CARLOS. No me estresaría por Olivia.Si ella quería salir un momento y mantener distancia, que lo hiciera, que hiciera lo que le diera la gana.Esta discusión por el condenado beso que me di con Francis fue la primera vez que en verdad dudé si fue o no pronto para pedirle que viviéramos juntos.Solo por un breve momento lo pensé. Se me quitó cuando vi la hora en mi celular y me percaté que eran las 10:00 PM.Ni siquiera quise indagar con los escoltas sobre el paradero de Olivia. Ray tenía trabajo y estaba seguro que la perseguía, que en ese momento y a esa hora se encontraba junto a ella, al menos manteniendo distancia, como debía ser.Pero la mujer es una dama hecha y derecha que tiene toda la potestad de defenderse y de categorizar y —además— priorizar su felicidad. Y debo confesar que muy en el fondo me agradaban esos celos que tenía. Daban lectura de sus sentimientos por mí. Lógico: si no le afectaba en absoluto o casi nada lo que ocurriese entre nosotros, no podía estar enamorad
OLIVIA.Necesitaba estar sola. Visité a mi madre, corroborando su salud, ayudándola un poco, ya que su amiga se encargaba de unos asuntos personales.Me alegró mucho verla mejor y que estuviese en contacto con su médico de cabecera, felicitando una vez más al Seguro por permitir que nuestra salud estuviese bien cuidada.Mamá notó que algo pasaba y le recordé que me mudaría. Ya se lo había contado, pero no con detalles. Ella no lo vio extraño, sin embargo, me dio algunos consejos que hablaban sobre seguridad y pruebas a mí misma. Entre todas las cosas que me dijo, me gustó una en particular: "no tienes nada que perder, querida hija". Ella era obtimista y creía que las oportunidades se dan justo en la juventud. Si estaba enamorada y ese hombre era el indicado, ¿por qué ir despacio y con tantas dudas?Me abrí un poco a ella, solo un poco, mencionándole parcialmente la forma en la que nuestra relación comenzó. No le mencioné los puntos engorrosos ni demasiado privados, pero sí le di a
***La noche después de allí no pudo estar mejor. La comida, exquisita. El postre, increíble.Nos confesamos algunas cosas que no nos habías dicho, como tonterías que cada quien pensó cuando nos acostamos la primera vez, datos y susurros del alma que jamás nos diríamos aquella noche, evitando arruinar el momento ardiente de nuestro primer encuentro.Olivia me tenía sorprendido, pero a la vez, me lo esperaba. Ella es una mujer a toda regla que a pesar de haber sucumbido a una noche lujuriosa con un extraño, es decir, yo..., es líder de sus sentimientos y deseos. En esa novena cena me sentí mucho más fascinado por ella. Me tenía por completo en sus manos.Un poco más de las 12:00 de la mañana, a las 00:30 horas, como se diría en otros lados del planeta, decidimos que ya era tiempo de regresar a nuestro apartamento. Al día siguiente debíamos laborar y Marco tenía escuela. Además, a Olivia le preocupaban los escoltas. No prestó atención cuando le dije que para eso les pagaba.Pedí la cuen
Capítulo X. La décima cena. En tus manos. OLIVIA.—Pasen... ¿Hola?La dueña de la casa nos abrió la puerta, nos hablaba, nos invitaba a pasar a su hogar y no le respondíamos. Ni siquiera nos movimos.Cuando escuché la palabra "atentado" de la boca de Carlos la noche anterior, sinceramente no sé qué me esperaba. Tal vez alguna contusión, un yeso producto de un choque automovilístico o quizás pude haber pensado en un trauma emocional que ella nos confesaría. Definitivamente, el trauma sí tenía que tenerlo, pero todo lo demás se quedaba corto ante mis ojos.Nancy es una mujer sumamente hermosa, una dama en toda regla.Con una belleza inigualable, es de las féminas que casi no se ven en Maracaibo y en muchas partes. Sus genes italianos y latinos se mezclan creando a una hembra especial. Y si adicionamos el dinero, misterio, lujo y éxito, su aspecto cobra un brillo ultra fascinante.No me cayó tan bien cuando nos conocimos en su restaurante, luego de que ella se acercara a mi mesa (aún
