Júpiter Amato Nervioso, como un niñato, esperaba que la hora de ir por mi cita, era increíble cómo podía haber hecho tanto en un día ¡ni siquiera trabaje! Me dolía el estómago, había perdido las llaves de mi coche y me paseaba buscándolas de un lado a otro de mi habitación, solo había contestado a Esmeralda hoy mi móvil, pero tenía muchos mensajes, no quería que mi buen ánimo cayera, por lo que no quise saber de nada ni nadie más. – Dejarás un hoyo en el piso si sigues haciéndote de esa forma ¿Qué pasa? No es tu primera cita como para que estés nervioso – Verona entró bromeando a la habitación, tratando de apaciguar mi evidente nerviosismo. – No encuentro mis llaves – le digo, mientras desarmo mi cama buscándolas allí nuevamente – ni las del carro, ni las de la casa … – ¿estas? – pregunta y me giro a verlas, ella las tiene en las manos y yo asiento – estaban aquí – dice palmeando el buró - ¿Dónde tienes la cabeza sobrino? – suelto el aire de mis pulmones y tomó las llaves de sus ma
Esmeralda Hasta el momento todo estaba salido a pedir de boca, habíamos paseado, hablado y ahora estábamos cenando, todo era lindo, algo exclusivo y demasiado lujoso para mi gusto, pero él era quien me invitó y se había esforzado para hacer de esta velada algo perfecto, eso se lo debía o más bien me gustaba que sintiera que tenía darme lo mejor, mi amor propio lo aplaudía de pie y vitoreando como camionero, o como Rubí y Diamante lo hacen cuando salimos de compras. Reí sin querer y él tomó mi mano preguntándome ¿Cómo estaba todo? A lo que respondí positivamente, la verdad es que su compañía me agradaba, Júpiter me había demostrado que no solo era un excéntrico millonario, rodeado de lujos y derrochador, era un empresario inteligente, con sentido común, los pies sobre la tierra y que anteponía a su familia por, sobre todo, y eso era algo digno de admiración. Cuando ya estábamos por acabar de cenar, se me ocurrió algo y quise proponérselo. – Todo es muy agradable – dije y él me sonri
Júpiter Amato Su dulce aroma me hizo gruñir, era inteligente, sabía cómo desarmarme y ya no me pude contener, busque sus labios con desespero y ella me correspondió, eso me hizo tocar el cielo, la sostuve con fuerza, la apegue a mi cuerpo, sintiendo como su cuerpo respondía al mío, roce su entrepierna pasando mi mano hasta rodear su cintura, la abertura del vestido era lo mejor que podía haberme pasado. Enredo sus piernas en mi cintura, dejando sus pechos a la altura de mi boca, jugueteó con ellos a través de la tela, al cabo de un rato contuvo la respiración y soltó un pequeño gemido, mientras que yo estaba duro, tan duro que no podía aguantar, la deje sobre el suelo provocando que se apoya en el bar, la bese y seguí bajando, pase por sus senos, su vientre hasta llegar a la abertura del bendito vestido, creo que lo haré una de mis prendas favoritas. A medida que bajaba, también bajaba la braga que traía puesta, dejando que desde media pierna cayeran solos hasta el suelo, mientras m
Esmeralda Los días había pasado de forma rápida, entre salidas con Júpiter, el restaurante, las chicas en la universidad y uno que otro problema, enero se había pasado casi volando, estábamos entrando en febrero y una publicación en una revista nos traía algo nerviosas, cuando damos entrevistas siempre es lo mismo, uno nunca sabe cómo saldrán, puede que sea buena y ventajosa o, contrario a eso, puede ser crítica y hundirnos. Habíamos estado despiertas desde las cinco de la mañana, recibiendo proveedores, revisando el cambio de guardias, recibiendo a los primeros empleados, y ni así el tiempo pasaba rápido, las horas se nos habían hecho eternas, pronto fueron las 8am y Vodka se fue a comprar la revista. “… Un lugar modesto, en una de las zonas más concurridas de nuestra ciudad, cuya fachada ofrece la idea de que, efectivamente, estamos ante un exclusivo restaurante. En todos los sentidos”. Escuchaba a Zafiro leer la crítica y me relajé, habíamos pasado dos días estresadas por eso y
