Después de interminables horas de espera, Rebecca y sus amigas deciden hacer una pausa y se dirigen a la cafetería del hospital para comprar café, en un intento de reconfortar a los amigos y familiares exhaustos. Al regresar, los ojos de Rebecca se fijan en Alex, que permanece encogido en la silla, con la cabeza baja. Con una determinación suave, ella se acerca y se arrodilla ante él, ofreciéndole una taza de café. Sus miradas se encuentran, compartiendo una tristeza profunda.– Alex, lo siento mucho. Todo estará bien.Alex levanta su mirada hacia la suya, y ambos conectan, transmitiendo el dolor que llevan en sus corazones. Él apoya su frente en la de Rebecca, cierra los ojos, y así permanecen, como si el mundo a su alrededor hubiera desaparecido. Finalmente, él la abraza, y el abrazo se extiende, como si encontraran refugio en el calor mutuo.– Gracias, Rebecca. – Agradece, tomando la taza de café. Ella se acomoda a su lado, y sus manos se entrelazan de manera natural. Juntos, esper
Alex abraza a Rebecca, envolviéndola con sus brazos y acariciando suavemente su cabello. En aquel momento, el silencio se llena con el cálido abrazo y el amor que siente por ella, rompiendo la soledad que lo acompaña a diario. A pesar de que intenta convencerse de que no merece su presencia, anhela que aquel instante perdure, solo para seguir sintiéndola en sus brazos.– Ahora está arriba, haciendo compañía a nuestra hija. – Susurra Alex, rompiendo el silencio, mientras los ojos de Rebecca se llenan de lágrimas. – Tú y mi abuelo me dijisteis lo mismo. También me aseguró que todo iría bien aquella noche, y al final, las cosas no mejoraron. Rebecca, aquel año fue una pesadilla, la pérdida de nuestra hija fue un dolor inimaginable, pero la noche en que te vi sufrir aquella crisis fue igual de aterradora y dolorosa. Habría muerto junto a ti si no te hubieran salvado. Y hoy, cuando llegué aquí y vi que le hacían masajes cardíacos a mi abuelo, aquellos recuerdos volvieron, y tuve que enfren
Rebecca se mantuvo reclusa en su apartamento a lo largo de toda la semana, rechazando el contacto de todos sus amigos e incluso las insistentes llamadas de su jefe. En aquel momento, solo quería vivir su dolor en paz, sin escuchar palabras de consuelo o escuchar constantemente que todo estaría bien, cuando sabía que no lo estaría. La necesidad de enfrentar la realidad surge cuando lee el mensaje que acaba de recibir." Sr. Jenkins, lamento mucho por tu pérdida. Pero si no regresas al trabajo mañana, serás despedida."Al día siguiente, Rebecca encerró con siete llaves en su corazón todo el dolor que sintió a lo largo de aquella semana, dolores que la han acompañado durante muchos años. La vida sigue su curso, las heridas se entierran profundamente bajo la fachada de normalidad que debe mantener, y las lágrimas, esas, se derraman en secreto durante las noches solitarias. Con una sonrisa forzada en el rostro, entra en la oficina de Natan, recibiendo una mirada indecifrable.– Siéntese, S
Rebecca y Susan se despiertan la mañana siguiente con una resaca considerable y no pueden evitar reír al encontrarse con sus maquillajes corridos cuando se miran en el espejo, comenzando el día con un toque de humor.– Dios mío, estoy terriblemente atrasada. – Rebecca se queja, sosteniendo la cabeza.– Relájate, amiga. Si le das un beso a tu jefe, olvidará la tardanza. – Susan bromea, sacando risas de ambas.– Susan, por favor. ¿Besar a mi jefe? ¿En serio? – Responde, riendo suavemente.– Tú fuiste quien lo estaba pensando anoche, solo te lo recuerdo. – Susan responde con una sonrisa traviesa.– Ya soy naturalmente tonta, no hace falta empeorar eso. – Responde, y se dirige al baño para sus rutinas matutinas, mientras Susan se dirige al otro baño.Después de prepararse, comparten el desayuno, y Susan se siente muy satisfecha al ver el ánimo de su amiga aquella mañana.– Tenemos que hacer esto más a menudo, Becca. Me divertí mucho.– Yo también. Gracias por pasar la noche conmigo. Ahora
