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CAPÍTULO 5. MANDADO A LA PORRA

Lucca y Valeria se despidieron a las cinco de la madrugada, apenas se fue ella se quedó dormida inmediatamente, soñando con su creído argentino. Se levantó a las diez y media de la mañana, se lavó su rostro y se cepilló los dientes. Desayunó panquecas con mantequilla y queso y una taza de café con leche.

Al terminar se puso a limpiar el apartamento, a las once y media ya estaba desocupada, se metió a ducharse, al salir se aplicó crema en el cuerpo, se maquilló y luego buscó una ropa ponerse, se decidió por un vestido azul de blonda sin manga a la altura del muslo con un chaleco de jean y unos botines marrones. Se dejó el cabello suelto el cual le llegaba más abajo del hombro. Apenas terminó de arreglarse, tocaron el timbre.

Tomó su cartera y se dirigió a la puerta, al abrirla estaba su adorado argentino, su corazón se aceleró descontroladamente, andaba vestido con una franela negra, un jean oscuro, unos lentes negro y un sombrero marrón claro, se veía espectacular.

Él se quedó observándola con intensidad de pie a cabeza — ¡Estás realmente hermosa! Combinas perfectamente conmigo—. Expresó con una sonrisa ladeada. Se acercó a ella y la besó suavemente en los labios. La tomó luego del brazo y le dijo—. Vamos princesa, antes que no pueda controlarme—. La tomó de la mano y juntos salieron a la calle donde tenía estacionada una elegante y moderna motocicleta Icon Sheene, siendo vigilada por un chico, a quién Lucca le dio una propina. Tomó uno de los dos cascos que estaban en el asiento y se lo colocó a Valeria, luego tomó el otro y se lo puso él. Le preguntó—¿Te gusta?

—No me vas a creer, pero en mis veintidós años nunca me he montado ni en una bicicleta mucho más en una motocicleta. Me da pavor caerme de ella —. Indicó Valeria con un poco de temor.

—No te preocupes, mientras te abraces fuertemente a mí y no me soltés, nada te pasará—. Expresó con una sonrisa.

Se subió a la motocicleta con miedo, Lucca la ayudó a subir. Ella se abrazó fuertemente a él con miedo, lo que le producía un cosquilleo en su cuerpo. ¡Oh por Dios! Pensó, por ello para tratar de no prestar atención a sus sensaciones, comenzó a conversar con él preguntándole— ¿Dónde iremos?—Expreso en tono nervioso.

—Voy a llevarte a comer y a recorrer la hermosa ciudad de Guayaquil—Respondió él.

—¿Y qué va a enseñarme un argentino de Ecuador?—Cuestionó ella.

Lucca le respondió—. Te recuerdo que yo soy Argentino ecuatoriano, la mitad de mis ascendientes son de aquí, por ello no me siento extranjero en estas tierras, así hable con acento argentino. ¿Estás más tranquila? Ve que es extraordinaria las sensaciones que producen andar en motocicleta.

—No. No sé— Respondió ella con un tono de voz quedo. Tenía los ojos cerrados, los nervios que sentía eran agobiantes.

Lucca al escucharla tan nerviosa, se estacionó al lado del brocal y se volteó, abrazándola le dijo—. Mi princesa, no tenés nada que temer. ¡Por Dios! Sí estás superfría. Valeria cielo, solo quería que disfrutaras del paisaje. No sabía que le tenías tanto miedo a montar en moto. Y está en particular es una fuera de serie, únicamente hay cincuenta y dos en todo el mundo y está es una de las más potentes. Yo queriendo impresionarte con mi juguete y tu aterrada—. Manifestó con una sonrisa ladeada.

—Claro que estoy impresionada ¡Pero del susto!—Expresó ella.

—Déjame mandar a recoger la motocicleta y pedir un vehículo ¿Te parece?—Interrogó él.

—Lo siento. No debes hacer eso. Vamos en la motocicleta. Te voy a demostrar que soy una chica valiente—. Pronunció con una sonrisa.

—Esa es mi chica. ¡Valiente!—. Exclamó dándole un profundo beso que ella respondió con pasión. —Tus labios son él más delicioso manjar que he probado. No hay nada más rico en todo el mundo— manifestó Lucca emocionado.

Se soltaron luego de un rato y volvieron a subirse en la motocicleta, ella se abrazaba fuertemente hasta que llegaron a Las Peñas, al pie del Cerro Santa Ana, dejó estacionada la motocicleta en un parqueadero y los cascos en la entrada. Caminó con Valeria, tomados de la mano. Se dirigieron a un acogedor local ubicado a orillas del Río Guayas, "Ole Restaurante", especialista en comida española,

Lucca dejó que Valeria pidiera tanto la comida como la bebida, porque quería complacerla, esperaba que esa salida fuese especial para ella, Valeria se decantó por tortilla española con gambas al ajillo y una paella y por supuesto una botella de sangría.

Mientras almorzaban Lucca le contaba de sus aficiones, que le encantaba coleccionar motocicletas, le apasionaba la velocidad. Pero también le gustaba el campo, le habló de la finca que tenía en la localidad de La Sierra, ubicada a más de quinientos kilómetros de Buenos Aires. Lucca era Economista y administrador de empresas con Doctorado en Economía del Sector y Economía de las empresas. Hablaron por más de tres horas, Valeria volvió a hablarle de su abuela, de lo amorosa que era, que ella se había convertido en su madre, después de la muerte de la suya. Le contó de su sierra que era la más bella del mundo. De sus carreras, que le encantaba cocinar, que le parecía la mejor de las artes. Mientras charlaban, se tomaban de las manos y él la hacía reír con sus ocurrencias.

