Desde que le dije mi nombre, Enzo decidió que no me dejaría ir.
Aquello era obvio desde un principio, no sé cómo pude ser tan tonta como para confesarle mi nombre real. Este lobo tiene algo que todavía no logro descifrar qué es, simplemente es algo que me atrae hacia él, que me hace obedecerlo, aunque no quiera.
No lo entiendo, es extraño, y, sobre todo, peligroso.
Encerrada en esta jaula he visto como el astro nocturno avanza hacia el paso de su ciclo a la luna llena. Mis chances de huir se hacen cada vez más reducidos; nadie me dice que pasa, solo de vez en cuando logro ver a Enzo ir y venir con algunos de sus perritos falderos, y se niegan a contestar a mis preguntas.
Los intentos por escapar también se han visto frustrados, dado que siempre hay un guardia observando cada uno de mis movimientos las veinticuatro horas.
Al menos he tenido la suerte de que el Beta, Alarick, no ha vuelto a acercarse a mí.
Tres días han pasado donde me he mantenido con lo poco que se dignan a darme, aunque he de admitir que yo también he estado algo reticente a comer. Y no puedo mentir, estoy famélica, muero de hambre, y ya puedo sentir la debilidad calando en mis músculos.
Me siento sucia y estar encorvada en esta pequeña prisión está haciendo estragos en mi espalda. No entiendo por qué me siguen manteniendo aquí, tal vez quiera usarme como juguete de caza para sus lobos.
Me estremezco solo de imaginar algo así. He conocido hombres sádicos, pero ninguno como él.
Veo que pasa por delante de mí, y aprovecho la oportunidad para llamar su atención.
—Si ya sabes quién soy, ¿qué es lo que estás esperando para matarme? —increpo.
Enzo se hace el desentendido y continúa ignorándome como si yo no estuviese ahí.
»Sé que estás escuchándome, ¿por qué no me respondes? ¿O eres tan cobarde?
Se voltea hacia mi dirección y me da una mirada que me hiela la sangre. Sus ojos azules son tan intensos como dos zafiros. De pronto me descubro con el corazón acelerado y una necesidad imperiosa de alejarme de él por miles kilómetros. Camina hacia mí y yo no puedo evitar retroceder en la jaula.
—Es curioso, normalmente los humanos como tú suelen suplicar por su vida.
—El día que suplique por mi vida se acabará el mundo, porque eso es imposible.
Enzo se ríe con ironía y eso me hace hervir la sangre. Da media vuelta dispuesto a irse.
»¡No te vayas! —exclamo, y aunque quiero sonar exigente, más bien me sale como una súplica. Él se voltea y esta vez sí se acerca todo lo que puede, agachándose frente a mí.
—No te preocupes, esta noche te sacaré de ahí.
Por alguna razón aquello me suena a una muestra de benevolencia hacia mí. Sin embargo, le creo, estoy segura de que sus palabras son sinceras.
—¿De qué me sirve salir si esta noche es la más peligrosa de todas? ¿O solo querrás divertirte viendo como me cazan hasta despedazarme? —pregunto en tono acusatorio.
—Dije que te sacaría de ahí, no que iba a liberarte.
Se pone de pie y ahora sí se aleja sin dar vuelta atrás.
¿Qué es lo que acaba de decir? No puede ser, ¿Qué es lo que piensan hacer conmigo estos lobos? Los nervios se apoderan de mí, a pesar de que he entrenado toda mi vida para tener un temple de acero contra ellos; es la primera vez que tengo miedo de verdad.
Un aullido a la distancia hace que se me estremezca el cuerpo. A penas estamos a media mañana, pero ya ellos comienzan a adquirir la mayor fuerza de su maldición.
Definitivamente no puedo quedarme aquí, prefiero estar internada en el bosque antes de saber qué es lo que tiene preparado para mí el Alfa de esta manada.
Vuelvo a sacar la horquilla de mi cabello que tengo escondida entre la ropa, e intento abrir el candado cada vez que uno de ellos se distrae y deja de verme.
No obstante, pasan varias horas antes de que pueda si quiera ver algún avance.
