El sol salía con un suave tono dorado, bañando el campo con su suave calor. Las risas resonaban en el aire mientras los cinco deambulaban por los sinuosos senderos que atravesaban los extensos campos llenos de flores. Tanya observó cómo Alexander perseguía a Alyssa mientras llevaba a la pequeña Azul en un canguro frente a él, porque a índigo lo llevaba ella.La risa tan alegre y despreocupada de ellos, llenaba el lugar, incluso desde la distancia, podía ver el brillo de la auténtica felicidad en los ojos de Alexander, una visión que le hizo estremecer el corazón y sentir una absoluta paz.Y así había sido durante todos esos días. En las tardes, se contentaban con los placeres sencillos de la vida. La cocina se convirtió en su refugio, lleno de los ricos aromas de la cocina y el armonioso sonido del tintineo de los utensilios. Tanya estaba de pie junto a la mesa de madera, amasando la masa con las palmas cubiertas de harina mientras Alexander cortaba las verduras al ritmo de una melo
Mientras Alexander y Tanya se iban conociendo y compenetrando más, algo similar estaba ocurriendo entre Paul y Eletta. El chico había organizado salidas y encuentros con ella para que pasaran momentos tiernos e inocentes. Había decidido no tener ningún encuentro íntimo con ella, lo hacía porque le quería demostrar a sí mismo y a ella que había algo más entre ellos que sexo.En la penumbra del cine, la pantalla parpadeó ante sus ojos y las sombras se dibujaban en sus rostros mientras compartían risas silenciosas, sin dejar de tomarse las manos. Ella colocaba su cabeza en su hombro, mientras él besaba con suavidad su frente, aunque quisiera ir más allá.Algo similar ocurrió en el parque recreativo, con las manos enlazadas como piezas de rompecabezas perdidas, deambulaban entre ecos de gritos de alegría y zumbidos mecánicos, un capullo de conexión en medio del caos. Fueron a comer helados, los sabores se combinaron en sus lenguas, sin dejar de observarse con esa mezcla de deseo y pasi
El aire nocturno era una mezcla de frío y electricidad mientras las luces de la ciudad bailaban en la distancia. En el arcén de la autopista, un auto plateado permanecía aislado de los faros, con las ventanillas empañadas por la intensidad de lo que ocurría en su interior.La penetrante luz blanca atravesó el cristal empañado, seguida del agudo crepitar de una radio policial. Destellos rojos y azules cortaron la oscuridad, reflejándose en el espejo retrovisor y proyectando un resplandor urgente sobre la pareja.—¡Policía! Abran la puerta —. La voz autoritaria retumbó, rompiendo su íntimo capullo.A pesar de la risita de Paul y Eletta comenzaron a vestirse con rapidez, mientras sus corazones martilleaban contra su pecho.La repentina intrusión de la realidad se sintió como agua helada apagando las llamas de la pasión.Los ojos de Eletta estaban abiertos de par en par, alarmada, y su anterior confianza se vio sustituida por la frenética necesidad de cubrirse con la ropa que había esparc
La silueta de Tanya adornaba el umbral de la puerta, con una bandeja en las manos, mientras entraba en el estudio de Alexander. La luz de la mañana se filtraba por el ventanal derramándose sobre la figura de Alexander, que se veía bastante disgustado.La noche anterior Tanya se había quedado allí, porque se les había hecho tarde cuando regresaron de viaje, y él la convenció de quedarse en su apartamento, por eso en ese momento estaba llevándole un café y par de sándwiches, una intimidad doméstica que ninguno de los dos había planeado.—¿Qué te pasa? —Tanya se aventuró a preguntar, preocupada por su expresión, mientras dejaba la bandeja en la mesa y notaba la tensión grabada en sus facciones.Los ojos de Alexander brillaron con una mezcla tormentosa de ira y determinación. —¡Pasa que voy a matar a tu primo! —siseó molesto, en tono sombrío, apretando con más fuerza el periódico.—¿Por qué? —, preguntó ella, con evidente confusión.—Ve y así te das cuenta por ti misma —, gruñó él, empu
