Alex observa a Rebecca, inmóvil, con sus ojos fijos en la puerta. Sin pensarlo dos veces, se acerca a ella, envolviéndola en un abrazo por detrás, sintiendo el calor de su cuerpo contra el suyo.– ¡No me toques! – Ella grita, empujándolo con fuerza, lágrimas a punto de romper el límite de sus ojos, y una llama de rabia en su mirada.– ¿Por qué estás gritando? – Pregunta Alex, su voz tranquila, pero sus ojos revelando una preocupación genuina.– ¿Cuál es tu problema? – Pregunta, su voz temblorosa y los nervios hechos pedazos, mientras Alex mantiene un silencio cargado de tensión.– ¿Quieres hablar? Mírame. No soy una pared. – Responde, deseando desesperadamente romper la barrera que se ha formado entre ellos.Rebecca mira la puerta una última vez, suspira profundamente y se vuelve para enfrentarlo. Su corazón late más rápido a medida que él se acerca, y cuando Alex extiende la mano hacia su rostro, ella da un paso atrás, evitando su toque.– Ya te dije, no me toques. ¿Cuál es tu proble
Alex y Rebecca pasaron una noche en vela, librando una agotadora batalla con sus propias emociones. Para Rebecca, los temores relacionados con el bebé la atormentan como susurros que evocan un pasado doloroso, y el miedo a repetir los mismos errores la consume. Mientras tanto, Alex sufre por tardar demasiado en perdonarse a sí mismo y por herir repetidamente a la mujer que lleva en su corazón, lo que lo ha hecho perder la oportunidad de ser feliz a su lado. A la mañana siguiente, Alex toma una ducha fría y se encuentra con sus amigos para el desayuno.– Parece que alguien no ha tenido una noche de sueño tranquila. Tu aspecto es pésimo. – Comenta Leandro al ver a Alex.– Sin bromas, mi humor está por los suelos hoy. ¿Dónde está Richard?– Está en el trabajo, no va a desayunar con nosotros. – Responde Saulo.– Entonces, caballeros, ¿qué tienen para compartir sobre la Srta. Jenkins y el Sr. Plaenge?– Hasta donde sé, no tenemos la obligación de proporcionarte información sobre ellos. – A
Rebecca se detiene frente a la puerta de la oficina de Natan y suspira, reuniendo coraje para entrar y hablar con él. Ella golpea la puerta y espera una respuesta, su corazón latiendo fuertemente de ansiedad.– Puedes entrar. – Responde Natan con un tono profesional.– Buenos días, Sr. Plaenge. – Saluda con una sonrisa tímida, su mirada revela la complejidad de las emociones que la afligen.– Mi guapa, qué bien verte. – Responde con una sonrisa emocionada. Se levanta, se acerca y, de repente, la besa inesperadamente, haciendo que su corazón se acelere. – Llegas tarde.– Lo sé, discúlpame. – Responde, apartándose y dándole la espalda. – Tuve una cita médica.– ¿Y cómo estás, mi amor? – Pregunta, con un toque de preocupación en su voz.– ¿Qué me llamaste? – Pregunta, dándose la vuelta para mirarlo, sus ojos revelando sorpresa.– Mi amor. – Responde, acercándose y acariciando su rostro con ternura. – Rebecca, te amo. – Dice, observando la expresión sorprendida de ella. – Sé que pediste q
Susan y Rebecca pasaron el día inmersas en conversaciones en el apartamento, y la presencia y consejos de Susan gradualmente disiparon la inseguridad y el miedo que Rebecca estaba sintiendo. Por la noche, se unieron a sus amigos en la casa de Camila y Saulo.– Amiga, ¿cómo estás? – Pregunta Camila, sus ojos llenos de empatía.– Me siento mejor. Gracias por el apoyo.– Rebecca, necesitamos tener una conversación seria. – Afirma Ryan, golpeando ligeramente los dedos en la mesa.– Ryan, por favor, dame un tiempo para organizar mis pensamientos. – Responde, con una expresión irritada.– Rebecca, ¿hablaste con él? – Insiste, mirándola seriamente.– Sí, anoche. Si quieren saber, soy la culpable del último arrebato de Alex. Lo resolveré, no se preocupen...– No aguanto más, necesito saber. – Dice Luiza, interrumpiéndola con ojos ansiosos. – ¿Estás embarazada?– Richard, no puedes guardar un secreto, ¿verdad? – Bromea Rebecca, y una ola de risas recorre la habitación. – Sí, estoy embarazada,
