37. PROBANDO EL CONTROL

Capítulo treinta y siete: Probando el control

Como si Angelo le hubiera leído el pensamiento, añadió:

—¡Tómalo, Teresa!

En silencio, ella aceptó la cajita y la abrió. Era un hermoso huevo de porcelana azul de Paros, con un diseño en relieve en el que aparecía Cupido con el arco en la mano y la aljaba a la espalda.

Era una pieza de coleccionista. Cuando Teresa tenía quince años, había ahorrado hasta el último céntimo para comprar una pieza similar de porcelana de Limoges. Todavía era una de sus posesiones que más apreciaba... y él lo sabía.

—¡Es exquisita! —exclamó Teresa colocándosela en la palma de la mano. Sintió una tristeza profunda que no quiso analizar.

—En mi país, un huevo simboliza una nueva vida... un nuevo comienzo. Me alegro de que te haya gustado —comentó Angelo. Llamó al camarero para que le llenara de nuevo la copa de brandy—. Ahora, a los negocios, Teresa —esperó hasta que el camarero se hubo alejado después de llenarle la copa—. Decidí romper por completo con el pasa
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