Eletta, con el corazón encogido por la angustia de su padre, no pudo contenerse y corrió hacia él, dejando a Paul de lado. Acomodó su cuerpo junto al sofá, y acariciando los cabellos de su padre, trató de ofrecer consuelo.—Papá, hablemos con ella. Disculparte, explícale lo que quisiste decir. Tanya te ama, lo sé. Tal vez si le muestras cuánto lo lamentas...Alexander levantó la mirada, encontrándose con los ojos suplicantes de su hija. Había un halo de esperanza en ellos que le hizo reconsiderar la situación por un momento.—¿Y si no quiere escucharme? —su voz era apenas un susurro quebrado.—Entonces yo hablaré con ella primero y le contaré cómo te sientes, y lo arrepentido que estás. No te preocupes papá, todo se soluciona hablando, no tenemos por qué perder a las personas que amamos por orgullo o error.Paul, que se había mantenido al margen después de la confesión del hombre, decidió intervenir.—Señor Alexander, si me permite también puedo hablar con Tanya.—No, gracias, no es n
Tanya trató de asentir, pero las lágrimas brotaron y fluyeron por sus mejillas sin que pudiera contenerlas. Alexander la envolvió en sus brazos, asegurando el refugio de su abrazo mientras se instalaba por unos segundos un silencio quebradizo entre ellos. —Llévame a Roma… yo necesito saber si esa gente abusó de mí, necesitamos encontrarlos —dijo con voz entrecortada.—Piero dio con la mayoría de ellos… —sus palabras fueron interrumpidos por Tanya.—¿Pero también encontró a las que estaban en ese video? —no espero respuesta y continúo hablando—… yo no sé las razones, pero esa parte se había borrado de mi mente, es como si esos recuerdos se hubiesen bloqueados, como si no quisiera recordar.—Está bien, entonces te llevaré a Roma —le respondió sin dejar de abrazarla.Después de unos momentos, la fragilidad del silencio se rompió con el sonido del teléfono de Alexander vibrando sobre la mesa de café. Con movimientos deliberados, se separó de Tanya y revisó la pantalla antes de atender.
Eletta tragó saliva, su mirada alternaba entre el celular de su padre y el semblante crispado de sus dos padres. El silencio parecía envolver la habitación como una densa niebla, cada segundo se cargaba de más tensión.—Explícame esto —le dijo Alexander pasándole el celular.Al leer el contenido, ella frunció el ceño.—Lo siento, pero no sé qué signifique esto, esto es un malentendido —se apresuró a decir, pero su voz no portaba la firmeza que hubiera deseado.Alexander pasó una mano por su cabello, claramente perturbado por la información, tomó una respiración profunda antes de hablar.—Un malentendido que ha sido anunciado al mundo entero es algo más que un error, Eletta. ¡¡¿Por qué soy el último en enterarme que te vas a casar?!! ¿Acaso estoy pintado en la pared? —expresó con evidente enojo.Iker era muy observador, y después de su abuelo Taddeo, era el más inteligente de los Ferrari, observó la escena, tratando de encontrar su papel en ese caos, no sabía qué hacer, de parte de qui
La incertidumbre se pintaba en el rostro de Eletta, sus ojos danzaban nerviosamente entre Paul, que esperaba una respuesta mientras le sostenía la mirada con una mezcla de esperanza y temor, e Iker, cuya expresión de comprensión iba solidificándose con cada segundo que pasaba. Con un suspiro apenas audible, Iker dio un paso atrás.—Disculpen, les dejo a solas para que hablen —murmuró esa suave disculpa y abandonó la escena, dejando a Eletta y Paul envueltos en una burbuja de tensión palpable.Alexander, al acecho desde la cocina, observó la llegada de su primo con una mezcla de curiosidad e inquietud. Se puso de pie abruptamente, su silla raspando contra el piso con un chirrido. —¿Hablaste con ella? ¿Qué dijo? —preguntó Alex, más ansioso de lo que pretendía.—Aunque me dijo que no podía verme como un padre porque ya tenía uno, sin embargo, me abrazó —, respondió Iker, su voz era tranquila, pero sus ojos reflejaban la tormenta interior. —, pero luego no tuvimos tiempo de decir más...