Isaac debió viajar con urgencia, el mismo día cuando llevó a Leonard a su casa, durante varios días por razones laborales, estaban en un programa de voluntariado, para atender las comunidades menos favorecidas y las más apartadas, cuando le avisaron de unas inundaciones, por lo cual no pudieron hablar en ese momento, sino hasta ahora.
Luego de ducharse y comer, se sentó con Leonard en la sala del apartamento, le costaba creer todo lo que le había contado su amigo.
—¡Dios! Tenemos conociéndonos desde la universidad ¿Por qué nunca me lo dijo o dijiste? ¡Diablo! —exclamó sin saber cómo llamarlo, Leo, lo vio con una sonrisa.
—Isaac, no tienes por qué darme un trato distinto, somos amigos, me llamo Leo, que sea heredero de los Skarosky, no cambia nada —expresó encogiéndose de hombros.
—No, no cambias nada, solo eres
Christian no podía creer lo que estaba viviendo, todo le parecía una terrible pesadilla, pronto despertaría y su esposa estaría a su lado, sana y salva con su bebé creciendo en su interior. Cerró los ojos por un momento, apretándolos con fuerza, esperando de esa manera pudiera borrar todas esas desagradables imágenes, pese a ello, no pasó así, porque allí seguía, siendo arrastrado por un par de guardias de seguridad más fornidos a él.Intentó por todos los medios liberarse, golpeando a diestra y siniestra a los hombres a su lado, para soltarse, no obstante, sus intentos fueron infructuosos. Ante su oposición, solo provocó ser lastimado porque lo sostuvieron con mayor fuerza; tratándolo sin ninguna consideración, lo arrastraron para luego lanzarlo a la calle, como si se tratara de una asquerosa bolsa de basur4.El aire le faltaba, sent&iac
Christian se levantó por fin de la cama, luego de mucha meditación, salió de su habitación, no sin antes tomar las llaves de una de sus motocicletas, era la manera más práctica de salir de allí, pues llamaría menos la atención que sacando uno de sus autos. Caminó de manera sigilosa, miró a todos los lados, mientras se movía de manera lenta para evitar ser visto, sabía que si lo veía Jared o cualquiera del personal de servicio lo detendrían, pero no estaba dispuesto a quedarse en esa casa mientras su interior era un peligroso tormento, necesitaba ir donde ocurrió todo. Las imágenes eran recurrentes en su memoria, su discusión con Lynda, su intento de retenerla, ella apartándose de su lado, para recostarse de las barandillas y segundos después verla caer por el balcón sin poder hacer nada para retenerla. Tomó la motocicleta del garaje, se puso el casco, sin encenderla hasta salir al exterior, subió y recorrió todo el camino que daba a la verja de la casa, por un moment
Jonás Johnson caminaba pavoneándose orgulloso, estaba feliz porque sus planes le habían salido mejor de lo que pensó, sobre todo cuando vio la noticia en las redes sociales y demás medios de comunicación, sobre el fallecimiento de su hija Lynda Johnson en manos de Christian Goldman, no había noticia sobre él, al parecer se pegó un tiro, pese a ello las noticias sobre el tema fueron bloqueadas, todo eran simples rumores. Sin embargo, estaba seguro de algo y es que ahora la Constructora J & L, permanecería a salvo, ya no tendría que lidiar con ese hombre, quien lo humilló hasta más no poder.¿Quién lo hubiese creído?, pensó, tuvo tanto miedo de Christian y terminó venciéndolo más rápido a los demás, se sonrió orgulloso, "Definitivamente cuando un hombre se enamora se vuelve imbécil, por muy inteligente que es
Leonard Skarosky. Luego que mandé a sacar a Christian, le coloco de nuevo el oxígeno y estabilizo a Lynda. Suspiro con impotencia al darme cuenta de su estado. Sufrió fractura en la columna vertebral, a nivel de la región lumbar, por lo cual en el futuro pudiesen verse afectada una o ambas piernas, necesitaría rehabilitación para volver a caminar.Mientras veía como la alejaban sentía una profunda tristeza, ella me recordaba tanto a mi hermana, y ahora que había recuperado algo de ella no quería perderla, haría todo lo posible por salvarla.En ese momento, sentir las puertas, abrirse con violencia de par en par, al girarme, vi a mi hermano Salvatore entrar.—¿Dónde está Lynda? —preguntó con voz seria.—Se la han llevado a tratar ciertas lesiones en su cuerpo, debemos lograr estabilizarla —respondí, sin poder dejar de sentir cierto remordimiento por lo que le acababa de hacer a Christian, lo destruí, sin embargo, era él o mi sobrina, y por supuesto que estaba en todo mi derecho de esco
