Gianna despertó, aún sin abrir los ojos comenzó a desperezarse, sintiendo que había dormido muy bien, en cuanto abrió los ojos tardó unos segundos en reconocer dónde estaba, giró el rostro en busca de Alexander, allí estaba él, aún dormido con el rostro completamente relajado y los labios levemente separados, su pecho estaba al descubierto, no sabía en qué momento de la noche se había quitado su camisa de pijama, la sábana había desaparecido por completo y el gran cuerpo del hombre solo estaba cubierto por sus pantalones. Gianna no pudo evitar percatarse de lo atractivo que era, Alexander Harrison era sin lugar a dudas el hombre que cualquier mujer desearía, y no lo decía por su inmensa fortuna y ascendencia aristocrática, no, lo decía porque era bueno, atento, noble, cariño, nunca se le escapaba un detalle por pequeño que fuese, además era muy atractivo, con esa estatura privilegiada...Él se movió y suspiró a la vez que abrió los ojos, Gianna sintió vergüenza al verse descubierta mi
—¡Regina!— exclamó su padre completamente avergonzado de la actitud grosera de su hija, aunque era evidente que la estaba reprendiendo su tono era suave y sereno. —¿Sí?— la niña se detuvo junto a Mike y se giró para ver a su padre.—Déjalo, querido— respondió Gianna colocándose de pie, dejó reposar una mano en el pecho del hombre— Regina debe estar agotada, ya tendremos tiempo de conversar. —Pero...—Pierde cuidado, pongámonos en marcha. — se giró para ver a la niña, quién permanecía muy seria mientras ella le dedicó una amplia sonrisa La niña se subió al auto rápidamente. —Lo siento, Gia— se disculpó él. —Tranquilo, todo está bien— le aseguró— es hermosa, aunque muy seria para su edad— dijo riendo débilmente. — subiré adelante con Mike, de esa manera podrás sentarte con ella. —Podríamos ir los tres en la parte trasera. —Demosle algo de tiempo— respondió y él asintió. Subieron al auto de aquella manera y emprendieron la marcha. —Regina...— empezó él después de unos minutos de s
El teléfono de Alexander comenzó a sonar, sacándolos así de aquel momento de intimidad y apoyo que compartían. —Lo siento— se disculpó buscando el aparato y observando la pantalla— es mi madre...—suspiró antes de responder la llamada.— Hola, madre. ¿cómo estás?—Alexander Harrison, que poco te importa tu madre— le recriminó— tengo días sin saber de ti. —Lo siento, han sido días agitados — se excusó. —Siempre dices lo mismo, me agota escucharte. ¿Dónde estás?, Regina estaba lista, te esperaría el día de hoy. —Estoy en Irlanda, si es lo que te preocupa, estoy en Clontarf. —Eso me alegra, querido hijo mio— el tono de la madre se suavizó al saber lo cerca que tenía a su único hijo. —Esta mañana he ido por Regina al internado, no debes preocuparte por eso. Mañana por la mañana iremos a Tipperary, iremos a pasar una temporada contigo, así podrás conocer a Gianna, mi esposa. —¡Oh por Dios, ya eres un hombre casado!, eres más ingrato de lo que pensaba, Alexander, espero hayas hecho una
Gianna parpadeó con rapidez, tratando de tranquilizar las fuertes palpitaciones de su desbocado corazón. "Respira Gianna, respira"—¿Besarme?— lo miró a los ojos y sin poder evitarlo la mirada descendió hasta su boca, para ascender nuevamente a sus ojos. —Si...— respondió él suavemente— es que... Regina nos está viendo, démosle lo que... necesita. El CEO no pudo evitar mirar los carnosos labios de la jóven, parecían jugosos, anhelantes, unos labios hechos para ser besados. —Te dije que...— tragó el nudo en su garganta — que no habrían problemas, puedes besarme cada vez que... lo creas necesario. Somos adultos, podemos manejarlo— aseguró ella para convencerse, sin comprender por qué estaba tan nerviosa. —Si, podemos manejarlo...Bien...— Alexander extendió la mano y acarició el femenino y delicado mentón, Gianna contuvo la respiración, luego la mano se deslizó hasta la parte posterior de su cabeza y de forma lenta la acercó a él, Gianna mantuvo la mirada en aquellos bonitos ojos, ate
