Chiara, estaba en su amplia cama sentada, pensando en los acontecimientos del dĂa, luchando contra la frustraciĂłn de no poder hacer algo para devolverle a su hijo la salud... ella que le habĂa dado la vida, que lo habĂa protegido, que lo habĂa visto crecer y convertirse en un hombre, ella que lo amaba más que a nada... ella no podĂa salvarlo. SuspirĂł de frustraciĂłn. ÂżY quĂ© decir de Eloise?, ÂżCĂłmo debĂa comportarse con ella?, ÂżCon respeto pero dejando clara su posiciĂłn?, ÂżCon la frĂa distancia del no reconocimiento?, Âżcon la altanerĂa?, ÂżQue debĂa hacer?, por quĂ© claramente debĂa pensar en todo, en sus futuros nietos, en su hijo, en los negocios, en los acuerdos con Gianluca, en Giorgia... la presencia de esa mujer lo complicaba todo. Un firme llamado a su puerta la hizo suspirar. —¿QuiĂ©n es?—Soy yo, madre— la voz de Giulia llegĂł hasta ella—¿Puedo pasar?—Adelante, hija mĂa. — la vio ingresar a su habitaciĂłn, tan parecida a ella, de hecho, de sus tres hijos, la las parecida era su
Florencia, encantadora ciudad, capital de la Toscana Italiana, lugar dĂłnde surgiĂł la confesiĂłn de dos almas que cargaban el peso de un amor no pronunciado, una amor que los estaba ahogando frente a la necesidad de ser dichas... Con el transcurso de los dĂas, Eloise descubriĂł que Leonardo Pocaterra, era aĂşn más encantador de lo que hubiese podido imaginar, y esta faceta de hombre enamorado le encantaba, despuĂ©s de confesarse su mutuo amor, Leo se habĂa vuelto muy tierno, realmente cariñoso, la llenaba de constantes atenciones, de besos, de noche le hacĂa el amor con ternura Ăł simplemente le brindaba la protecciĂłn de sus brazos. SolĂan salir a pasear, para que Leo le hiciera un recorrido por la ciudad que le vio nacer, la llevaba de la mano, mientras hacĂa maravillosos recorridos, lugares histĂłricos que mostraban la hermosura del arte y el Renacimiento, nada más maravilloso que conocer lugares increĂbles como; Piazzale Michelangelo, Gallerie Degli Uffizi, Piazza del Domo, Ponte Vecchi
—¿Se supone que ahora querrás ser su amiga?— preguntĂł con dolor. —Lo siento, Gi, no quiero hacerte enfadar. —Lo sĂ© — respondiĂł Giorgia mirando fijamente a su amiga—¿QuĂ© significa eso, entonces?, ÂżHas aceptado que esa mujer se quede con el corazĂłn de Leonardo?, ÂżMe darás la espalda Giulia?—preguntĂł con dolor. —Bien sabes que no— le tomĂł la mano y la presionĂł con cariño — te quiero muchĂsimo, jamás te darĂa la espalda, Gi. Intento mantener la mejor postura posible, debo asumir el hecho de que Eloise es la madre de mis futuros sobrino, eso no puedo cambiarlo, he podido compartir un poco con ella y descubrir que es una buena mujer...—Dime la verdad, Giulia— Giorgia la mirĂł con ojos cargados de lágrimas — ÂżCrees que Leonardo la ame?...—ella la mirĂł fijamente, sintiĂ©ndose incapaz de romper el corazĂłn de su amiga—¿Debo resignarme a que lo he perdido?— las lágrimas se deslizaron libremente por las mejillas. —No estoy preparada para renunciar a Ă©l. —SĂ© que es difĂcil, pero deberĂas plante
Leonardo solucionĂł los asuntos pendientes en el viñedo y saliĂł de inmediato para la casa, con una enorme sonrisa dibujada en su rostro, estaba ansioso por ver a Eloise, por pasar tiempo con ella y con sus hijos... Eloise, habĂa llegado y habĂa llenado su mundo de colores, todo parecĂa más agradable, mucho mejor...Al entrar a la casa, se encontrĂł con su madre que caminaba hacia la puerta principal de la casa. —¿Vas de salida, madre?— preguntĂł con tono cargado de amabilidad. —Si, hijo. IrĂ© a visitar a Gianluca, está furioso con nosotros, con justa razĂłn, y deseo apaciguarlo un poco.—No necesitamos de ellos, no sĂ© por quĂ© te empeñas en esforzarte por mantenerlos felices, en todo caso serĂan ellos los preocupados porque llevemos a cabo la sociedad. —No solo se trata de negocios, sino de años de amistad. Además, es natural que estĂ© furioso, hijo mĂo, has menospreciado a su hija, Giorgia no hace más que llorar, Gianluca es un padre preocupado, la sociedad es cosa de segundo plano ahor
