OCASO

La bofetada me toma por sorpresa y apenas soy consciente de lo que esta pasando y quien acaba de golpearme la cara.

—Ocaso, ¿cómo puedes estar organizando una boda en este momento? —me pregunta, su tono de voz lleno de incredulidad—. Mi hijo, Morax, no lleva un mes de muerto. ¿Cómo puedes pensar en celebrar una unión cuando todavía estamos de luto por su pérdida?

Me siento un poco defensiva, y mi voz se vuelve un poco más baja con los ojos llenos de lagrimas.

—Anya, por favor, entiende —le digo—. No quiero ofenderte. Solo quiero seguir adelante y encontrar la felicidad de nuevo.

Pero Anya no parece dispuesta a escuchar, me mira como nunca me había mirado desde que llegue a sus vidas.

—¿Cómo puedes pedirme que te entienda cuando ustedes van a celebrar prácticamente la muerte de mi hijo? —me dice, su voz llena de amargura—. ¿No te importa que mi hijo haya muerto? ¿No te importa que su memoria aún esté fresca en nuestras mentes?

Xylara intenta intervenir, poniendo una mano en el brazo de
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