Atención: Casi toda la extensión del capítulo será un recuerdo. ────────────────── «Durante todo un mes Cielle procuró evitar a Idan, no quería hacerlo sentir incómodo ni interferir en su relación, a pesar de lo mucho que deseaba hacerlo. Sentía que no era justo para él ni para Talya, su novia, que era una buena chica. Idan no podía evitar sentirse mal al respecto, veía a Cielle pasar por su lado y simplemente voltear la cara a otra parte. A pesar de que gozaba de un gran número de amigos, nunca dejaría de ser el de ojos azules, el primero que lo quiso realmente, y era gracias a él que con el paso de dos años las demás personas se le habían acercado. Cielle lo introdujo en la sociedad y ahora era aceptado por todo el pueblo. Se encontraba sentado en la cafetería, era la hora del almuerzo. Miró desde su alejada mesa a su amigo sentado en la soledad. Él siempre se encontraba rodeado de personas era el sol de aquel pueblo, admirado por todos, ya fuera por su desbordante intelecto
Cielle despertó temprano en la mañana, el día anterior había trascurrido lento y de una manera inesperada. En veinticuatro horas hizo lo que jamás imaginó, asesinó a hombres, escondió sus cadáveres y confesó su amor de una manera bastante extraña. Le parecía raro que en aquella ocasión hubiera sido tan vergonzoso, no era la primera vez que le decía a Idan sus sentimientos, pero en el pasado pudo decirlo sin problemas, sin remordimientos o vergüenza, fue sencillo aunque le hubiera causado dolor al principio. Aún así lo más raro de todo era el hecho no sentir todo el remordimiento que debería por haber disparado contra los miembros de Fenith. Pensó que no lograría pegar ojo en días abatido por la culpa y no fue así, logró dormir tranquilamente y sobrevellar ese asunto de una manera muy fría. No queriendo dar más vueltas al asunto se alistó con la ropa que le habían traído en la tarde. Humbert el mayordomo tenía gustos bastante refinados, así que todo lo que había elegido para él era d
Idan palmeó la cama indicándole al abogado que se acercara. Cielle no dudó para sentarse frente a él, dejando de por medio un pequeño espacio, lo suficientemente grande como para no invadir el espacio personal del otro, pero lo suficientemente cerca como para poder contemplarse mutuamente. —Los ojos son el espejo del alma, dicen por ahí —pronunció Idan en un tono bajo, como si aquella conversación fuera un secreto que les pertenecía solo a ellos. —¿Por qué te gustan tanto? —preguntó Cielle. Después de años jamás entendió cuál era la fijación que tenía Idan por sus ojos —. No tienen nada de especial. —Tú no lo entenderías, pero yo veo ahí dentro reflejadas tus emociones, veo tus temores, tu alegría, cuando estás enojado o triste, cada emoción reluce en ellos de una manera increíble. La gente miente, más seguido de lo que imaginas, por eso aprendí a estudiar sus expresiones faciales desde muy joven. Mas contigo jamás fue necesario, tus ojos no mienten. —¿Entonces es por eso? —P
Dando pasos erráticos se alejó Cielle de la puerta, era momento de irse o sería descubierto escuchando. Su mente en ese instante no podía procesar nada, ni pensar con claridad. Era demasiada información como para aceptarla en cuestión de minutos. Miraba alrededor y ya no percibía las cosas de la misma manera. Ahora era como si todo fuera diferente. Observaba las mismas paredes, las mismas personas de minutos atrás, aún así las percibía como si estuviera dentro de un sueño, como si la realidad fuera lejana y fugaz. Incluso su cuerpo comenzó a llenarse de un malestar físico bastante molesto y un pitido ensordecedor atormentaba sus oídos.Llegó frente al ascensor, este se abrió dejando ver a Osiris, que tomó del brazo a Cielle y lo jaló al interior para volver a marcar el primer piso. —¿Por qué tardaste tanto? —cuestionó Osiris y contempló la cara del abogado —. ¿Oye qué te pasó?—Nada —se limitó a responder. —Dudo que ese nada sea el responsable de que tu cara esté tan pálida. Parece
