CARLOS.No sé qué rayos le pasaba a Francis. Antes no se metía en mis cosas, jamás entraba a mi casa, ni siquiera iba a mi trabajo, nada de nada. Si necesitaba que alguien cuidase de Marco, buscaba a otra persona, yo siempre era el plan C o D de su vida y sabía, hasta ese entonces, que esa decisión no era por mala mía o alguna molestia para conmigo, simplemente a ella no le gustaba entrometerse en mis asuntos, porque odiaba que yo lo hiciese con los suyos. Ahora, ¿qué rayos le pasaba? Lo de su casa, en diciembre, lo atribuí al momento, el trasnocho, el alcohol, qué se yo. Lo de decirlo en ese momento y en ese tono de voz, se convirtió en una locura para mí, una estupidez.Basta solo con entender que luego de haber cortado la relación hace diez años con ella, un encuentro furtivo entre ambos fue lo que nos convirtió en padres. Ni siquiera éramos pareja, ya no éramos nada y sucumbimos a una entrega que hasta el sol de hoy solo comprendo como una enredadera del destino para que Marco nac
OLIVIA. Me levanté del sillón y me fui para la cocina. Necesitaba alejarme de él. Si continuaba argumentando, cometería el error de decir algo de lo que podría arrepentirme.Me serví un vaso de agua que me bebí completa en pocos tragos. Coloqué el vaso dentro del lavaplatos y sostuve mis manos en el borde la encimera.Carlos se acercó, por supuesto, quedándose al otro lado del mesón.—Nancy me recomendó irme de la ciudad. Lo sabes, porque te lo conté.Ladeé la cabeza, aun dándole la espalda, escuchando.Él continuó:—Me quedé en la casa de unos tíos de Francis. Mi hijo y su madre ya estaban allí. Marco tenía vacaciones, como debes suponer. Yo solo aproveché estar en la capital para establecer y adelantar unos negocios. Me devolvería si hubiese sido bueno tanto para mí como para ti el estar aquí. —Me giré para mirarle—. Estará loca, pero Nancy suele dar consejos muy certeros. Fue una buena cosa lo que me recomendó hacer. ¿Te das cuenta que todo se calmó y me pude regresar? Además… —
Capítulo XIX. La novena cena. En tus manos. NANCY.Las cosas pasan por algo, soy de las que maneja ese discurso. Pero a veces me gustaría pensar que no es así. Que fortuitamente nos suceden cosas todo el tiempo y que a pesar de labrar nuestro destino, seguimos siendo víctimas de escenarios impensados en deliberadas escenas de vida.Las seis de la tarde. Febrero. Me coloqué frente a la acera al otro lado del portón del garaje de mi casa, observando el vehículo estacionado aledaño a las rejas grises con blanco de mi hogar, en diagonal a mí, justo frente a la entrada principal.Era Tony.A pesar de lo que mi vida pueda ser, no solía tener grandes enemigos. De hecho, mi vida era parcialmente tranquila. Yo sabía que era él sin verlo. No conocía sus carros, era imposible saberlo y mucho más difícil identificarlos cuando hizo una vida fuera del país. A pesar de no poder ver su rostro gracias a los vidrios tintados de su camioneta negra de lujo, era él. Sin duda.Detrás de mí, pude ver a t
CARLOS. No me estresaría por Olivia.Si ella quería salir un momento y mantener distancia, que lo hiciera, que hiciera lo que le diera la gana.Esta discusión por el condenado beso que me di con Francis fue la primera vez que en verdad dudé si fue o no pronto para pedirle que viviéramos juntos.Solo por un breve momento lo pensé. Se me quitó cuando vi la hora en mi celular y me percaté que eran las 10:00 PM.Ni siquiera quise indagar con los escoltas sobre el paradero de Olivia. Ray tenía trabajo y estaba seguro que la perseguía, que en ese momento y a esa hora se encontraba junto a ella, al menos manteniendo distancia, como debía ser.Pero la mujer es una dama hecha y derecha que tiene toda la potestad de defenderse y de categorizar y —además— priorizar su felicidad. Y debo confesar que muy en el fondo me agradaban esos celos que tenía. Daban lectura de sus sentimientos por mí. Lógico: si no le afectaba en absoluto o casi nada lo que ocurriese entre nosotros, no podía estar enamorad