Para la media tarde, el flujo de personas paseándose de aquí para allá en los preparativos de la luna llena, disminuye considerablemente. Es extraño, nunca había visto un comportamiento similar.
Sé de primera mano que los hombres lobo en esta fecha se ponen frenéticos, se transforman en bestias gigantes capaces de despedazarte en un segundo. No hay ni uno solo de ellos que no haya asesinado a un humano antes. Esa es su naturaleza, se transforman para cazar, y lo único que quieren es sangre.
Sin embargo, he visto aproximadamente a cinco de ellos entrar en la casa y no han vuelto a salir, cuando ya deberían estar fuera.
—¡Tú!, Saca a la cazadora de la jaula —ordena Alarick.
Uno de los chicos más jóvenes se acerca y abre la puerta. No lo pienso demasiado, salgo corriendo todo lo que mis piernas entumecidas me permiten, sin embargo, rápidamente vuelve a capturarme. A pesar de ser joven, es bastante fuerte. Me aprieta del brazo y jala contra su cuerpo.
—¡Ah! ¡Suéltame! —grito.
Estoy demasiado débil como para poder defenderme. El muchacho se burla de mis patéticos intentos de golpearlo y aprieta con más fuerza.
—Quédate quieta o no respondo —amenaza.
—Ten cuidado Chann, el Alfa dijo que no quería que la lastimasen —advierte el mismo hombre del primer día, el que parece más viejo.
—¿Qué más da? Igual no creo que sobreviva la noche —dice con una sonrisa burlona.
Me empuja sin ningún tacto camino hacia la cabaña. Esta será la primera vez que entre a ese lugar. A cada paso que me acerco, mi instinto me dice que debería estar corriendo en la dirección opuesta.
Subimos tres peldaños hasta llegar a la puerta, cuando la abre, la verdad es que la visión de dentro no me la esperé. Parece un lugar bastante acogedor, incluso familiar. Y es mucho más amplia de lo que pensé en un inicio.
El chico me lleva hasta una habitación con una cama, una mesa de noche y un pequeño closet. Me quedo paralizada viendo todo, mi cerebro trata de entender qué se supone que están haciendo al traerme aquí.
—No intentes escapar, te lo advierto. No hay lugar más seguro para estar esta noche que aquí —dice empujándome dentro—, pero por favor, hazlo, sería muy divertido cazarte —susurra al final cerrando la puerta de golpe.
—¡No, espera! —Corro para intentar detenerlo, pero obviamente ya la puerta se encuentra asegurada. Trato de abrirla con la horquilla de mi cabello, mas, parece que este seguro es mucho más complejo, una simple prenda para decoración no servirá.
Golpeo la puerta con furia. ¿Cómo es posible que me dejase atrapar de esta manera? El gremio estaría muy decepcionado de mí si se enterasen.
En lugar de centrarme en la entrada, busco salidas por otro lado. Abro el closet y echo al suelo toda la ropa, es de un hombre, pero no sé de quién. Podría pertenecerle a cualquiera de ellos. Busco cualquier cosa que pueda servirme como arma; miro debajo de la cama y en los cajones de la mesa de noche. No logro encontrar nada.
Luego de veinte minutos de inútiles intentos, me dejo caer sobre la cama. Al menos ahora me han puesto en un sitio más cómodo.
Aquí dentro no puedo ver el paso de las horas, aunque eso no me impide sentir que pasa mucho tiempo. Escucho golpes secos debajo del piso donde estoy, y afuera también, no tengo idea de que pasa, hasta que de pronto, todo queda sumido en un silencio sepulcral que le helaría la sangre hasta al más temerario de todos.
—Creo que se han ido —susurro para mí misma.
Vuelvo a intentar abrir la puerta, si no hay nadie, es mi oportunidad para escapar. Lo único que hay a mi mano es una lámpara pequeña. Tal vez si la hago trizas pueda sacar uno de los alambres para forzar la cerradura.
Estrello contra el suelo la parte de arriba, el bombillo se hace añicos, pero consigo lo que estaba buscando. Echo mi cabello hacia atrás de mis orejas y me pongo a la tarea. Tengo que irme de aquí antes de que salga la luna.