Cielle se despertó sobresaltado, se sentó en la cama mirando a todos lados desesperado. Notó que estaba dentro de la habitación, aunque no recordaba en qué momento había llegado a ella. Lo último que recordaba era ir en el auto con Osiris, luego nada más. Miró por la ventana y notó el sol alto en el cielo, quizás era más del mediodía. Se levantó de la cama y abrió la puerta de la habitación, fue entonces que Micah regresaba a la suya y se encontró con el abogado. —Ya despertaste —se acercó el pelirrubio y le dio un abrazo —. ¿Cómo te encuentras? —Bien —respondió extrañado —. ¿Pasa algo? —No, nada —negó con rapidez —, te desmayaste. —¿En serio? ¿Recordé algo? —¿Qué? —Que si recordé algo, suelo desmayarme cuando eso pasa. —No —se apresuró en responder. —Tengo que ir al juzgado —comentó el abogado —. Debo llevar la solicitud de habeas corpus de Idan. —Yo te llevaré. Llegaron al juzgado, Cielle se presentó ante el juez con la solicitud escrita de habeas corpus y se la en
Idan besaba efusivamente los labios del abogado. Sus manos se habían perdido por debajo de su ropa mientras le daba leves caricias, que lo hacían suspirar sobre sus labios. Idan recostó delicadamente a Cielle sobre la cama y comenzó a abrir los botones de la camisa. Contempló después de mucho tiempo la piel ligeramente bronceada del expuesto abdomen del abogado. Llevó sus labios y besó lentamente por sobre su pecho, succionó su pezón y tiró suavemente de él con sus dientes, haciendo al contrario largar un placentero quejido. Miró por unos segundos el pequeño tatuaje sobre las costillas de Cielle, y lamió a lo largo aquella frase escrita con tinta. Regresó sobre sus labios para besarlo mientras abría con agilidad el botón de su pantalón, coló su mano dentro de la ropa interior del mismo para comenzar a dar suaves caricias sobre su intimidad. Cielle gimió por lo bajo y mordió su labio inferior. —Sé como te gusta esto —pronunció Idan observándolo —. Y no sabes lo mucho que eso me e
No sabía en qué momento había caído en la inconsciencia, pero cuando Cielle abrió los ojos se encontraban ambos sumidos en la profunda oscuridad de la habitación. Se removió tratando de incorporarse en la cama, entonces notó que Idan estaba abrazándolo con mucha fuerza. Sus brazos lo rodeaban manteniéndolo cerca y las piernas de ambos estaban entrelazadas. Se removió ligeramente, soltándose de aquel agarre sin querer despertar al castaño. Cuando lo logró se colocó su ropa interior y su camisa. Antes de salir de la habitación verificó la herida de Idan y suspiró aliviado, viendo que no había comenzado a sangrar. Tomó su teléfono del bolsillo de su pantalón notando que eran poco más de las cuatro de la mañana. Bajó las escaleras a la planta baja y caminó hasta la cocina encendiendo la luz. Abrió la nevera y sacó de ella un poco de agua para servirse y sentarse en uno de los bancos frente al mesón. Miraba fijamente el vaso, viendo el reflejo de la luz en el agua y mientras, pensaba
Iban en el auto de Osiris. Micah en el asiento del copiloto, Cielle e Idan detrás. Movía el abogado nerviosamente su pie contra el suelo, jugaba con sus manos sobre su regazo y era incapaz de mirar la cara a su acompañante. «¿Y si lo defraudo?»Aquella pregunta inundaba su mente, sin dejarlo pensar en nada más. Tenía miedo de no ser capaz, de defraudar la confianza que Idan tenía en él. Se veía tan calmado el criminal, como si no estuviera a una hora de ser juzgado, como si su vida no dependiera de ello. Idan sería condenado a muerte si eran probados todos sus delitos, solamente los asesinatos cargados a su cuenta por culpa del narcotráfico, serían suficientes para mandarlo a la silla eléctrica. Y si se probaba que era hijo de Leonardo Lombardi, uno de los líderes de la 'Ndrangheta, entonces estaban perdidos sin lugar a dudas. Quería llorar, sus ojos picaban. Lo detestaba tanto y sin embargo, en los últimos años era lo único que había hecho. Era débil, se sentía débil y actuaba com