OLIVIA.Necesitaba estar sola. Visité a mi madre, corroborando su salud, ayudándola un poco, ya que su amiga se encargaba de unos asuntos personales.Me alegró mucho verla mejor y que estuviese en contacto con su médico de cabecera, felicitando una vez más al Seguro por permitir que nuestra salud estuviese bien cuidada.Mamá notó que algo pasaba y le recordé que me mudaría. Ya se lo había contado, pero no con detalles. Ella no lo vio extraño, sin embargo, me dio algunos consejos que hablaban sobre seguridad y pruebas a mí misma. Entre todas las cosas que me dijo, me gustó una en particular: "no tienes nada que perder, querida hija". Ella era obtimista y creía que las oportunidades se dan justo en la juventud. Si estaba enamorada y ese hombre era el indicado, ¿por qué ir despacio y con tantas dudas?Me abrí un poco a ella, solo un poco, mencionándole parcialmente la forma en la que nuestra relación comenzó. No le mencioné los puntos engorrosos ni demasiado privados, pero sí le di a
***La noche después de allí no pudo estar mejor. La comida, exquisita. El postre, increíble.Nos confesamos algunas cosas que no nos habías dicho, como tonterías que cada quien pensó cuando nos acostamos la primera vez, datos y susurros del alma que jamás nos diríamos aquella noche, evitando arruinar el momento ardiente de nuestro primer encuentro.Olivia me tenía sorprendido, pero a la vez, me lo esperaba. Ella es una mujer a toda regla que a pesar de haber sucumbido a una noche lujuriosa con un extraño, es decir, yo..., es líder de sus sentimientos y deseos. En esa novena cena me sentí mucho más fascinado por ella. Me tenía por completo en sus manos.Un poco más de las 12:00 de la mañana, a las 00:30 horas, como se diría en otros lados del planeta, decidimos que ya era tiempo de regresar a nuestro apartamento. Al día siguiente debíamos laborar y Marco tenía escuela. Además, a Olivia le preocupaban los escoltas. No prestó atención cuando le dije que para eso les pagaba.Pedí la cuen
Capítulo X. La décima cena. En tus manos. OLIVIA.—Pasen... ¿Hola?La dueña de la casa nos abrió la puerta, nos hablaba, nos invitaba a pasar a su hogar y no le respondíamos. Ni siquiera nos movimos.Cuando escuché la palabra "atentado" de la boca de Carlos la noche anterior, sinceramente no sé qué me esperaba. Tal vez alguna contusión, un yeso producto de un choque automovilístico o quizás pude haber pensado en un trauma emocional que ella nos confesaría. Definitivamente, el trauma sí tenía que tenerlo, pero todo lo demás se quedaba corto ante mis ojos.Nancy es una mujer sumamente hermosa, una dama en toda regla.Con una belleza inigualable, es de las féminas que casi no se ven en Maracaibo y en muchas partes. Sus genes italianos y latinos se mezclan creando a una hembra especial. Y si adicionamos el dinero, misterio, lujo y éxito, su aspecto cobra un brillo ultra fascinante.No me cayó tan bien cuando nos conocimos en su restaurante, luego de que ella se acercara a mi mesa (aún
OLIVIA.No entendí lo que nos pasaba a Carlos y a mí, hasta que le sugerí vernos en aquel restaurante junto al lago. Me había fascinado y me pareció estupenda la idea de regresar allí.No tendría por qué decir qué día cuadré aquella salida. Por supuesto que era un viernes. Vendría siendo nuestra décima cena fuera, sin embargo, pude sentir hace casi un mes que la décima en verdad se desarrolló con alguien más, una mujer aguerrida que se atrevió a recibirnos en su casa a pesar de sus circunstancias de no conocernos tanto, aceptar nuestros presentes, mostrarse y confesarnos quién era el culpable de sus atropellos y quebrantos.Sí, Nancy, Carlos y yo cenamos amenamente en su casa y debo contar esa noche como un interesante momento de nuestras vidas.Salir de aquella vivienda no fue fácil. Conciliar el sueño después no se dio de inmediato. Las preguntas vinieron luego y también las respuestas lacónicas, pero entendí que era mejor seguir viviendo antes que abrumarnos por lo que podría suced