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El Alfa y la Cazadora
El Alfa y la Cazadora
Por: Aurora Love
VOLVIENDO A NUMORE FALLS

Hace más de veinte años que no vengo a este endemoniado pueblo. Numore Falls era un recuerdo borroso de mi pasado más tierno, cuando solo era una pequeña niña. Ya sabía que tendría que volver algún día, y aunque la idea no me emociona del todo, sé que estoy aquí por una misión en especial: cazar a la manada de hombres lobo que se ha asentado en este pueblo.

Mucho se dice de los hombres lobo que habitan este lugar. Llevan siglos en guerra con los de mi clase, el gremio de cazadores. Creímos que los habíamos eliminado a todos, pero ahí están, volviendo a aparecerse como cucarachas, rehusándose a morir o a largarse.

Cuando mi moto atraviesa la frontera de la entrada del pueblo siento un escalofrío recorrer mi espalda. Hace demasiado frío, pero no me importa en realidad. Con mi chaqueta de cuero negra puedo soportarlo.

El camino a los lados está franqueado por un bosque espeso, puedo incluso oler el aroma del césped húmedo. Atravieso el puente que pasa por encima del río y finalmente llego a la civilización.

Las primeras casas están bastante separadas, pero a medida que me adentro más, las personas, los autos y las edificaciones se hacen más frecuentes.

El gremio me ha enviado específicamente para cazar al Alfa de la manada, desconocemos su nombre, pero dicen que es un hombre sanguinario y aterrador. En los últimos días ha habido algunos ataques de animal a los pobladores. La policía cree que se trata de osos o algo así, pero nosotros sabemos bien que la amenaza es diferente.

El dato solo decía que lo reconocería por un tatuaje de media luna, ni siquiera me dijeron en qué parte de su cuerpo está ubicada, así que tendré que improvisar.

Decido estacionarme frente a un bar. El lugar tiene pinta de cabaña, la madera oscura se siente húmeda y mohosa, pero por dentro se ve todo mucho más cálido. Dejo la moto al lado de las demás y me saco el casco, acomodo mi cabello en el proceso.

Afuera, un sujeto con una botella en la mano me da una mirada lasciva de arriba abajo. Lo ignoro, no tengo tiempo para tratar con esa clase de hombres.

Como lo imaginaba, el bar tiene calefacción. Aun así, froto mis manos en busca de darles un poco de calor.

No está demasiado lleno, la mayoría está ocupado en sus propios asuntos, así que decido tomarme un trago, tal vez aquí pueda averiguar algo de la persona que estoy buscando; aunque yo no lo llamaría “persona”.

El barman me sonríe y se acerca para tomar mi pedido.

—¿Eres nueva? —indaga.

—No, más bien estoy volviendo a mis raíces —respondo apoyando mis codos en la madera.

—Oh, ya veo. ¿Qué te sirvo?

—Un vaso de güisqui, por favor.

Noto que a mi lado hay otro hombre sentado. Lleva una camisa a cuadros de color rojo y una chaqueta de jean bastante gruesa, el borde del cuello es de un distintivo color marrón. No alcanzo a verle la cara, porque está bastante inclinado sobre la barra. Lo detallo de reojo. Mi evaluación de él es imperceptible para su ojo, es algo que he aprendido con el entrenamiento para cazar a esas bestias, ya que no es particularmente fácil dar con uno de ellos.

El hombre me mira, también de reojo, y se remueve en su asiento. El barman vuelve con el vaso de güisqui con hielo y lo deja sobre la barra.

—Nunca te había visto por aquí —dice de pronto el que se encuentra a mi lado.

Volteo para mirarlo. Me cuesta mucho trabajo disimular la impresión que me causa verlo a los ojos. Es uno de los hombres más guapos que he visto en mi vida. Mi corazón se acelera y ni siquiera sé el por qué.

Sus ojos azules son hipnotizantes. De alguna manera, una extraña sensación de familiaridad me hace sentir que lo conozco de toda la vida, aunque es la primera vez que lo veo.

