RETIRO
Isabella Holmes
Es la tercera enfermera de este mes. ¡La tercera enfermera despedida por el tirano!.
Mientras me tiraba al suelo, pensaba con simpatías.
Voy caminando por el pasillo de la clinica, con unos resultados de laboratorio en las manos los cuales debo entregar a mi jefe a la brevedad, cuando de pronto estoy en el suelo con todos los papeles tirados.
—Lo siento! — Chilla una enfermera con la que acabo de tropezar ambas estamos en el piso, todos los presentes se quedan viéndonos en vergonzosas posturas, ella esta llorando de rabia.
Me encanta mi trabajo, desde hace tres años trabajo como enfermera en la Clínica Cole. Tengo el mejor jefe del mundo, el doctor Valente. Fue muy amable conmigo y me enseñó todo con delicadeza, como un padre.
Pero su socio de mi jefe, el doctor Andrew Cole, uff, un tirano completo.
Es un arrogante, grosero, déspota y despiadado como jefe, en lo que va del mes ha despedido a tres enfermeras asistentes alegando que son negligentes y unas buenas para nada.
Pero todas las enfermeras y doctoras de la clínica, estan enamorada en secreto de él...incluyendome..
¿Por qué? , Por su impresionante rostro y cuerpo cuando no está furioso, por supuesto, y por sus magníficas habilidades quirúrgicas.
— ¿Qué sucede?— Le pregunto al verla llorar de forma escandalosa y levantarse hipeando para irse corriendo como si la persiguiera el mismísimo diablo, no entiendo nada.
Apenas me estoy levantando cuando se asoma el doctor Cole gritando – ¡Y no regreses más inútil!— Como si tuviese rabia, no importa lo atractivo que es ese sujeto todo su encanto se va apenas abre el hocico, ¡es un patán!, ninguna de sus enfermeras dura más de una semana.
—Y usted señorita Isadora, no se le paga por dormir ¡levántese!— Me grita y entra de nuevo a su consultorio dando un portazo tan fuerte que hace que pegue un brinco en el piso y me ponga muy nerviosa, ¡qué tipo de lo más odioso!, ya tengo tres años acá y ni siquiera sabe que mi nombre es ¡Isabella!
—Querida, debes tener más cuidado. — Me dice Valente, mi jefe ofreciéndome el brazo para ayudar a levantarme, de donde me quedé paralizada por el grito del loco, y atractivo socio de mi jefe.
—Ese socio tuyo está bien loco, es la tercera enfermera asistente que despide ¡solo en esta semana!— Susurro asombrada, no hablo fuerte porque es el dueño de la mitad de la clínica y puedo meterme en problemas, por hablar de algo que no me concierne gracias a Dios , él no es mi jefe directo.
—No todos tienen la suerte de tener a la mejor asistente enfermera de la ciudad. — Me dice como si estuviera orgulloso de mí.
—Más bien, eres el mejor jefe que una asistente puede tener. — Respondo, con sinceridad, caminando a su lado, la gente murmura todo tipo de locuras en los pasillos, tengo tan buena relación con mi jefe que las demás enfermeras piensan que hay algo mas…¡Pero eso no es cierto!
Dicen que soy su amante, ¡Pero nadie se fija en mí! Estoy tan enfocada en el trabajo, la universidad y en aprender lo más que puedo del mejor no tengo tiempo para el romance…
Soy enfermera, pero actualmente continúo estudiando, ser doctora es el sueño que tenía desde niña, no lo estudie desde el principio, porque no contaba con los recursos para costear una carrera tan costosa.
—Isabella me he sentido cansado últimamente, ya tengo sesenta años, y necesito decirte algo muy importante cariño.— Me dice Valente, viéndome a los ojos, me pongo nerviosa, está actuando extraño últimamente ojalá no esté malinterpretando las cosas entre nosotros, lo aprecio mucho pero hasta allí.
— ¿Qué sucede?, me pones nerviosa...— Expresó sentándome a su lado.
—Eres como una hija para mi, así te siento por eso debo comunicarle algo muy importante. — Me dice poniéndome más nerviosa y tomando mis manos temblorosas.
— ¿De qué se trata?, sabes que si te sientes mal yo estoy a tus ordenes para cuidarte. —Me ofrezco, lo he notado muy decaido últimamente.
—No, en realidad quería contarte que, esta es mi última semana en la clínica, ya es tiempo de retirarme. — Automáticamente comienzo a llorar como una magdalena, empañando mis lentes, me tengo que sentar, esta noticia no es nada fácil para mí.
—No te pongas así, me haces sentir mal. — Me dice dándome unas palmadas suaves en la espalda, tratando de consolarme.
