SIN DESPEDIDAS

Miranda despierta aturdida por unos gritos provenientes de la habitación de sus padres, con el ceño fruncido se levanta  de la cama con cuidado de no despertar a Darién, aunque eso es muy difícil, Darién duerme como un tronco.

Se viste rápidamente para ir a su habitación, no quiere que nadie se  cuenta de lo que hicieron esa madrugada

Observa a Darién dormir profundamente totalmente desnudo y sonríe llena de felicidad  no puede evitar besarlo en la boca mientras duerme, siente que nada podrá borrar la sonrisa de sus labios.

Avanza de puntillas por el pasillo y cuando pasa por el frente de la habitación de sus padres adoptivos el corazón de ella se paraliza al escuchar con nitidez los reclamos de su madre adoptiva

—No tiene caso que sigas con tu mentira, tú eres el padre de esa m*****a bastarda— Chilla, la señora Ferrer.

— ¡Te prohíbo que te refieras a Miranda de esa forma!— Ladra el señor Ferrer y Miranda boquea incrédula por lo que acaba de oír.

Su corazón se paraliza por un instante, no puede creer lo que acaba de escuchar ¡Es su papa!, si eso es así lo que paso con Darién ¡es prohibido!

Ellos continúan discutiendo cegados por la rabia tirando cosas, y no se dan cuenta que Miranda ha escuchado todo lo que se reprochan tras la puerta.

La señora Ferrer  afirma con tal seguridad que  Miranda es hija del señor Ferrer que para Miranda no queda lugar a dudas, ¡se acaba de acostar con su propio hermano!

Miranda debe sostenerse de la pared para no caer, ¡las piernas no le funcionan! se pellizca para saber que eso que está viviendo no es una pesadilla.

El corazón se le quiere salir por la boca, hiperventila, por un momento quiere entrar ella también a reclamar, por haberla engañado tanto tiempo, pero no tiene fuerzas para hacerlo.

Los ojos se le llenan de lágrimas, no sabe cómo llega a su habitación quiere gritar ¡porque absolutamente todo le sale mal!

                Lloriquea con amargura  como una niña sentada al borde de su cama, con ganas de regresar el tiempo y que lo que ocurrió con Darién jamás hubiese pasado, lo peor es saber que ella misma provoco esa situación.

Escucha los gritos de la pareja, pero no puede entender desde su habitación que es lo que dicen, se viste lo más rápido que puede, toma sus documentos personales y huye de esa casa sin saber ni siquiera a donde ni con quien ir ¡Ella no tiene a nadie!.

Solo pensar en verle la cara a Darién después  de enterarse del sucio secreto de los Ferrer la tiene al borde de la locura.

¡Acaba de descubrir que se acostó con su hermano biológico!, lo cual es algo inaceptable para ella como lo es el amor incestuoso que lleva años callando.

—El frio de la noche la golpea su cuerpo con dureza, pero eso es  lo menor que le preocupa casi no puede ver por dónde camina por su ojos anegados en lágrimas.

— ¿Por qué a mí?— Gimotea con voz entrecortada, sin obtener respuesta alguna, siente que Dios la odia.

Deambula sin rumbo hasta que sale el sol, y en ese momento solo se le ocurre llamar al señor Hill, el es el boleto que necesita para irse lejos.

—Buenos días. — Balbucea con voz entrecortada, apenada por la hora que esta llamándolo.

—Buenos días queridos, ¡que sorpresa! ¿A qué se debe tu llamada? Cuestiona el señor Hill, preocupado por la voz turbada de la joven

— ¿Puede adelantar el viaje para hoy? Quiero irme lo más lejos posible ¿Me puede venir a buscar?— Gimotea, ella.

— ¿Dónde estás?— Cuestiona el Hill, ella mira a su alrededor, nunca ha pasado por ese lugar al final de la calle hay un aviso, ella le indica el lugar y el hombre queda sin palabras por un instante

¿Qué hace esa mujer en un lugar tan peligroso como ese a esta hora? se cuestiona él

—Enseguida envió por ti. — Responde preocupado.

— ¿Qué tenemos por aquí?— Escucha Miranda a su espalda, la piel se le eriza por completo, sabe que está en peligro.

Se da la vuelta lentamente y lo mira a los ojos. —Aléjese, de mí. — Ordena  aterrada, dando varios pasos en reversa.

— ¿Me tienes miedo?— Cuestiona el con voz cantarina y una sonrisa que revela unos asquerosos dientes amarillos  ella siente mucho asco, ¡ojala ese hombre no se le ocurra querer abusar de ella! Piensa empuñando su cartera con fuerza, ¡no tiene nada con que defenderse!

—Usted no sabe quién soy yo. — Advierte ella, con la esperanza de espantarlo con esas palabras

—Obviamente tú tampoco sabes quién soy yo. — Responde sacando una navaja del bolsillo de su chaqueta.

— ¡No me haga daño!— Suplica ella, levantando las manos, ora internamente que el señor Hill llegue antes que ese hombre le haga un daño irreparable.

—No me interesa hacerte daño, ¡Entrégame tu cartera ahora mismo, si no quieres que te corte tu lindo cuello!— Ladra, ella  la avienta lejos de los dos

El maleante corre a recogerla y ella aprovecha para alejarse corriendo en dirección opuesta a él, ¡siente que es lenta y que en cualquier momento él, la alcanzara!

El hombre ni siquiera la persigue lo único que le importa es el dinero, pero ella no sabe lo que él piensa, ella cree que el podría hacerle daño.

Un auto de vidrios polarizados se detiene delante de ella, ella esta tan asustada que sale corriendo en otra dirección

El señor Hill sale del auto y le grita— ¿Qué sucede? ¿Porque corres?—.

—Señor Hill, no sabe lo que me acaba de pasar. — Gimotea ella llorando a moco suelto

Se acerca a él y lo abraza — ¡Me acaba de salvar la vida!— Agrega

Ese abrazo causa estragos dentro de Hill que presiente dentro de él, que esa mujer no es cualquier mujer, Miranda puede ser su única hija.

—Vámonos de aquí, este lugar es peligroso. — Le responde él,

Ella despierta muchas emociones dentro del viejo y la hace entrar en su auto.

— ¿Puedes decirme que te paso?— Cuestiona el.

Ella no es capaz de decir una palabra de lo que descubrió hace unas horas ¡Es demasiado  incluso para ella misma!, así que sin mirarle a los ojos, niega con la cabeza.

El la ve tan afectada, con el rostro rojo de tantas lagrimas, que no la presiona para que diga nada, aunque se muere de la curiosidad por saber todo sobre ella.

—Me robaron, se llevaron todos mis documentos. — Susurra ella, sabiendo que eso es un gran problema para viajar, pero está consciente de que de esa forma la familia Ferrer no podrá localizarla.

—No te preocupes por eso, ya lo soluciono. — Le responde el tranquilo, ella se siente apenada, por molestar a su jefe, y ponerlo en esa situación, es prácticamente un desconocido.

Su mejilla enrojecen de vergüenza, sabiendo que traspaso todos los limites aceptable con el

—Siento haberlo molestado. — Se disculpa, él le hace un gesto de que guarde silencio, ella se siente más avergonzada aun.

—Señor Lewis, necesito que tramite toda la documentación nueva de la señorita Heard, lo más rápido posible, tenemos que viajar. — Ordena.

—En seguida señor, ¿Le sirve para las tres de la tarde?— Cuestiona el abogado en altavoz

—Me sirve— Asegura y cuelga con una sonrisa.

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