Tengo que carraspear mi garganta un poco antes de poder responder.

—Vivía antes aquí, pero eso fue hace muchos años —respondo con una voz dulce y suave.

¿Qué me acaba de pasar? Normalmente no suelo ser así.

El hombre me sonríe y creo que voy a derretirme. Lo miro bien, quiero detallar ese bello rostro en mi mente por mucho tiempo. Una ligera barba cubre la mitad de su cara, lleva el cabello enmarañado y despeinado, pero eso solo le da un aspecto salvaje, hasta quizá un poco amenazante.

—Interesante. Estoy seguro de que, si me dices tu nombre, podría saber de qué familia vienes. Conozco a todos aquí —asegura.

—No lo creo, ¿acaso no te han dicho que no hay que confiar en desconocidos? —cuestiono enarcando una ceja.

Le doy un sorbo a mi bebida sin apartar mis ojos de él. Hay algo en su ser, no sé que es, pero me atrae muchísimo. Es curioso que ambos tengamos los ojos azules. Él decide acercarse y me extiende su mano.

—Mucho gusto —saluda. Su sonrisa hace que mi corazón vaya a mil por hora. Al momento de tocar su mano, un ligero cosquilleo recorre cada fibra de mi cuerpo.

Parece que venir a Numore Falls no ha sido tan malo después de todo.

—Se supone que debes decir tu nombre.

—No, las damas primero —bromea.

Se da cuenta de que me he terminado mi bebida, así que le dice al barman que me sirva otro vaso, y que corre por su cuenta.

—Te lo diré si me ganas en un juego de billar —señalo hacia la mesa donde hay unos sujetos jugando y a punto de terminar.

—Me parece una buena oferta —acepta. Se baja de un brinco del taburete donde está sentado y me vuelve a extender su mano para llevarme hasta allá, sin embargo, yo decido evitarlo.

Estoy perdiendo el tiempo, cuando debería estar investigando al hombre lobo, pero hay algo en él que me hace querer pasar más tiempo a su lado. Si le digo mi nombre ahora, el coqueteo entre los dos se acabará, y debo reconocer que me la estoy pasando muy bien.

Los dos avanzamos hasta la mesa de billar y esperamos a que los hombres que están ahí la desocupen. Una vez dejan todo libre, Saco dos tacos para el juego mientras él acomoda las bolas en el centro de la mesa. No sé por qué, pero siento que esto es mucho más que solo un desafío con un desconocido.

Sería ridículo negar la tensión que hay entre nosotros, como si él quisiera saltar sobre mí en cualquier momento. Pienso que, después de acabar con el alfa de esa manada, definitivamente buscaré a este hombre.

—¿Estás lista? Te informo que dicen que soy el mejor en este juego.

—Mmm, haré mi mejor intento, lo prometo —le digo con sarcasmo.

El billar siempre ha sido de mis deportes favoritos.

Lo dejo comenzar a él, jugaremos billa, así que primero será su turno de intentar meter todas las bolas en la tronera. Luego de pasar la tiza por la punta del taco, pone el palo entre sus dedos y golpea la bola blanca. Todas las demás salen disparadas de forma desordenada en la mesa, y para mi sorpresa, entran dos de las suyas sin mucho es fuerzo.

Levanta su mirada y hace un jugueteo con su lengua mientras me mira divertido.

—Mmm, creo que conseguiré tu nombre más pronto de lo que pensaba —asegura con una sonrisa que denota superioridad.

Lejos de molestarme, este hombre me parece mucho más interesante a cada segundo.

Una a una va metiendo las bolas, no falla ni siquiera un tiro. Debo admitir que estoy bastante sorprendida. Cuando ingresa la última bola se yergue y me mira con una cara de triunfo imposible de disimular.

—Es tu turno —dice con una voz gruesa y seductora.

Carraspeo y le doy otro sorbo a la bebida antes de comenzar. Lo imito, intentando meter cada bola en la tronera, no obstante, creo que me pone demasiado nerviosa, pues fallo el último tiro y la bola sale disparada de la mesa.