A medida que los días avanzan en el calendario, Rebecca se encuentra envuelta en una creciente telaraña de frustraciones. Los días, que inicialmente se arrastraban, ahora se han convertido en meses que cuentan la historia de su incansable búsqueda de Alex. Su agotamiento es evidente, un manto de agotamiento que la rodea, y su ánimo oscila entre el efímero brillo de los días soleados y las sombras que se ciernen en las horas más solitarias. La desesperación se ha convertido en su compañera constante, una sombra que susurra la imposibilidad de ponerse en contacto con el padre de sus hijos.Sin embargo, en medio de este torbellino de emociones, los pequeños milagros que crecen en su vientre se elevan como faros de esperanza en su vida. Se han convertido en su prioridad incuestionable.En una tarde de agosto, Rebecca se encuentra frente a un espejo en una tienda de artículos de lujo para bebés. Sus ojos se pierden en la visión de su vientre, una esfera de vida que ya lleva casi seis meses
En un hotel junto al mar en Nassau, Bahamas, Alex se asoma al balcón y observa las centelleantes aguas del océano ante él. Con su teléfono celular en mano, accede al perfil falso que meticulosamente construyó en el pasado, después de su encuentro con Rebecca. Las fotos de ella aparecen en la pantalla, mostrando su radiante belleza en medio de su embarazo. Con una mirada decidida, Alex marca el número de teléfono y realiza la llamada.– María, buenas noches. – Dice cuando le contestan. – ¿Lograste terminar todo a tiempo? – La impaciencia en su voz es innegable.– Alex, sí, lo logré. Dejé el paquete que enviaste en su apartamento, con rosas y globos. Todo está perfectamente preparado, tal como lo planeaste.– Excelente, agradezco enormemente por todo, María. – La gratitud en su voz es innegable.– ¿Y cuándo regresarás a Boston?– Llegaré mañana por la noche, alrededor de las 10.María sonríe con entusiasmo, compartiendo la anticipación de la felicidad de Rebecca al finalmente revelar a
Rebecca desborda de alegría con la noticia del regreso de Alex. Con cuidado, coloca la pequeña caja en la mesa de la sala de estar y sujeta un globo en forma de corazón con la inscripción "te amo", imaginando las emociones que él experimentará al descubrir aquella encantadora sorpresa.– ¿Qué te parece? ¿Es muy sencillo? – Pregunta, con un toque de inseguridad en su voz.– Sencillo, pero absolutamente perfecto. – Responde Maria, tranquilizándola. – Para Alex, lo que realmente importará es el significado que se encuentra dentro de esta caja.– Escribí una carta, pero ahora que estaré aquí para recibirlo, ¿crees que es necesario?– Tus palabras escritas con el corazón serán un toque especial en este momento. – Responde Maria, y una sonrisa aparece en los labios de Rebecca.– ¡Voy a prepararle una cena! No puedo esperar para verlo, abrazarlo y presenciar la sonrisa en su rostro cuando confirme que es el padre de nuestros hijos. – Dice, emocionada. – Maria, a pesar de todo el dolor que Al
Rebecca abre lentamente los ojos, su visión aún borrosa. Su rostro latea de dolor y lágrimas corren por sus ojos. Siente la mano del extraño deslizándose por su cuerpo y un escalofrío recorre su espina dorsal. En un acto de desesperación, se arrastra por el suelo, alejándose de las manos amenazadoras del hombre siniestro.– Afortunadamente, has despertado. No tengo interés en jugar con mujeres inconscientes. – Vocifera, su voz resonando amenazadoramente en la habitación. – ¿Cómo podría alguien querer deshacerse de una mujer tan increíblemente hermosa y cautivadora como tú? – Pregunta, sosteniéndola por los pies y arrastrándola hacia él.– ¡No! No me toques. – Grita, pataleando y golpeando su rostro con los pies. Con esfuerzo, se apoya en el sofá y trata de ponerse de pie, pero siente cómo sus cabellos son brutalmente agarrados y es arrojada nuevamente al suelo con violencia.– Cuanto más resistas, más dolorosa será tu situación. – Amenaza el hombre, dominándola. – Eres una mujer atrac