Cuando por fin escucho el clic, un suspiro de alivio escapa de mis labios. Tomo un pedazo del vidrio roto para usarlo como arma. Sé que contra ellos no me servirá de nada, pero me siento más segura con algo en la mano.
Doy un par de pasos fuera de la habitación. El lugar está vacío como lo imaginé, pero eso, lejos de representarme una ventaja, solo me hace sentir más vulnerable, pues a través de la ventana puedo ver la redonda luna llena subiendo en el cielo. Ellos ya están transformados, es por eso que no hay nadie aquí.
Escucho un aullido demasiado fuerte y cerca que me estremece el cuerpo. De pronto, el golpe seco de un par de patas subiendo por alguna escalera que no logro ver en la oscuridad. Me pongo alerta y me agazapo detrás de la isla de la cocina. Mi corazón late a mil por hora. Si tan solo pudiera llegar a un cuchillo, o algo así, quizá mi suerte podría cambiar.
Me quedo muy quieta y en silencio. En ese instante, un gruñido gutural envuelve toda la sala. Las vibraciones de su garganta son tales, que las puedo sentir en los huesos. Sé que esa bestia sabe que yo estoy aquí escondida, puede olerme a kilómetros.
Sus garras se clavan en la madera y con cada paso que da, mi vida se acorta un poco más. Aprieto mis ojos con fuerza y tomo aire para saltar hacia el lado contrario apenas tenga la oportunidad, sin embargo, no logro calcular a tiempo, pues de la nada, un enorme lobo de pelaje y ojos negros salta hacia mí.
Pego un grito desgarrador que sale desde lo profundo de mis entrañas. De alguna manera que no me explico, consigo arrojarme hacia el otro lado antes de que me alcance. Me arrastro por el piso y logro ponerme de pie para escapar de esa cabaña.
El enorme lobo sale corriendo tras de mí, dispuesto a acabar con mi vida.
No miro atrás, simplemente corro con todas mis fuerzas hacia la oscuridad del bosque. De pronto me detengo en seco al ver frente a mí a otro de ellos. Un lobo blanco, mucho más grande que el negro, pero sus ojos son azules.
Este no me gruñe hasta que me ve de verdad. Muestra sus colmillos y gruñe con unas fauces amenazantes. Mi respiración y mi corazón van a mil por hora, moriré en este lugar.
El lobo blanco corre hacia mí a toda velocidad, me agacho y cubro mi cabeza pensando que me la arrancará de una sola mordida. Cierro los ojos esperando el final inminente, sin embargo, no sucede nada.
El chillido de dolor de uno de ellos me hace volver a mirar. Para mi sorpresa, el lobo blanco ataca al negro, lo muerde y lo zarandea con violencia, haciendo que se aleje de mí.
No entiendo qué es lo que acaba de pasar.
El lobo blanco voltea a mirarme con las comisuras de su hocico ensangrentadas, y de la nada, vuelve a transformarse en un humano. Enzo cae sobre sus rodillas, completamente desnudo.
Trato de evitar mirarlo, pero no puedo dejar de preguntarme qué es lo que acaba de pasar.
—¿Por qué has hecho eso?
Él me mira con la respiración agitada, se limpia la sangre de la boca y escupe.
—No puedo permitir que te hagan daño. Tú… —hace una pausa mientras busca ponerse de pie. Yo miro hacia abajo, mientras él avanza hacia mí sin importarle estar mostrando su desnudez. Se vuelve arrodillar frente a mí y toma una manta que, hasta ahora, no había visto. Se cubre con ella y entonces dice—: no entiendo cómo o por qué, pero estoy seguro de que tú eres mi luna.