Dos semanas después de la lectura del testamento, todos los amigos se reunieron en un evento benéfico. Ryan y Christine observan a Melissa caminar de la mano de Eduardo por el lugar, irradiando felicidad, mientras ellos aún no habían encontrado ninguna prueba que confirmara su implicación en la tragedia que impactó la vida de sus amigos. A medida que la mesa de amigos se va llenando, las conversaciones fluyen animadamente.– Alex, ¿cuándo planeas regresar a Zúrich? – Pregunta Saulo.– Tal vez la próxima semana, ahora que he logrado resolver todos los problemas en el Grupo Shaw. O tal vez yo... – Interrumpe su discurso al notar a Rebecca caminando de la mano de Natan por el salón. – Probablemente la próxima semana. – Concluye, tomando un trago de whisky para ocultar su incomodidad.Al notar la presencia de Alex, Rebecca siente que sus mejillas se sonrojan, revelando su vergüenza. Natan percibe que aprieta su mano mientras caminan hacia la mesa, y ella le ofrece una sonrisa tímida.– En
En aquel momento, la única banda sonora es la música de fondo, mientras el ambiente en la mesa se vuelve extremadamente tenso y la incomodidad de Rebecca es evidente, ya que evita la mirada de Alex.– Rebecca, ¿cómo puedes pasar tanto tiempo con alguien así? – Susurra Natan, aunque sus palabras son claramente audibles.– Estoy curioso, ¿alguien así? – Pregunta Alex, fijando su mirada en él.– Alex, deja de provocar. – Advierte Bruna, en un intento de aliviar la tensión.– Permítanme disfrutar de esta rara oportunidad de un análisis de comportamiento gratuito. – Dice, llevando el vaso a los labios, provocando risas entre sus amigos.– Alex, tus respuestas afiladas y tu indiferencia cuestionable han regresado. – Observa Richard, riendo.– ¿Qué les parece si brindamos por eso, entonces? – Pregunta, levantando el vaso con un aire desafiante y bebiendo el whisky de un trago.– Son personas increíbles, excepto tú. – Natan señala a Leandro. – ¿Cómo pueden tolerar la presencia de alguien tan
Alex observa a Rebecca, inmóvil, con sus ojos fijos en la puerta. Sin pensarlo dos veces, se acerca a ella, envolviéndola en un abrazo por detrás, sintiendo el calor de su cuerpo contra el suyo.– ¡No me toques! – Ella grita, empujándolo con fuerza, lágrimas a punto de romper el límite de sus ojos, y una llama de rabia en su mirada.– ¿Por qué estás gritando? – Pregunta Alex, su voz tranquila, pero sus ojos revelando una preocupación genuina.– ¿Cuál es tu problema? – Pregunta, su voz temblorosa y los nervios hechos pedazos, mientras Alex mantiene un silencio cargado de tensión.– ¿Quieres hablar? Mírame. No soy una pared. – Responde, deseando desesperadamente romper la barrera que se ha formado entre ellos.Rebecca mira la puerta una última vez, suspira profundamente y se vuelve para enfrentarlo. Su corazón late más rápido a medida que él se acerca, y cuando Alex extiende la mano hacia su rostro, ella da un paso atrás, evitando su toque.– Ya te dije, no me toques. ¿Cuál es tu proble
Alex y Rebecca pasaron una noche en vela, librando una agotadora batalla con sus propias emociones. Para Rebecca, los temores relacionados con el bebé la atormentan como susurros que evocan un pasado doloroso, y el miedo a repetir los mismos errores la consume. Mientras tanto, Alex sufre por tardar demasiado en perdonarse a sí mismo y por herir repetidamente a la mujer que lleva en su corazón, lo que lo ha hecho perder la oportunidad de ser feliz a su lado. A la mañana siguiente, Alex toma una ducha fría y se encuentra con sus amigos para el desayuno.– Parece que alguien no ha tenido una noche de sueño tranquila. Tu aspecto es pésimo. – Comenta Leandro al ver a Alex.– Sin bromas, mi humor está por los suelos hoy. ¿Dónde está Richard?– Está en el trabajo, no va a desayunar con nosotros. – Responde Saulo.– Entonces, caballeros, ¿qué tienen para compartir sobre la Srta. Jenkins y el Sr. Plaenge?– Hasta donde sé, no tenemos la obligación de proporcionarte información sobre ellos. – A