Christian GoldmanNo sabía en lo que estaba pensando ese día, quizás era la tristeza, ese dolor que me carcomía hasta lo más profundo de mis huesos, o tal vez soy un cobarde o muy valiente, porque vivir representaba para mí un tormento más grande a la muerte. En el último segundo desvié el disparo y lo pegué de la pared, aparté el arma. Me puse las manos en mi cabeza, apoyando mis codos en la superficie del escritorio, cerré los ojos con fuerza tratando de encontrar una calma que desde hacía muchas horas había perdido; mas era en vano, no podía luchar contra la corriente, ¿Cómo iba a tener paz? Si desde el momento en que fui a la cena de los Johnson todo resquicio de la felicidad que palpé con Lynda, se esfumó, mi sexto sentido no me falló, por el contrario, me advirtió que no era buena idea… nunca debimos ir a ese lugar, pero ella se empeñó y todo para demostrarme su inocencia, la cual no pude ver… dejándome llevar por las apariencias y destruyendo lo más maravilloso que tuve en mi
Christian GoldmanAbrí los ojos lentamente, sentí mi lengua pegada a mi paladar, mis labios secos adheridos uno a otro, mi cuerpo era un amasijo de dolor, tristeza, sufrimiento, lamentaba que eso significaba que seguía con vida y yo no quería continuar, porque ya nada tenía valor para mí, pero era demasiado cobarde para intentar privarme yo mismo de ella y para mi desgracia, la muerte me huía. Mi conciencia me torturaba día y noche de manera incesante por haber destruido lo único hermoso que tuve en mi vida, lloraba porque cada recuerdo era una puñalada clavada en mi pecho.—L-linda —pude articular en un tono apenas audible, era más bien un pequeño alarido de dolor, salido desde las profundidades de mi alma.Intenté levantarme, se me hizo dificultoso, no tenía un solo espacio de mi cuerpo ileso, todo me dolía, fue allí cuando me di cuenta de que estaba en el piso duro, no sabía cuántos días había pasado allí encerrado en una pequeña habitación, de apenas dos por dos, oscura y húmeda
Christian Goldman Sentía mi cuerpo temblar, el ardor en mi estómago era insoportable, como si alguien me taladrara o enterrara un objeto punzante y se dedicara solo a seguir moviéndolo en mi herida, de repente escuché unos pasos y voces que no quise identificar a quien pertenecían, porque la bruma en mi mente me impedía pensar.—Llevémoslo para que lo atiendan. Se ve muy débil —dijo uno de los hombres.—¿Cómo no va a estar así? Mira sus labios están por completo agrietados, al parecer ni agua le han dado, mucha menos comida. ¡Ayúdenme a levantarlo! —pronunció el otro, mientras yo luchaba por no caer en la inconsciencia.Tiempo después, no podría decir cuánto, porque perdí por completo la noción del tiempo, abrí los ojos y estaba en la enfermería, con un suero conectado a mis venas y una enfermera, intenté moverme y ella me lo impidió.—Por favor, no se mueva, manténgase quieto, está muy débil, el doctor Isaac ya viene, él ha estado pendiente de usted, incluso gracias a su intervención
Tres años despuésChristian Goldman Observé a todos lados sin poder evitar el miedo que se instalaba en la boca de mi estómago, no era para menos, no podía dejar de sentir angustia, de solo imaginar enfrentarme al mundo exterior, durante este tiempo sucedieron tantas cosas, sufrí penurias, castigos, desprecios, las peores humillaciones, la mayoría de las veces me encerraban en una especie de cubículo donde no podía acostarme, apenas era un pequeño espacio de uno 1X1,5 metros, en el cual debía dormir sentado, desprovisto de baño, dónde hacia mis necesidades en el mismo espacio donde comía.Terminé acostumbrándome a ese repugnante hedor, duraba varios días encerrados, sin razón aparente porque no cometía ninguna indisciplina, creo que lo hacían con profundo placer, me sacaban después de muchos días al patio, exponiéndome al sol y al no estar acostumbrado, se maltrataban mis ojos. Yo no tenía esperanzas, sabía que esos años de sentencia se podían convertir en los últimos de mi vida, y e