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No consigo recuperarme del shock de lo que acabo de escuchar, ¿Qué soy qué cosa?Para mí no es un misterio las jerarquías sociales de los lobos, como cazadora me he topado con todo tipo de ellos, sin embargo, pocas veces he escuchado sobre las “lunas”. Algunas leyendas cuentan que se trata de la otra mitad del alma gemela del Alfa, pero la verdad es que nunca me he topado con una de ellas; en especial porque se supone que son mujeres loba, algo rarísimo de ver en la naturaleza. Y estoy completamente segura de que yo no lo soy.Enzo se envuelve bien en la manta para cubrir su cuerpo, y de la nada me toma del brazo con un poco de fuerza.—¿Qué estás haciendo? ¡Suéltame! —grito.—No voy a soltarte, has sido tan estúpida como para escaparte en plena luna llena. Tienes suerte de que te haya escuchado a la distancia.Levanto la mirada al cielo mientras él me lleva a rastras de vuelta a la casa. Todavía está la luna llena en lo alto, no comprendo cómo es que pudo transformarse todavía estand
Las horas pasan increíblemente lento para mi gusto. No puedo estar segura de que ya se haya puesto el sol, lo único que puedo hacer es pegar mi oído y escuchar atenta a que no haya nadie.Enzo no volvió a buscarme, y eso, a decir verdad, me molesta.Introduzco la llave una vez más y abro con sigilo. Me asomo con cuidado igual que anoche. La cabaña está en la penumbra. En el suelo de madera se pueden ver las marcas de las garras que dejó el lobo que quiso atacarme anoche. Trago en seco y me estremezco solo de recordarlo.Me asomo por la ventana que da hacia afuera. Algunos de ellos se encuentran afuera asando algún animal mientras están sentados alrededor del fuego.No puedo escapar por ahí, me verían. Doy la vuelta para buscar otra salida. Y entonces escucho los pasos de alguien que está por entrar.Salgo corriendo y me meto en la primera puerta abierta que consigo. Todo está demasiado oscuro como para ver algo. Me quedo agazapada ahí hasta que vuelve a irse.—Eso estuvo cerca —susurr
Cuando abro los ojos, todo a mi alrededor se ve bastante diferente. Por un segundo no recuerdo qué pasó o dónde estoy, hasta que miro a mi lado. Vincent, el hombre que me ayudó en la carretera está sentado a un lado de mi cama de hospital.Me incorporo tomando asiento, me han puesto un vendaje en los brazos donde tengo grandes raspones y tengo un suero pegado a la mano.No recuerdo muy bien qué pasó después de que él me subiera a su auto. Creo que me quedé dormida y me trajo hasta aquí.Ahora que está dormido ahí frente a mí puedo apreciar mejor su rostro. Sin dudas es un hombre muy guapo, no parece ser mucho mayor que yo, pero no podría estar segura.Parece que nota mi presencia, porque se remueve en el asiento y levanta la cabeza.—¡Oh! Has despertado —dice con una sonrisa.—No tenía que quedarse aquí, lamento mucho haberle causado tantas molestias —respondo con la voz rasposa.—¿Cómo pretendes que te dejase abandonada aquí sin más? Para nada. Y no necesitas ser tan formal conmigo.
El camino hacia el lado del bosque donde dejé mi moto se me hace eternamente largo, y lo peor de todo es que, cuando consigo llegar al fin, no la encuentro en su sitio.El lugar está acordonado debido a que aun siguen con la búsqueda de la persona desaparecida. Por supuesto, sus esfuerzos son totalmente inútiles, nunca podrán encontrarlo, porque ya Enzo lo ha enterrado en el bosque.Me acerco a la policía para preguntar por el vehículo. Al verme enarcan una ceja con extrañeza. Sé que me veo mal, pero tampoco es para tanto ¿o sí?—Hola, había dejado mi moto aquí hace unos días, ¿la han visto? —pregunto con voz suave.Viéndome sin nada más de información que mi aspecto físico, nunca nadie sospecharía que soy una cazadora de lo paranormal. Soy bajita y delgada, todos dicen que tengo una carita de bebé. Eso me sirve como ventaja a la hora de atacar, porque nadie se espera que tenga la fuerza, o la astucia para hacerlo.—¿Tú eres la dueña de esa moto? —cuestiona el policía masculino. Guard