Júpiter Amato Verona fue la última que se subió al carro, y así partimos hacia el restaurante de Esmeralda, allí nos esperaba su pequeña familia, lo único que lamentaba es que Venus no había podido asistir, por otro lado, me preocupaba Apolo, últimamente lo veo alterado, algo desganado, me había contado lo que sucedía con una de sus alumnas y amigas de mi esposa, pero después no me dijo anda más. De eso ya ha pasado un mes y ellos hoy se verán, espero que no sé malentienda, o no haya complicaciones entre ellos dos, suspire cuando nos detuvimos en un semáforo, el silencio en el carro era tranquilo, pero aun así mis nervios no se calmaban. – Por favor, nada del tema de la subasta, de nuestro matrimonio ni de la casa que compre para ella – pedí – tampoco de sus amigas o de cómo vive – escuche como Verona se reía. – Tranquilo hijo – mi padre palmeo mi hombro. – Si, tranquilo – repitió Apolo – no diremos nada indebido, lo prometo. – Necesito que lo jures – me voltee a ver a mi hermano
Esmeralda No quería hablar, no lo necesitaba, pero quería algo que se me había negado todo el día, leer las malditas revistas, quería ver que opinaban esas personas tan amarillistas de mí, de nuestra relación, Júpiter me había tratado de calmar todo el día, si, le creía, pero la verdad es que necesitaba saber que decía. Salí del restaurante y pase por un negocio, comencé a leer dentro de mi carro, pero no, es que no era verdad, allí decían cosas que no tenían nada que ver, trate de calmarme, trate de pensar como lo hacía Rubí, ella me había dicho que eso es solo chisme, gente que inventa cosas para poder vender, pero ¡Dios! Yo no sabía que era tanto lo que estaban diciendo. Me sentí la tercera persona en mi relación, eso fue lo que todo esto me hizo sentir, respire profundo y fui consciente de que no podría manejar, tome un taxi y di la dirección de la casa, quería estar sola, si me iba al apartamento, las chicas llegaron en cosa de minutos, pero esta vez no, di la dirección de la c
Júpiter Amato Habían pasado algunos días y la prensa ya no nos perseguía, ya no estaba afuera del restaurante de las chicas y ellas habían podido seguir con sus agendas, un viaje a Italia me había mantenido ocupado, haciendo lo posible por no irme, o tratando de que Esmeralda fuera conmigo. – Serán tres días – dije, mientras la seguía por la casa, ella estaba leyendo un libro de cocina – tendré dos juntas, estaremos en la casa de mi familia, podrías conocer y pasearemos, volvemos antes de la quincena – ella se me quedó viendo, se me acerco y beso mis labios, odiaba que hiciera eso, me hacía decir que si a todo – por favor. – Lo siento, pero sabes que mi respuesta es no – subía la escalera – no es que no quiera, la verdad si me gustarían unas vacaciones, pero tengo un compromiso el 14 por la tarde y he descuidado demasiado mi cocina, este es él en que hacemos un cambio de menú y tengo que apoyar a las chicas – sabía que su excusa era válida. – ¿Qué debes hacer el 14 por la tarde? –
Esmeralda Júpiter se había ido el día anterior a Italia, no lo acompañé porque quería tiempo para mí, quería pensar por algunos días, fuera de que el evento de Zafiro estaba a solo días, y jamás habíamos faltado a uno, eso me dejaba tranquila, solo quería que todo saliera bien. Estaba ordenando y viendo el cambio del menú para este año, cuando sentí que la puerta del local estaba abierta. – Aún no abrimos al público – dije en voz alta – disculpé. – me quedé en silencio, pero no escuché cuando la puerta de salida fue abierta para que quien haya entrado saliera, me di vuelta para verificar de quién se trataba y no lo podía creer - ¡TÚ! – grite. – ¡TÚ! – grito de vuelta y abrió sus brazos para que yo saltara hacia ellos y eso hice – ¿cómo estás, preciosa? – escondí mi rostro en su cuello, hace tiempo no lo veía y creo que esto me hacía falta. – ¡Bastardo! ¿Cómo no avisaste que venías? ¿Sabes cuán preocupadas habíamos estado? No habías dado señales – reclame, pero sin soltarlo. Darío