Espero el golpe contra el piso, pero, para mi sorpresa, él la ataja en el aire.

»Has perdido.

Muerdo mi labio sin quitarle la vista de encima, estoy sonriendo como una tonta; no sé qué me pasa. Carraspeo la garganta e intento dejar de sonreír para poder hablar. Abro la boca para decirle mi nombre, mas, en ese momento, llega otro sujeto directo hacia él.

—¡Ahí estás! Te estuve buscando —Viene agitado, su semblante y su mirada denotan preocupación.

—¿Qué sucede, Connor? —pregunta.

—Tienes que venir, es algo urgente. —Se acerca y le susurra algo al oído que no logro escuchar.

Él le da una mirada de pocos amigos y el chico, que al parecer se llama Connor, se aleja un poco y baja la cabeza.

—Está bien —acepta a regañadientes—. Lo siento, debo irme —dice mirándome a los ojos—. Espero poder volver a verte.

Sale corriendo sin darme la oportunidad de decirle mi nombre o de saber el suyo, pero algo me dice que lo volveré a ver.

Después de ese encuentro, el cual solo puedo describir como emocionante; me dispongo a hacer lo que se supone que vine a hacer. No puedo perder el foco solo por un par de ojos bonitos que me coquetearon en el bar, hacer eso podría costarme la vida.

Subo a mi moto sin más información de la que ya tenía cuando llegué. Mientras me acerco a la plaza, veo varias patrullas de policía con las sirenas encendidas. Algo grande debió haber pasado, de otro modo no estarían tan agitados.

Me acerco sin que lo noten para tratar de descubrir de qué se trata, podría estar relacionado con el hombre lobo que estoy buscando.

Uno de los oficiales deja encendida su radio, aprovecho el descuido y me pongo a un lado de la puerta del auto para escuchar.

“Todavía no tenemos reportes sobre el desaparecido”. “Se le vio por última vez en los bosques de Numore, es prioridad, todas las unidades deben ir a los bosques”.

Me alejo sin poder oír más, pues el policía se acerca.

Al menos ahora sé dónde puedo iniciar mi búsqueda. Estoy bastante convencida de que ese desaparecido debe estar relacionado con la manada. Los hombres lobo no son más que asesinos despiadados, para ellos, los humanos solo representamos su alimento y nada más.

Voy en mi moto hasta donde han delimitado el perímetro de búsqueda. Hay muchos voluntarios así que yo no llamo tanto la atención. El problema es que ver tanta gente puede ser contraproducente. Cualquiera de ellos podría ser el que estoy buscando; encubierto para disimular. En todos mis años de cazadora, he conocido hombres lobo despiadados, que disfrutan de jugar con su presa sin piedad alguna.

Me adentro en el bosque sin que nadie me note, estas personas no poseen la misma habilidad que yo para rastrear a una de esas bestias.

Avanzo por el espeso y húmedo suelo. Los árboles de Numore Falls son bastante altos, así que la luz del sol prácticamente no llega hasta acá, por eso, el frío que hace se te cuela hasta los huesos. Ya está por caer la tarde, la visibilidad se hace mucho menor, sin embargo, eso no es problema para mí.

Sin darme cuenta, se hace la noche. No sé cuántas horas llevo caminando sin resultado alguno, sin embargo, sé que voy por el camino correcto cuando ilumino con mi linterna el suelo del bosque. Encuentro algunas gotas de sangre todavía frescas y empiezo a temer lo peor. Creo que el caso ha pasado de ser un desaparecido a un homicidio.

Sigo el rastro de sangre hasta que me topo con el zapato de un hombre tendido en el suelo. Por mucho que haya visto escenas así miles de veces, nunca dejan de impactarme. Me acerco con cuidado al cadáver, aún fresco, y dejo escapar un suspiro ahogado cuando reconozco la chaqueta de jean que vi esta tarde. El borde de tela marrón en su cuello… es la misma. Intento ver su rostro, pero ha quedado totalmente desfigurado. No puede ser, no puede ser él.

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