— ¿Me van a despedir?— Cuestiono preocupada, mis cuentas no se pagan solas y dependo de mí misma para todo, además debo ayudar a mis padres adoptivos.
—No ¿Cómo se te ocurre?, eres la mejor en tu trabajo. — Me responde, quitándome los lentes para limpiar mis mejillas con sus pulgares, sin mis anteojos no veo absolutamente nada.
— ¿Interrumpo?— Preguntó el doctor Andrew abriendo la puerta y entrando al consultorio sin permiso como siempre.
—No para nada, solo que mi enfermera no soporta la idea de que me vaya, yo también la extrañare mucho. — Responde Valente
inmediatamente me coloco mis lentes, lista para seguir trabajando, si no me van a botar ¿Qué van a hacer conmigo? Me pregunto preocupada
—Espero sea eficiente en su trabajo como siempre dices que es. — Suelta el sujeto, si no estuviese sentada, caigo en el suelo como una estúpida, ¡no me puede dejar con él!, ¡ese es un castigo!
— ¿Qué sucedió esta vez con tu nueva asistente? ¿Porque la despediste?— Le pregunta Valente estoy en shock, ¡no quiero trabajar para ese ogro!, creo que estar una semana a su lado es más que suficiente para terminar en el manicomio.
—Traiga un café negro y sin azúcar. — Ordena serio, no sé porque cuando quiere café viene para acá, ¡tiene una estupída cafetera idéntica a la de mi jefe en su oficina!
—Enseguida señor. — Respondo, mientras preparo el café del tirano, no soy la única que le dice así, es un apodo que se ha ganado a pulso y lo tiene bien merecido, de hecho tiene otros peores que no me atrevo a mencionar.
Hago varias caras graciosas imitando al doctor Andrew, mientras le preparo su café estoy de espaldas a él. —Gracias Isamar. — Pronuncia, recibiendo el café de mis manos haciéndome boquear de la indignación.
— Isabella. — Aclaro, molesta haciendo una línea delgada de mis labios
—Si eso mismo Isa lo que sea. — Restándole importancia a mi identidad, el mensaje que envía a nosotros con su forma de pensar y actuar es que los demás no le importamos nada.
— ¿Por qué despediste a tu nueva enfermera?— Cuestiona Valente con una sonrisa, sabe la respuesta.
—Lo de siempre. — Responde tomando un sorbo de su café.
— ¿Se te insinuó?— Le pregunta Valente riendo, como si eso fuese algo gracioso.
—Jamás me fijaría en una mujer como esa. — Responde, tomando un sorbo de café.
—No entiendo qué le ven. — Se me escapa e inmediatamente tapo mi boca con ambas manos me pongo roja con miedo de que hayan escuchado.
—Se me olvida que a usted le gustan los hombres de la tercera edad, no se le paga para estar escuchando conversaciones ajenas. — Me regaña, fijando su mirada penetrante y verde esmeralda sobre esta simple mortal, ¡estoy segura de que va a despedirme más rápido de lo que canta un gallo!.
—Jefe, voy a buscar los resultados de los exámenes al laboratorio. — ¡Me acaba de decir que soy la amante de Valente!, necesito salir de acá, para no responderle como se merece.
Salgo de la oficina muy molesta respirando de forma superficial, diez minutos después estoy de vuelta la oficina de Valente y me encuentro de frente con ese hombre nuevamente, me hago a un lado para seguir mi camino y no entiendo pero él en un movimiento rápido se interpone en mi camino
— ¡Qué demonios!— Exclamó impactada, él siempre me había ignorado, no sé que busca ahora.
—Si quiere conservar su empleo, va a tener que mantener la boca cerrada y no opinar sobre mi vida privada, ¡se lo prohíbo!— Me advierte.
sus ojos brillaban de furia, tengo ganas de salir corriendo pero no soy ninguna cobarde, y no le demostraré miedo.
—No entiendo su doble moral, todos saben que usted se acuesta con medio New York en las noches. — Le digo molesta me siento acosada y siempre que me siento así, hablo demasiado.
—Eso no es su problema, yo no me acostaría con usted ni que me pagaran una fortuna, eres una mujer insignificante, no entiendo qué ve Valente en ti. — Expresa mirándome de arriba debajo de forma despectiva.
—Pues el sentimiento es mutuo señor. — Respondo de forma estúpida e inconsciente, ese chisme de pasillo que soy amante de mi jefe tomó dimensiones atroces, no le di ninguna importancia hasta ahora.
— ¡Mejor vaya a hacer su trabajo que Valente la necesita!— Ladra cerca de mí, nunca había estado tan cerca del tirano, su perfume costoso inunda mis fosas nasales dejándome, con las piernas temblorosas y el pulso acelerado.