Hailey y tres cazadores más se acercan a la distancia, guiados por el cuervo que los trajo hasta mí.En el gremio solemos usar animales entrenados para detectar y buscar a los hombres lobo en la noche. Pasan mucho más desapercibidos que un dron o cualquier equipo tecnológico, y además lo llevamos haciendo durante generaciones.Hailey corre hacia mí y me abraza con fuerza.—¡¿Qué te pasó?! —Es lo primero que pregunta.Giro los ojos y volteo hacia otro lado, no quisiera tener que contestar esa pregunta.—Es algo largo de contar, ¿has traído todo lo que te pedí?—Sí, ropa, un celular y más cazadores.Oliver, Sam y Steve me saludan con la mano a la distancia. Los conozco desde hace un tiempo, pero nunca hemos sido tan cercanos. Sus métodos para cazar y los míos son demasiado diferentes como para llevarnos bien, así que solo nos toleramos.Tomo las cosas que me trajo y la jalo del brazo para alejarnos de esos tres un momento.—¿Por qué viniste con ellos? Pudiste haber traído a Ben o a Kevi
Volver con el rabo entre las piernas me hace hervir de la ira. Es inconcebible que ese estúpido de Enzo me haya hecho esto. ¡Él debía quedarse ahí!«Claro, y dejarse atrapar y matar por ti, ¡cómo no!», responde al fondo de mi cabeza una voz en tono sarcástico.No puedo soportar las burlas del idiota de Sam a mis espaldas, pero me contengo de hacerle algo porque sé que llevo las de perder.Cuando llegamos de nuevo al hotel, me encierro en la habitación con un azote de la puerta. No quiero escucharlos más, ni tampoco lo que tiene que decir Hailey al respecto. Alisto mis cosas y me preparo para salir a buscarlo. Él me está siguiendo, así que no debería ser demasiado difícil.—Cyrene, ¿qué estás haciendo? —cuestiona.—Necesito salir de aquí.—No tienes que irte, era de esperar que no estuviesen ahí, pero con lo que vimos es suficiente como para que el gremio nos dé autorización para quedarnos.—Seguramente la manada ya está a kilómetros de aquí, quedarse sería una pérdida de tiempo —espe
EnzoDesde que conocí a Cyrene Dagger hubo algo que despertó dentro de mí. Algo que creí que estaba muerto, o que nunca conseguiría. Al principio no estaba seguro de lo que era. Es que, ¿cómo es posible que una simple humana me hiciese sentir una conexión innegable? Como si la conociera de toda la vida.Ese día en el bar, me costó mucho trabajo separarme de ella, no sabía lo que me pasaba en ese momento, pero Connor me sacó de ahí por una urgencia, una que terminó pagando muy caro.Sin embargo, cuando la volví a ver en la noche, la atracción casi gravitacional que se metió en cada fibra de mi cuerpo, calando hasta los huesos, la necesidad de protegerla de todo; incluso de mí mismo y las ganas de poseerla de todas las formas posibles, me dejó descolocado por un buen rato.No soy capaz de decirle a mi manada, la moonvalley, que ella es mi luna.Ni siquiera yo mismo quiero aceptarlo. No solo porque es una humana, sino porque, además, es una cazadora de hombres lobo.El destino no podría
EnzoEl camino de vuelta a la manada es bastante silencioso. Supongo que Alarick está meditando la revelación que le acabo de decir. No es que me importe particularmente lo que piense, sin embargo, sé muy bien que esto lo cambia todo.Si me niego tanto como ella a aceptar el vínculo, muy pronto estaré tan débil como para que mi propio Beta intente tomar mi lugar.Un gruñido gutural quiere escapar de lo profundo de mi garganta, me siento ansioso y desesperado ante esta situación, de la cual no tengo ni la más mínima idea de cómo responder.Un kilómetro antes de que me acerque a la casa ya soy capaz de percibirlos a todos. A cada uno de ellos.Mis Beta; Adolph, Raff, Elijah, Xander, William y Sasha; los más poderosos después de Alarick en ese orden. Sé que cada uno de ellos me es fiel hasta el final. En especial Adolph, quien es mi tío, el hermano de mi padre.Y luego olfateo a los omega, los nuevos integrantes de la manada, inestables y un poco salvajes, pero también juguetones y ávido