Sentada en el asiento del avión, Gianna luchaba por respirar, estaba demasiado nerviosa, sentía deseos de vomitar o echarse a llorar, sintió cómo el avión comenzaba a avanzar y no pudo contener una fuerte respiración. Alexander se giró hacia ella y la miró con ojos llenos de comprensión. —¿Tienes miedo a volar?— preguntó observando sus ojos muy abiertos. —Nunca lo he hecho— respondió con voz ahogada— es mi primera vez, no es como que en el orfanato nos llevaran a muchos países. — terminó con ironía. Él extendió su mano tomando la de ella, entrelazando sus dedos, brindándole apoyo, inmediatamente Gianna lo presionó con fuerza— lo siento, pero tengo mucho miedo. —No te preocupes, puedes cortar mi circulación sanguínea— le regaló una linda sonrisa— viajar en vuelo privado tiene sus ventajas. —Me imagino que al tener tu propio avión, puedes volar siempre que lo desees. —No siempre, en ocasiones deseo volar lejos de todo, pero las responsabilidades me reclaman— Gianna lo miró.— verás
Nada más pisar tierra, los estaba esperando un lujoso auto, elegante, negro, un hombre maduro, los recibió con una cálida sonrisa. —Bienvenido a casa, señor. — le dijo e inclinó su rostro hacia Gianna. —Muchas gracias, Mike— respondió Alexander amablemente— te presento a mi esposa, la señora Gianna Harrison. —Señora, es todo un placer recibirle, soy Mike y estoy a sus órdenes. —Muchas gracias, Mike, el gusto es todo mío— Mike era alto, un hombre avanzado en edad, de brillantes ojos miel, sonrisa dulce y un cabello tan rubio que parecía reflejar los rayos del sol. —Querida— le dijo Alexander dirigiéndose a ella con una sonrisa— Mike se encargará del equipaje, por favor espera en el auto, conversaré con el capitán. —Por supuesto — respondió con dulzura y caminó obedientemente al auto, dónde Mike le abrió la puerta dándole ingreso, se sentó y solo allí se dió cuenta de que estaba agitada, ¿Por qué razón?, por supuesto que no era porque Alexander la hubiese llamado; querida, era sol
Gianna despertó, aún sin abrir los ojos comenzó a desperezarse, sintiendo que había dormido muy bien, en cuanto abrió los ojos tardó unos segundos en reconocer dónde estaba, giró el rostro en busca de Alexander, allí estaba él, aún dormido con el rostro completamente relajado y los labios levemente separados, su pecho estaba al descubierto, no sabía en qué momento de la noche se había quitado su camisa de pijama, la sábana había desaparecido por completo y el gran cuerpo del hombre solo estaba cubierto por sus pantalones. Gianna no pudo evitar percatarse de lo atractivo que era, Alexander Harrison era sin lugar a dudas el hombre que cualquier mujer desearía, y no lo decía por su inmensa fortuna y ascendencia aristocrática, no, lo decía porque era bueno, atento, noble, cariño, nunca se le escapaba un detalle por pequeño que fuese, además era muy atractivo, con esa estatura privilegiada...Él se movió y suspiró a la vez que abrió los ojos, Gianna sintió vergüenza al verse descubierta mi
—¡Regina!— exclamó su padre completamente avergonzado de la actitud grosera de su hija, aunque era evidente que la estaba reprendiendo su tono era suave y sereno. —¿Sí?— la niña se detuvo junto a Mike y se giró para ver a su padre.—Déjalo, querido— respondió Gianna colocándose de pie, dejó reposar una mano en el pecho del hombre— Regina debe estar agotada, ya tendremos tiempo de conversar. —Pero...—Pierde cuidado, pongámonos en marcha. — se giró para ver a la niña, quién permanecía muy seria mientras ella le dedicó una amplia sonrisa La niña se subió al auto rápidamente. —Lo siento, Gia— se disculpó él. —Tranquilo, todo está bien— le aseguró— es hermosa, aunque muy seria para su edad— dijo riendo débilmente. — subiré adelante con Mike, de esa manera podrás sentarte con ella. —Podríamos ir los tres en la parte trasera. —Demosle algo de tiempo— respondió y él asintió. Subieron al auto de aquella manera y emprendieron la marcha. —Regina...— empezó él después de unos minutos de s
