Capítulo treinta y dos: Loca por completoTeresa salió como un bólido de la villa sin responder a las palabras de Angelo, sin tan siquiera esperar la limusina que éste le había ofrecido para que la llevara, no quería que nadie pudiera ver las lágrimas en su rostro, no habría soportado la lástima una vez más. Aquella sensación de sentirse algo tan indigno, tan insignificante como solamente él podía hacer que se sintiese en esos momentos. Fue caminando hasta el apartamento de Lorna, y el andar hizo que se le pasara la tristeza y comenzara a ver las cosas de una forma más positivas.—¡Estás loca, loca por completo! —exclamó Lorna West con las manos apoyadas en las caderas. Estaba mirando cómo Teresa hacía su maleta—. Has pasado todo ese dolor y sufrimiento para no tener que volver a ver a ese hombre y ahora te propones irte de vacaciones con él —levantó la voz—. Sinceramente, Tessa, necesitas ir al psiquiatra.—No sería la primera vez —comentó Teresa sonriendo brevemente.—No es bueno qu
Capítulo treinta y tres: Amar—¿Te sientes bien, Teresa? —Angelo la observó, mientras ella se apartaba un mechón de cabello de su frente que el viento no dejaba de batir apenas pisaron tierra firme.—Sí, estoy bien —respondió ella. Se sentía un poco cansada y pensó que se debía a la tensión de estar al lado de Angelo, cuando poco antes había decidido firmemente expulsarlo por completo de su vida. Por supuesto, nunca se le había ocurrido dejar de ver a sus hijos; había contado con preparar las visitas de manera que no tuviera que encontrarse con él.—El descanso te sentará bien —opinó Angelo.—Es probable que a los dos nos beneficie un poco de paz y tranquilidad —comentó Teresa. Le sorprendió que pudieran hablar de manera civilizada, como seres humanos normales. Pensó que si Angelo mantenía las distancias, como le había prometido, esas vacaciones si resultarían beneficiosas para ella.Diez minutos después, Teresa contemplaba la vieja granja con ojos nostálgicos y una intensa expresión
Capítulo treinta y cuatro: Amarte a ti mismaAngelo observó a su esposa.—Yo... tú... íbamos a hablar de otras cosas, me parece —le recordó Teresa.Notó que Angelo entornaba los ojos en un gesto de desaprobación, ya que había querido volver al tema original. Sintió que los músculos del estómago se le tensaban por el pánico. Angelo se había declarado desarmado por la decisión judicial; sin embargo, no había señales de ello en la manera orgullosa que tenía de levantar la cabeza o en la expresión de su rostro.—Ah, sí —su sonrisa era benigna y al mismo tiempo amenazadora—. Si necesitas refrescarte la memoria respecto a cómo llegar al pueblo o a las tiendas... —hizo una pausa y levantó las cejas. —Gracias, estoy segura de que lo recordaré —respondió Teresa.—Lo suponía —dijo con satisfacción—. En ese caso, no necesitarás ningún consejo de mi parte. La mayoría de los días trabajaré en mi habitación; puedes decirles a los niños que los veré en la playa cuando tenga tiempo. ¿Estás de acuerd
Capítulo treinta y cinco: Cena de celebración—Teresa, no me iré hasta que me contestes —manifestó Angelo con impaciencia.La joven se dijo que no debería tener tanto miedo de encontrarse con él. Además, pensó, la puerta no tenía cerradura; lo único que tenía que hacer Angelo para abrirla era empujarla. Le sorprendió que no lo hubiera hecho ya.—¡Espera! —pidió Teresa. Se puso una bata de satén y la cerró sobre su cuerpo medio desnudo.Fue a abrir la puerta y ver a Angelo, cuando comprendió que había esperado verlo todavía en traje de baño. Se tranquilizó un poco al ver que estaba equivocada.—¿Me permites un momento? —preguntó Angelo. Tenía el cabello húmedo y vestía una camisa gris y pantalones cortos.—Por supuesto —respondió Teresa, turbada. Se apartó para que él entrara. Él la recorrió con la mirada.—¿Duermes bien, Teresa? —le preguntó. Inquieta por la manera que tenía de mirarlo, la joven sólo pudo asentir. Intentó disimular su agitación al ver que él se acercaba a la cama de m
