijo.—De compras, mamá —le dijo a su madre que la miró sorprendida, porque su hija no era una mujer que acostumbraba a salir a gastar en compras por allí— ¿Los chicos no han regresado? —preguntó a su vez.—No lo creo —le respondió— Deben haberse quedado caminando por allí después de salir del colegio.—Bien, si los veo por allí los traeré conmigo —dijo y salió con rapidez para subir a su auto.Mientras en la ciudad…Brian Junior bromeaba con su hermana mientras caminaban despreocupados por el centro de la ciudad. Charlene le había dicho que pasaran por el hotel para ver la cara del supermillonario que visitaba la empresa de su abuelo, así que se dirigieron hacia el Hotel Grand para ver si tenían suerte.Cuando llegaron ya habían terminado la bienvenida y cada quien había regresado a lo suyo. Los dos jóvenes se acercaron a la entrada y le preguntaron a uno de los botones del hotel, quien
Charlotte había llegado al centro comercial mucho antes de que sus hijos se encontraran con Brian Lancaster. Había tiendas de marcas reconocidas con unas bellezas de vestidos y accesorios, pero Charlotte aún se sentía un poco extraña porque no estaba acostumbrada a comprar ropa de fiesta o cosas de lujo.Su suegro le había asignado una especie de mesada o salario por parte de la compañía, lo que le permitía cubrir sus gastos sin tener que molestar a su esposo o a su padre. Y valga decir que su padre también le daba una cantidad de dinero derivado de las acciones de la empresa junto con su sueldo por el trabajo en la administración de la minera.Así que la menor de las preocupaciones de Charlotte era el dinero. Más le preocupaba conseguir algo que le gustara y que fuera lo suficientemente atractivo por si se veía con Brian.Al recordarlo, sentía una especie de “sustico” en el corazón. Se le aceleraba el pulso de solo pensar que estaría ante el único hombre sobre la tierra al que ella a
Y allí estaba ella, majestuosa, elegante, sumamente hermosa y con un aire de sensualidad que le cortó la respiración.Brian Lancaster estaba literalmente embobado con la hermosa figura de Charlotte. Por supuesto que esperaba a encontrarse con ella en cualquier momento, pero nada de lo que había pensado o imaginado lo había preparado para este momento, sentía que su corazón aceleraba su ritmo, y los latidos le llegaban hasta la garganta.Como si fuera de nuevo un joven la miró a los ojos, sin poder ocultar el amor que sentía por ella. Pero Brian sabía que ella no era una mujer libre, tampoco sabía lo que ella le había enseñado a sus hijos, así que haciendo un gran esfuerzo serenó todos sus instintos. Había esperado estos momentos desde hacía muchísimos años, así que no estaba dispuesto a arruinarlos por dejarse llevar por sus instintos.Por su parte, Charlotte estaba con la boca entreabierta, mirando como sus hijos, y el hombre al cual amaba, su padre, por cierto, Compartían comiendo h