OLIVIA.No entendí lo que nos pasaba a Carlos y a mí, hasta que le sugerí vernos en aquel restaurante junto al lago. Me había fascinado y me pareció estupenda la idea de regresar allí.No tendría por qué decir qué día cuadré aquella salida. Por supuesto que era un viernes. Vendría siendo nuestra décima cena fuera, sin embargo, pude sentir hace casi un mes que la décima en verdad se desarrolló con alguien más, una mujer aguerrida que se atrevió a recibirnos en su casa a pesar de sus circunstancias de no conocernos tanto, aceptar nuestros presentes, mostrarse y confesarnos quién era el culpable de sus atropellos y quebrantos.Sí, Nancy, Carlos y yo cenamos amenamente en su casa y debo contar esa noche como un interesante momento de nuestras vidas.Salir de aquella vivienda no fue fácil. Conciliar el sueño después no se dio de inmediato. Las preguntas vinieron luego y también las respuestas lacónicas, pero entendí que era mejor seguir viviendo antes que abrumarnos por lo que podría suced
OLIVIA.—¿Qué tienes ahí?Mi pregunta estaba de más. Supe que era un arma desde que la yema de mis dedos la rozaron.Nos miramos a la cara.Él apretó la mandíbula y se encogió de hombros de una forma extremadamente ligera.—Me provocó sacarla hoy.—¿Por qué? —Miré a Ray, luego a él—. ¿Viniste solo? ¿Dónde está Juan?—Él está afuera.—Si él está afuera, ¿por qué te provocó sacar tu arma? ¿No lo contrataste para que la use él?Carlos siguió penetrando el iris de mis ojos. No se inmutaba, no tragaba grueso, pero sí que ocultaba algún fuerte sentimiento, muy parecido a la desesperación, tal vez al descubrimiento infraganti, sin embargo, fue la primera vez que vi frialdad en su mirada, hielo. No le gustaba mi pequeño interrogatorio.Lo malo era que a mí no me importó que no le agradara nada. Yo iba a por más.—¿No me vas a responder?—Quise…sacar...mi...arma —enfatizó todo, poco a poco, palabra por palabra. Luego hizo silencio—. Olivia, quise ponérmela en la espalda y no es la primera vez
CARLOS. Sí, me aseguré que Olivia estaba bien.No, no usé el arma. No hubo tiempo siquiera de tocarla detrás de mi espalda.Sí, yo estaba bien.No, Ray no lo estaba. Juan tampoco. Y para cuando mi cerebro por sí solo se hizo esas preguntas, pensaba en su padre, en su madre y en cómo estarían dirigiendo la noticia.Sin embargo, algo mantenía mi cordura lineal y fortalecida. No era más que el poder escuchar la frase, revoloteando en mi consciencia: está vivo, está vivo, Ray está vivo.Me encontraba en el hospital. Llevábamos más de cuatro horas allí. Ni Olivia, ni yo queríamos movernos hasta no entender que el hombre que nos cuidaba, sobre todo a ella, estaba bien. La esposa de Ray era un mar de lágrimas, pero se veía fuerte y gestionaba todo mucho mejor que su hermano, quien intentaba ocultar sus nervios.Ella nos dio las gracias a Olivia y a mí por haber actuado rápido y nos dijo algo muy importante (mirándonos directamente a los ojos): que no nos sintiéramos culpables por nada.Juan
Capítulo XI. La cena once. La mejor decisión de mi vida. CARLOS.Ray salió del hospital tres días después. Los médicos dijeron que podía recuperarse en casa. La policía localizó al hombre que disparó. Su rostro y porte no estaban fuera de lo común, no hubo sorpresas. Bien pudo haber sido un vecino o un compañero de trabajo. El sujeto podía pasar desapercibido para cualquiera. Eso nos dejó parcialmente tranquilo a todos. Lo conversé con Finol, con Olivia y hasta con Nancy, debíamos descansar de los escoltas. No me preocupaba la plata, soy de los que cree que la seguridad y el bienestar de uno deben ser bien pagados y remunerados. Solo se trataba de entender que el enemigo ya no estaba en las calles asechando. Tony era un fugitivo, Vasallo andaba perdido casi igual que el anterior, y peor. Y muy probablemente también fuera del país, qué sabía yo. El sujeto del carro azul tras las rejas cantaba todas las historias sobre el Urdaneta más dañino, hasta donde se sabía, lo que le otorgaba