Capítulo treinta y seis: Feliz cumpleañosTan pronto como Angelo salió de la habitación, Teresa se tomó una ducha deseando que el agua pudiera borrar el efecto que él le había causado. Había sentido cierta frialdad en el tono aparentemente cortés de Angelo cuando le preguntó si había dormido bien, como adivinara que el descansar una vez más en la cama donde ambos habían encontrado tanta satisfacción, intensificaba la sensación de vacío que la acompañaba durante todos esos días. ¡El precio que le había estado pidiendo pagar por esos últimos días era muy alto!Salió de la ducha y se secó con energía para aliviar la tensión de sus músculos. Pensativa, Teresa se dispuso en ese momento a aplicarse un poco de crema, para protegerse convenientemente la piel. Entre tanto vinieron a su mente recuerdos del pasado, cuando nacieron los mellizos y su madre vino con su abuelo para verla, tan delicada como estaba que casi no pudo atenderlos, siempre se lo reprochó.Más tarde cuando salió del hospita
Capítulo treinta y siete: Probando el controlComo si Angelo le hubiera leído el pensamiento, añadió: —¡Tómalo, Teresa!En silencio, ella aceptó la cajita y la abrió. Era un hermoso huevo de porcelana azul de Paros, con un diseño en relieve en el que aparecía Cupido con el arco en la mano y la aljaba a la espalda.Era una pieza de coleccionista. Cuando Teresa tenía quince años, había ahorrado hasta el último céntimo para comprar una pieza similar de porcelana de Limoges. Todavía era una de sus posesiones que más apreciaba... y él lo sabía.—¡Es exquisita! —exclamó Teresa colocándosela en la palma de la mano. Sintió una tristeza profunda que no quiso analizar.—En mi país, un huevo simboliza una nueva vida... un nuevo comienzo. Me alegro de que te haya gustado —comentó Angelo. Llamó al camarero para que le llenara de nuevo la copa de brandy—. Ahora, a los negocios, Teresa —esperó hasta que el camarero se hubo alejado después de llenarle la copa—. Decidí romper por completo con el pasa
Capítulo treinta y ocho: IntimidaciónAngelo deslizó las manos hasta los hombros y le besó en la boca. Fue un beso duro que despertó la pasión en el cuerpo de la joven. Cuando al fin se apartó, Angelo le dirigió una mirada helada, sin demostrar compasión o pesar alguno por haberla humillado de esa forma.—¿Por qué, Teresa... por qué? —preguntó Angelo con agresividad—. ¿Hay algún motivo o es que todavía sientes placer al oponerte a mí sólo por gusto?—¡Eso no es justo! —se defendió Teresa al instante—. Yo, a mi vez, debería preguntarte si todavía disfrutas intimidándome. —¿Intimidándote? —repitió Angelo levantando las cejas, sorprendido—. ¿Cuándo te he intimidado yo, Teresa?—¡Todo el tiempo! —lo miró con desafío—. Desde el primer momento en que pisé tu casa, me diste órdenes como... como si...—Como si te amara y deseara que te establecieras en este nuevo y extraño ambiente con las menores dificultades posibles —indicó Angelo y la miró a la cara.—¡No! Fue como si yo fuera una criatu
Capítulo treinta y nueve: Marcada por el tirano—Gracias Michael, ha sido una velada encantadora —Teresa aceptó la mano que le ofrecía su acompañante y bajó del coche. Se encontraban en un pequeño patio, frente a un edificio de apartamentos, donde se encontraba el que el agente de Angelo había localizado para ella.Las palabras de Teresa eran sinceras, pues Michael la había llevado a dar un paseo por la ciudad y habían cenado en un restaurante al aire libre. Eso había contribuido a que Teresa se olvidara un poco de la tristeza que la dominaba desde que regresó de Capri. Le estaba muy agradecida a Michael por haberle sugerido que pasaran juntos uno de los pocos días que tenía libres.Durante los cinco días que siguieron a su regreso, de acuerdo con los derechos de visita que le otorgaron los tribunales, Teresa no había visto a sus hijos. Para ella fueron unos días de agonía. Por las noches, cuando no podía dormir, no dejaba de repetirse que el bienestar de los niños estaba por encima d