Capítulo treinta y nueve: Marcada por el tirano—Gracias Michael, ha sido una velada encantadora —Teresa aceptó la mano que le ofrecía su acompañante y bajó del coche. Se encontraban en un pequeño patio, frente a un edificio de apartamentos, donde se encontraba el que el agente de Angelo había localizado para ella.Las palabras de Teresa eran sinceras, pues Michael la había llevado a dar un paseo por la ciudad y habían cenado en un restaurante al aire libre. Eso había contribuido a que Teresa se olvidara un poco de la tristeza que la dominaba desde que regresó de Capri. Le estaba muy agradecida a Michael por haberle sugerido que pasaran juntos uno de los pocos días que tenía libres.Durante los cinco días que siguieron a su regreso, de acuerdo con los derechos de visita que le otorgaron los tribunales, Teresa no había visto a sus hijos. Para ella fueron unos días de agonía. Por las noches, cuando no podía dormir, no dejaba de repetirse que el bienestar de los niños estaba por encima d
Capítulo cuarenta: El plan de AngeloMinutos después, Gina abrió la puerta principal, antes de que Angelo metiera la llave en la cerradura.—Ahora está durmiendo... —le informó la joven—. Los dos están durmiendo —le sonrió a Teresa—. Estará bien, ahora que usted se encuentra aquí... ya lo verá.—Tengo que subir a verlo —dijo Teresa y no esperó para ver si Angelo estaba de acuerdo. Subió los escalones de dos en dos, muy preocupada. Apretó los dientes al abrir la puerta de la habitación de los niños, temerosa, a pesar de lo que Angelo le había asegurado, del estado de salud de Stefano. Los dos niños dormían tranquilos. Las camas gemelas estaban separadas por una mesita donde brillaba una luz tenue.Teresa se arrodilló al lado de su hijo y murmuró:—¡Oh, Stefano, hijo mío! —le tocó la frente con los dedos, como si quisiera transmitirle un mensaje de consuelo sin despertarlo—. Mamá está aquí, cariño.Con cuidado, apartó la sábana que lo cubría. El niño estaba vestido con un pijama y ella
Capítulo cuarenta y uno: Trato hecho—¿Y bien? —insistió Angelo con voz suave. Luego le preguntó, entornando los ojos—. ¿Qué es más importante para ti, la felicidad de tus hijos o la tuya?¿Cómo podía ser tan cruel, después del sacrificio que había hecho?, se preguntó Teresa. A no ser que Angelo todavía pensara que ella tenía la intención de huir con Michael. Después de haberlos visto juntos esa noche, y de presenciar el beso que Michael le dio a la fuerza, Teresa no tenía muchas esperanzas de que le creyera, cuando negaba tener interés alguno por el hermano de Lorna.—Es lo mismo —respondió Teresa y levantó la barbilla con orillo—. ¿Por cuánto tiempo sería?—¿Cómo voy a saberlo? El tiempo que sea necesario... mientras los dos podamos soportarlo.—Necesito tiempo para pensarlo... —dijo Teresa. En su mente aparecieron los rostros inocentes de sus hijos. Se había convencido de que podría soportar vivir apartada de ellos. Quizá, si no hubiera tenido otra alternativa, habría encontrado la
Capítulo cuarenta y dos: Una hermana por sorpresaAlice se casó con Luciano, un banquero amigo del abuelo de Teresa, al cual conoció durante una cena que ofreció este y a la cual Paulo fue invitado. Fue una ceremonia simple sin invitados para no atraer la atención de los paparazzi y la prensa. No obstante, siempre se filtró la información y la noticia se divulgó en algunas revistas de la alta sociedad.Días más tarde fueron preguntando por Alice, a la residencia donde se había mudado la feliz pareja, resultó ser nada más y nada menos que una hija del padre de Teresa. Alice la recibió muy intrigada.—Hola, ¿en que puedo servirla, señorita? —dijo Alice mientras la observaba, la chica era rubia y la piel anacarada como Teresa y tenía unos ojos color esmeraldas que le recordaron al padre de su hija de inmediato.—Buenas, señora, permítame presentarme, soy la hija de Thomas Johnson. Tengo entendido que usted tuvo algo que ver con mi padre.Alice se quedó boquiabierta sin poder articular pa
