Capítulo treinta y cinco: Cena de celebración—Teresa, no me iré hasta que me contestes —manifestó Angelo con impaciencia.La joven se dijo que no debería tener tanto miedo de encontrarse con él. Además, pensó, la puerta no tenía cerradura; lo único que tenía que hacer Angelo para abrirla era empujarla. Le sorprendió que no lo hubiera hecho ya.—¡Espera! —pidió Teresa. Se puso una bata de satén y la cerró sobre su cuerpo medio desnudo.Fue a abrir la puerta y ver a Angelo, cuando comprendió que había esperado verlo todavía en traje de baño. Se tranquilizó un poco al ver que estaba equivocada.—¿Me permites un momento? —preguntó Angelo. Tenía el cabello húmedo y vestía una camisa gris y pantalones cortos.—Por supuesto —respondió Teresa, turbada. Se apartó para que él entrara. Él la recorrió con la mirada.—¿Duermes bien, Teresa? —le preguntó. Inquieta por la manera que tenía de mirarlo, la joven sólo pudo asentir. Intentó disimular su agitación al ver que él se acercaba a la cama de m
Capítulo treinta y seis: Feliz cumpleañosTan pronto como Angelo salió de la habitación, Teresa se tomó una ducha deseando que el agua pudiera borrar el efecto que él le había causado. Había sentido cierta frialdad en el tono aparentemente cortés de Angelo cuando le preguntó si había dormido bien, como adivinara que el descansar una vez más en la cama donde ambos habían encontrado tanta satisfacción, intensificaba la sensación de vacío que la acompañaba durante todos esos días. ¡El precio que le había estado pidiendo pagar por esos últimos días era muy alto!Salió de la ducha y se secó con energía para aliviar la tensión de sus músculos. Pensativa, Teresa se dispuso en ese momento a aplicarse un poco de crema, para protegerse convenientemente la piel. Entre tanto vinieron a su mente recuerdos del pasado, cuando nacieron los mellizos y su madre vino con su abuelo para verla, tan delicada como estaba que casi no pudo atenderlos, siempre se lo reprochó.Más tarde cuando salió del hospita
Capítulo treinta y siete: Probando el controlComo si Angelo le hubiera leído el pensamiento, añadió: —¡Tómalo, Teresa!En silencio, ella aceptó la cajita y la abrió. Era un hermoso huevo de porcelana azul de Paros, con un diseño en relieve en el que aparecía Cupido con el arco en la mano y la aljaba a la espalda.Era una pieza de coleccionista. Cuando Teresa tenía quince años, había ahorrado hasta el último céntimo para comprar una pieza similar de porcelana de Limoges. Todavía era una de sus posesiones que más apreciaba... y él lo sabía.—¡Es exquisita! —exclamó Teresa colocándosela en la palma de la mano. Sintió una tristeza profunda que no quiso analizar.—En mi país, un huevo simboliza una nueva vida... un nuevo comienzo. Me alegro de que te haya gustado —comentó Angelo. Llamó al camarero para que le llenara de nuevo la copa de brandy—. Ahora, a los negocios, Teresa —esperó hasta que el camarero se hubo alejado después de llenarle la copa—. Decidí romper por completo con el pasa
Capítulo treinta y ocho: IntimidaciónAngelo deslizó las manos hasta los hombros y le besó en la boca. Fue un beso duro que despertó la pasión en el cuerpo de la joven. Cuando al fin se apartó, Angelo le dirigió una mirada helada, sin demostrar compasión o pesar alguno por haberla humillado de esa forma.—¿Por qué, Teresa... por qué? —preguntó Angelo con agresividad—. ¿Hay algún motivo o es que todavía sientes placer al oponerte a mí sólo por gusto?—¡Eso no es justo! —se defendió Teresa al instante—. Yo, a mi vez, debería preguntarte si todavía disfrutas intimidándome. —¿Intimidándote? —repitió Angelo levantando las cejas, sorprendido—. ¿Cuándo te he intimidado yo, Teresa?—¡Todo el tiempo! —lo miró con desafío—. Desde el primer momento en que pisé tu casa, me diste órdenes como... como si...—Como si te amara y deseara que te establecieras en este nuevo y extraño ambiente con las menores dificultades posibles —indicó Angelo y la miró a la cara.—¡No! Fue como si yo fuera una criatu
