OCASO

Estoy acostada en la cama junto a Venco, disfrutando del silencio y la tranquilidad que ha seguido a la tormenta. La lluvia ha cesado, y el aire fresco que entra por la ventana es un bálsamo para mi cuerpo cansado. Puedo sentir la humedad que ha dejado la lluvia en el aire, y el piso parece fresco y limpio.

—¿Cómo te fue con las manadas? —le pregunto, mi voz suave y curiosa. Venco se vuelve hacia mí, su mirada relajada y su sonrisa suave.

—Tuve que hacer algunos ajustes —responde, su voz baja y reflexiva—. Pero creo que a partir de ahora, las cosas van a mejorar.

Me inclino hacia él, mi ceño fruncido por la preocupación.

—¿Crees que habrá más enfrentamientos? —le pregunto. Venco me mira a los ojos, su expresión confiada.

—No lo creo —dice—. Han aprendido la lección, y con los nuevos términos que establecí, no creo que se atrevan a cometer el mismo error de nuevo.

Asiento con la cabeza, sintiendo un poco de alivio.

—Pero siempre hay que estar atento —digo, mi voz llena de prudencia—. N
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