Leonardo comenzĂł a reĂr de felicidad... sus hijos, quĂ© alegrĂa, y esa dicha se la estaba dando Eloise, su adorada Eloise... Un segundo llanto agregĂł aĂşn más felicidad... MirĂł a su amada a los ojos y ella sonriĂł a pesar de parecer muy cansada. —¡Santo Dios, que alegrĂa!— exclamĂł Leonardo sin poder contener las lágrimas. — han nacido mi amor, nuestros hijos han nacido...—¿Quiere cortar los cordones, papá?— le preguntĂł el mĂ©dico con una enorme sonrisa al observar la emociĂłn de sus ojos, y las lágrimas de felicidad que lo inundaban. Papá, Ă©l ahora era un papá, su corazĂłn se llenĂł de amor y orgullo. El padre de aquellas dos hermosas criaturas... Cuánto habĂa cambiado su vida en aquellos minutos.—Por supuesto — respondiĂł feliz, observĂł como limpiaban a sus hijos, mientras seguĂan ocupados en Eloise, evitĂł mirar allĂ, dĂłnde se estaba realizando la operaciĂłn, realmente se sentĂa muy agradecido con ella, por atravesar todo eso, para darle sus hijos... Pronto se acercaron dos enfermeras co
Giorgia sintiĂł tanto dolor, con cada dĂa que pasaba, crecĂa su desesperanza y la seguridad de que no podrĂa recuperar a Leonardo, los recuerdos de sus encuentros la torturaba y la mantenĂan de pie, una extraña mezcla de añoranza y desconsuelo. La manera en la que Ă©l la tocaba, la forma en la que conocĂa su cuerpo, sus puntos más sensibles ...Hijos... ahora Ă©l tenĂa hijos con otra; Enzo y Florencia, ellos pudieron ser hijos suyos... DecidiĂł que necesitaba un trago... o unos cuántos, saliĂł de su habitaciĂłn con rumbo al pequeño salĂłn de su elegante casa, al llegar decidio que una copa de vino no aplacarĂa el fuego que la consumĂ, necesitaba más, mucho más que eso.—No es tĂpico de mi, pero lo necesito—dijo con voz temblorosa, sirviĂ©ndose un poco de whiskey, el favorito de su padre, y tomándolo de un largo trago, el lĂquido le quemĂł por dentro, y aĂşn asĂ parecĂa no ser lo suficientemente fuerte como para apagar su dolor. Un segundo vaso, un tercero... mientras las lágrimas se deslizaban
Mara se dedicĂł a escribir, escribiĂł y escribiĂł, tomando las sugerencias de Jonas y añadiendo además las cosas que salĂan de su corazĂłn. Era duro despedirse de Eloise, y esperaba realmente que ella pudiese perdonarla, y llegará el dĂa en que la buscara y pudiesen hablar no solo de madre a hija, sino tambiĂ©n de mujer a mujer y poder expresarle, lo muy arrepentida que estaba de haberla traicionado y lastimado, pero aunque quisiera no podĂa arrepentirse de amar a Jonas, no, Ă©l le habĂa devuelto el deseo de vivir, las ganas de volver a enamorarse y habĂa despertado en su piel, nuevamente el deseo. Estaba enamorada, si, enamorada como una adolescente y sabĂa que con esfuerzo podrĂa explicarle a su hija y con esfuerzo, ella terminarĂa entendiendolo. Jonas volviĂł y le entregĂł el vaso, Mara sonriĂł y bebiĂł,mientras seguĂa escribiendo y bebiendo, pronto a acabĂł la carta y suspiró—Terminé— dijo y parecĂa triste. Jonas, la tomĂł y leyĂł, mientras ella terminaba de beber, luego asintiĂł.“Eloise, hi
DespuĂ©s de una larga espera, Eloise fue trasladada a su habĂa, se sentĂa dolorida, pero realmente feliz, allĂ junto a su cama, una pequeñas incubadora dĂłnde sus hijos aprecian dormir plácidamente, el mĂ©dico aseguraba que al ser gemelos, lo mejor serĂa dejarles juntos en la misma incubadora para que no sintieran la ausencia del otro. —No están en incubadora por ningĂşn mal motivo, señora, han dispuesto de mi presencia para que la ayude en todo — sonriĂł. —Gracias— agradeciĂł feliz. —¿Estás bien, mi amor?— preguntĂł Leonardo, sonriendo, despuĂ©s de inclinarse para depositar un beso en su frente. —Estoy bien, siento dolor, pero estoy agradecida por tenerlos. —Leo asintiĂł. 'Yo tambiĂ©n estoy agradecido de que todo saliera bien, ahora los tengo a los tres conmigo. —un ligero llanto reclamĂł la atenciĂłn de los tres adultos. —Es la pequeña princesa —dijo la enfermera — debe tener hambre. Ven preciosa— se ocupĂł de sacarla— ayudarĂ© a tu madre para que te amamante — Eloise sintiĂł un poco de preo