El teléfono de Alexander comenzó a sonar, sacándolos así de aquel momento de intimidad y apoyo que compartían. —Lo siento— se disculpó buscando el aparato y observando la pantalla— es mi madre...—suspiró antes de responder la llamada.— Hola, madre. ¿cómo estás?—Alexander Harrison, que poco te importa tu madre— le recriminó— tengo días sin saber de ti. —Lo siento, han sido días agitados — se excusó. —Siempre dices lo mismo, me agota escucharte. ¿Dónde estás?, Regina estaba lista, te esperaría el día de hoy. —Estoy en Irlanda, si es lo que te preocupa, estoy en Clontarf. —Eso me alegra, querido hijo mio— el tono de la madre se suavizó al saber lo cerca que tenía a su único hijo. —Esta mañana he ido por Regina al internado, no debes preocuparte por eso. Mañana por la mañana iremos a Tipperary, iremos a pasar una temporada contigo, así podrás conocer a Gianna, mi esposa. —¡Oh por Dios, ya eres un hombre casado!, eres más ingrato de lo que pensaba, Alexander, espero hayas hecho una
Gianna parpadeó con rapidez, tratando de tranquilizar las fuertes palpitaciones de su desbocado corazón. "Respira Gianna, respira"—¿Besarme?— lo miró a los ojos y sin poder evitarlo la mirada descendió hasta su boca, para ascender nuevamente a sus ojos. —Si...— respondió él suavemente— es que... Regina nos está viendo, démosle lo que... necesita. El CEO no pudo evitar mirar los carnosos labios de la jóven, parecían jugosos, anhelantes, unos labios hechos para ser besados. —Te dije que...— tragó el nudo en su garganta — que no habrían problemas, puedes besarme cada vez que... lo creas necesario. Somos adultos, podemos manejarlo— aseguró ella para convencerse, sin comprender por qué estaba tan nerviosa. —Si, podemos manejarlo...Bien...— Alexander extendió la mano y acarició el femenino y delicado mentón, Gianna contuvo la respiración, luego la mano se deslizó hasta la parte posterior de su cabeza y de forma lenta la acercó a él, Gianna mantuvo la mirada en aquellos bonitos ojos, ate
Se separaron y se miraron a los ojos fijamente y en silencio, Alexander estaba encantado con la imágen que recibía de ella en aquel momento; Su cabello despeinado, sus mejillas enrojecidas, sus labios hinchados de tanto besar y ser besados, y la piel sudada y temblorosa. Un nuevo llamado...—Maldición...— susurró frustrado, quitándose de sobre Gianna se sentó en la cama, rápidamente ella hizo lo mismo— ¡¿Quién es?!— preguntó fuertemente. —Soy yo, papá, Regina... ¿Puedo pasar?— ellos se miraron.—Dame un momento, Tesoro— respondió a su hija— dame un minuto, yo te digo cuando pasar— Dicho aquello se giró hacia Gianna comprendiendo que el momento de arrebatadora pasión se había esfumado— No me disculparé, Gia— dijo con voz enronquecida— ni diré que esto no debió suceder, que fue un error, ni que estoy arrepentido, porque yo odio las mentiras — ella sonrió.—Espero que no quieras que me disculpé, porque tampoco lo haré — respondió— pero...—¡¿Padre, ya puedo entrar?!—Un momento, cariño
Alexander bajó del vehículo después de apaga el lo, abrió la puerta trasera ayudando a su hija a salir, caminó para hacer lo mismo con Gianna, pero ella ya había salido, estaba impresionada ante la infraestructura frente a ella, lo intentaba, juraba que intentaba no sentirse pequeña pero así era como se sentía. —Y bien— Alexander llegó hasta ella, tomado d ella mano con Regina, la tomo a ella de la cintura pegándole a su cuerpo— ¿Te gusta? —Me encanta, es impresionante, Alex, me imaginaba una casa de campo, jamás un castillo. —Te mencioné que la familia de mi madre asciende hasta la aristocracia del país, además Irlanda es el país de los acantilados y los castillos, verás más castillos en Irlanda que en cualquier otra parte del mundo— dijo orgulloso.—Entremos de una vez, quiero ver a la abuela— intervino la niña inquieta. —Vamos...— Alexander tomó de la mano a Gianna y se encaminó a la casa, con su hija y su esposa, en un perfecto trío. Las puertas del lugar estaban abiertas, ing