Capítulo cuarenta y tres: Aceptar mi presenciaTeresa se despertó cuando alguien llamó a su puerta. Se sentó y se apartó el cabello del rostro; vio que los rayos del sol entraban por la ventana.En respuesta a su invitación, Angelo entró. Llevaba a Stefano cargado al hombro.—El culpable quiere también tu perdón —anunció Angelo—. Vamos a ir a desayunar. Le he pedido a Ermini que te lleve una bandeja.—Gracias —respondió Teresa y abrazó al niño cuando Angelo lo depositó sobre la cama. Le examinó el rostro en busca de alguna herida y no encontró nada que la alarmara—. Tendremos que organizarnos para e1 futuro, si vamos a seguir adelante con lo que hablamos anoche.—Eso no será difícil —aseguró Angelo—. Estoy mucho tiempo fuera. Podremos evitarnos sin mucha dificultad.—Sí —respondió Teresa. Deseó desviar la mirada de aquel hombre de expresión indiferente, pero le resultó imposible.Angelo llevaba la camisa abierta y las mangas enrolladas hasta os codos. Teresa supuso que debía de haber
Capítulo cuarenta y cuatro: Lo que quieroTeresa no respondió y volvió la cabeza. Deseó que él se marchara de una vez y la dejara sola. Cuando escuchó que la puerta se abría y luego se cerraba, pudo relajarse y se dijo que estaba contenta porque él no se había atrevido a tocarla. Hizo caso omiso del sentimiento de desilusión que experimentó cuando se fue.Se abrazó las rodillas y se inclinó hacia delante; el cabello le cayó sobre el rostro. Pensó que el divorcio era el final, y no esa separación legal en la que se había quedado atrapada.Tres semanas más tarde, tuvo que admitir que, por primera vez en tres años, una sensación de paz y felicidad se extendía sobre Villa Rieti.Durante los días de trabajo, Angelo salía de la casa temprano después de desayunar con los niños. Últimamente, Teresa no había podido resistir la tentación de acercarse a la ventana de su habitación para verlo caminar hacia la limusina. Los recuerdos invadían su corazón cuando admiraba su paso atlético y su porte
Capítulo cuarenta y cinco: ViolenciaTeresa mintió, pues no podía decirle la verdad a Lorna.La expresión de Lorna se transformó y sus ojos reflejaron tristeza y conocimiento a la vez.—Todavía lo amas, ¿no es así, Tessa?—¡No! —exclamó Teresa con demasiada rapidez—. Él no me quiere —fijó la mirada en sus manos, humillada por su confesión.—No hay conexión entre esas dos frases, tú lo sabes —opinó Lorna—. Es verdad lo que Michael me dijo, ¿no es así? Él no tiene ninguna oportunidad contigo.—Lo aprecio como amigo... —explicó Teresa—. Es simpático y amable. Lo último que deseo es herirlo, pero...—No es el hombre adecuado para ti —terminó Lorna por ella—. Sí, estaba segura de que él no tenía posibilidades. Estoy segura de que la decisión que tomó era la correcta. —¿Decisión? —preguntó Teresa y esperó una explicación.—Sí, él no quiso avergonzarte al telefonearte o visitarte en la villa, por lo que me pidió que te diera la noticia. Aprovechó una oportunidad maravillosa para trasladar e
Capítulo cuarenta y seis: Una visita inesperadaA la mañana siguiente, Teresa suspiró con enfado, sacó el disquete que había usado y apagó el ordenador. Había estado intentando continuar con sus muestrarios, pero todos sus talentos creativos parecían haberla abandonado. De forma vaga creyó oír el sonido del timbre de la puerta, pero no se preguntó quién podría ser, puesto que estaba absorta reflexionando sobre lo mucho que la había turbado su discusión de la noche anterior con Angelo.Ermini llamó a la puerta del estudio antes de entrar.—Es la señorita Andronicos. Desea verla —anunció Ermini. El ama de llaves parecía ansiosa, como si esperara una tosca negativa. Antes, ese hubiera sido el caso, pero no en ese momento, pensó Teresa. El sufrimiento le había hecho madurar... y la madurez le había dado cierta dignidad.—Está bien, Ermini. Precisamente iba a descansar ahora. Puedo dedicarle unos momentos —de manera automática, se arregló el cabello con dedos nerviosos.Hubo un tiempo, du