Capítulo treinta y nueve: Marcada por el tirano—Gracias Michael, ha sido una velada encantadora —Teresa aceptó la mano que le ofrecía su acompañante y bajó del coche. Se encontraban en un pequeño patio, frente a un edificio de apartamentos, donde se encontraba el que el agente de Angelo había localizado para ella.Las palabras de Teresa eran sinceras, pues Michael la había llevado a dar un paseo por la ciudad y habían cenado en un restaurante al aire libre. Eso había contribuido a que Teresa se olvidara un poco de la tristeza que la dominaba desde que regresó de Capri. Le estaba muy agradecida a Michael por haberle sugerido que pasaran juntos uno de los pocos días que tenía libres.Durante los cinco días que siguieron a su regreso, de acuerdo con los derechos de visita que le otorgaron los tribunales, Teresa no había visto a sus hijos. Para ella fueron unos días de agonía. Por las noches, cuando no podía dormir, no dejaba de repetirse que el bienestar de los niños estaba por encima d
Capítulo cuarenta: El plan de AngeloMinutos después, Gina abrió la puerta principal, antes de que Angelo metiera la llave en la cerradura.—Ahora está durmiendo... —le informó la joven—. Los dos están durmiendo —le sonrió a Teresa—. Estará bien, ahora que usted se encuentra aquí... ya lo verá.—Tengo que subir a verlo —dijo Teresa y no esperó para ver si Angelo estaba de acuerdo. Subió los escalones de dos en dos, muy preocupada. Apretó los dientes al abrir la puerta de la habitación de los niños, temerosa, a pesar de lo que Angelo le había asegurado, del estado de salud de Stefano. Los dos niños dormían tranquilos. Las camas gemelas estaban separadas por una mesita donde brillaba una luz tenue.Teresa se arrodilló al lado de su hijo y murmuró:—¡Oh, Stefano, hijo mío! —le tocó la frente con los dedos, como si quisiera transmitirle un mensaje de consuelo sin despertarlo—. Mamá está aquí, cariño.Con cuidado, apartó la sábana que lo cubría. El niño estaba vestido con un pijama y ella
Capítulo cuarenta y uno: Trato hecho—¿Y bien? —insistió Angelo con voz suave. Luego le preguntó, entornando los ojos—. ¿Qué es más importante para ti, la felicidad de tus hijos o la tuya?¿Cómo podía ser tan cruel, después del sacrificio que había hecho?, se preguntó Teresa. A no ser que Angelo todavía pensara que ella tenía la intención de huir con Michael. Después de haberlos visto juntos esa noche, y de presenciar el beso que Michael le dio a la fuerza, Teresa no tenía muchas esperanzas de que le creyera, cuando negaba tener interés alguno por el hermano de Lorna.—Es lo mismo —respondió Teresa y levantó la barbilla con orillo—. ¿Por cuánto tiempo sería?—¿Cómo voy a saberlo? El tiempo que sea necesario... mientras los dos podamos soportarlo.—Necesito tiempo para pensarlo... —dijo Teresa. En su mente aparecieron los rostros inocentes de sus hijos. Se había convencido de que podría soportar vivir apartada de ellos. Quizá, si no hubiera tenido otra alternativa, habría encontrado la
Capítulo cuarenta y dos: Una hermana por sorpresaAlice se casó con Luciano, un banquero amigo del abuelo de Teresa, al cual conoció durante una cena que ofreció este y a la cual Paulo fue invitado. Fue una ceremonia simple sin invitados para no atraer la atención de los paparazzi y la prensa. No obstante, siempre se filtró la información y la noticia se divulgó en algunas revistas de la alta sociedad.Días más tarde fueron preguntando por Alice, a la residencia donde se había mudado la feliz pareja, resultó ser nada más y nada menos que una hija del padre de Teresa. Alice la recibió muy intrigada.—Hola, ¿en que puedo servirla, señorita? —dijo Alice mientras la observaba, la chica era rubia y la piel anacarada como Teresa y tenía unos ojos color esmeraldas que le recordaron al padre de su hija de inmediato.—Buenas, señora, permítame presentarme, soy la hija de Thomas Johnson. Tengo entendido que usted tuvo algo que ver con mi padre.Alice se quedó boquiabierta sin poder articular pa