Se separaron y se miraron a los ojos fijamente y en silencio, Alexander estaba encantado con la imágen que recibía de ella en aquel momento; Su cabello despeinado, sus mejillas enrojecidas, sus labios hinchados de tanto besar y ser besados, y la piel sudada y temblorosa. Un nuevo llamado...—Maldición...— susurró frustrado, quitándose de sobre Gianna se sentó en la cama, rápidamente ella hizo lo mismo— ¡¿Quién es?!— preguntó fuertemente. —Soy yo, papá, Regina... ¿Puedo pasar?— ellos se miraron.—Dame un momento, Tesoro— respondió a su hija— dame un minuto, yo te digo cuando pasar— Dicho aquello se giró hacia Gianna comprendiendo que el momento de arrebatadora pasión se había esfumado— No me disculparé, Gia— dijo con voz enronquecida— ni diré que esto no debió suceder, que fue un error, ni que estoy arrepentido, porque yo odio las mentiras — ella sonrió.—Espero que no quieras que me disculpé, porque tampoco lo haré — respondió— pero...—¡¿Padre, ya puedo entrar?!—Un momento, cariño
Alexander bajó del vehículo después de apaga el lo, abrió la puerta trasera ayudando a su hija a salir, caminó para hacer lo mismo con Gianna, pero ella ya había salido, estaba impresionada ante la infraestructura frente a ella, lo intentaba, juraba que intentaba no sentirse pequeña pero así era como se sentía. —Y bien— Alexander llegó hasta ella, tomado d ella mano con Regina, la tomo a ella de la cintura pegándole a su cuerpo— ¿Te gusta? —Me encanta, es impresionante, Alex, me imaginaba una casa de campo, jamás un castillo. —Te mencioné que la familia de mi madre asciende hasta la aristocracia del país, además Irlanda es el país de los acantilados y los castillos, verás más castillos en Irlanda que en cualquier otra parte del mundo— dijo orgulloso.—Entremos de una vez, quiero ver a la abuela— intervino la niña inquieta. —Vamos...— Alexander tomó de la mano a Gianna y se encaminó a la casa, con su hija y su esposa, en un perfecto trío. Las puertas del lugar estaban abiertas, ing
La cena había sido muy amena, y a pesar del rostro amable de la matriarca en cuanto miraba a su nieta, solo bastaba que sus ojos se podrán en Gianna para que se mostrarán serios y reflexivos. Mucho después se habían retirado a sus habitación, Alexander entró al cuarto de baño para poco después salir con su pantalón de pijama.—Es mi turno— dijo ella sonriendo y dirigiéndose al cuarto de baño, intentando no mirar su pecho desnudo. Al entrar se observó en el espejo—¿Qué sucede contigo, Gianna?—le preguntó al reflejo, sin comprender por qué el cuerpo de Alexander le ocasiona tanto deseo, desde la noche anterior, no había podido dejar de pensar en él, de desear sus besos, de imaginarse la forma en la que acariciaría su cuerpo, la formar en la que le haría el amor, seguramente sería muy ardiente, algo que no olvidaría jamás, pero... Se miró al espejo observando su pecho agitado, sus labios separados para poder respirar mejor, sus pupilas dilatadas... ¿Cómo era posible que Alexander Harris
—¿Estás bien, Gia?— preguntó él después de largo rato, mientras le acariciaba la espalda desnuda. —Si, claro, estoy bien— se alejó de él, mirándolo fijamente a los ojos, se mordió el labio. —Me ha encantado— le acarició el cabello. —A mi también me ha gustado muchísimo— admitió con sinceridad— y aunque ha sido delicioso—se mordió el labio inferior— sigo sin estar segura de que involucrar el sexo sea buena idea.—¿Por qué no?— quiso saber, los senos a la altura de su cara, reclamaban su atención y sin poder contenerse extendió las palmas, deslizándolas por los pezones aún erectos y sensibles, Gianna gimió. —Alex... mantén esas manos quietas, por favor— lo reprendió y el Ceo hizo un ridículo puchero, extendió la mano buscando la prenda y ayudándola a colocarsela le dijo;—No quisiera hacerlo, pero si vamos a hablar debes cubrir ese delicioso cuerpo, Gianna.— ella sonrió y haciendo ademán de bajarse de sobre él, Alexander oprimió sus caderas.— No, mantente allí, querida— suspiró— la