Hasta discutieron porque él decía que la Argentina era el país más hermoso del mundo y ella decía que era Venezuela, que las playas del Mar Caribe, eran las más hermosas y no se comparaban con ninguna. Y el muy pasado le dijo —¡Está bien! Voy a hacerte creer que vos tenés la razón, para que te tranquilices—Expresó burlándose. Y Valeria se molestó diciéndole—¿Me estás tratando de llamar loca?—Y furiosa se levantó del asiento y caminó a la calle. Lucca la tomó del brazo —Yo solamente bromeaba con vos. ¿No tenés sentido del humor? Además si dejas un tesoro como yo solo por aquí, puede venir otra que no se resista a mis encantos y me quiera robar—Expresó con una radiante sonrisa.

Valeria se le quedó viendo, es que no sabía cómo ese antipático hacía para gustarle, pero el muy creído era irresistible. Pero no iba a poder con ella y se puso seria—Si me quedo no es porque seas un tesoro que puedan robar, sino para que me lleves a casa. Además la que despierta mirada soy yo no tú—. Le dijo pedante.

—Eso es verdad, si te ven sola también pueden robarte. Es que mis gustos son exquisitos —expresó con prepotencia.

—¡Lucca! ¿No puedes decirle a alguien un alago sin que en la misma oración te tires uno a ti? — Lo recriminó ella.

—No tengo la culpa que salga así—. Le dijo guiñándole un ojo.

Se acercó a ella y la besó, era tan deliciosa esa sensación de tener sus labios juntos, ella abrió su boca y él introdujo su lengua en ella y juguetearon una con otra, hasta que volvieron a la realidad.— Creo que no es el lugar. Ven vayamos a recorrer los cuatrocientos escalones para llegar a la cima donde se encuentra un faro, una capilla y el museo naval.

Así realizaron el recorrido por las faldas del cerro, mientras se paraban a fotografiarse con el celular de Lucca, comieron helados, tomaron jugos porque el calor los extenuaba. Así llegaron al Museo Naval donde observaron los cañones y otros artefactos que eran empleados en la época en que la ciudad era atacada por los piratas. Miraron la vista de la ciudad, visitaron la capilla, en fin disfrutaron hasta que se hizo las siete de la noche.

El descenso fue más fácil, al llegar donde tenían la motocicleta Lucca realizó el recorrido a la casa y ella lo invitó a cenar. Preparándole unos ricos patacones de pollo. Una comida propia de una región de Venezuela, realizada a base de plátano verde frito.

Así pasaron casi un mes y los días que Valeria tenía libre, Lucca la invitaba a salir o comían en su apartamento, iban al cine, recorrieron diversos puntos turísticos de la ciudad, la llevó a conocer el Malecón El Salado y la Fuente Monumental de Aguas Danzantes, el Parque Histórico, Parque Seminario, a la Isla Santay. Pasearon por museos, caminaron por la ciudad. Conocieron la ciudad mientras se conocían y así iniciaron una relación.

Lucca cada día que pasaba se prendaba más de esa hermosa peli roja, que aunque era amable, coqueta, tenía un carácter de los mil demonios, nunca se quedaba callada cuando algo no era de su agrado, todo lo contrario, dejaba ver su posición sin importarle las apariencias, ella era auténtica, no tenía poses y eso lo traía cautivado.

Al día siguiente de la salida al museo, Valeria llegó a su trabajo y empezó hacer todas las actividades correspondientes a su piso, dejó de último la suite de Lucca, mientras hacia la limpieza observó que había dejado un sobre dirigido a ella, al abrirlo encontró una nota donde le decía:

"Hola, preciosa Valeria, sabía que encontrarías esta misiva, lamento no poder estar allí para verte, pero es que por razones laborales debí ausentarme de Guayaquil sin despedirme previamente de vos, estaré una semana en México. No te preocupes te llamaré y te pensaré cada día de mi ausencia y espero que también pienses en mí, en mis besos, mis abrazos. Por mi parte, recordaré cada instante deseoso de volver a recibir el amanecer con vos en mis brazos.

Siempre tuyo

Lucca"

Valeria al ver su nota se la colocó en su pecho y la sostuvo con las dos manos mientras bailaba en la habitación de Lucca, se acostó en su cama, cerró sus ojos y empezó a recordarse de él, sus besos, sus abrazos, sus caricias, el corazón se le aceleró y un cúmulo de sensualidad la invadió, sintió un cosquilleo de excitación por todo su cuerpo y su brasier se hizo estrecho para la tirantez que sintió en sus pezones, y empezó a respirar con dificultad, en eso su celular repicó, lo sacó de uno bolsillos y sin ver la pantalla lo atendió, con voz sensual — Aló. Hola. ¿Con quién tengo el gusto de hablar?

—Valeria, soy Lucca, ¿Qué tenés? —La saludó porque escuchó su voz extraña.

— Hola, Lucca, no me pasa nada — dijo nerviosa.

— ¿Por qué te escuchas tan nerviosa?— Preguntó Lucca con picardía.

— Yo, estaba limpiando una suite —. Respondió a la chica.

— Te escuchas alterada, preciosa mía. ¿Puedo saber que te alteró? —Preguntó preocupada.

—Me imagino el esfuerzo de limpiar me ha cansado —. Se justificó la chica.

—¿Por casualidad la suite que vos estabas limpiando es la mía? Y cuando estabas allí al sentir mi olor pensaste en mí y eso te alteró ¿Te pillé verdad? —Habló sonriente.

— Por Dios Lucca, no es cierto —respondió avergonzada.

—¿Júrame que es mentira lo que estoy suponiendo? —Siguió sonsacándola.

—¡No puedo hacerlo! Lucca eres muy malo, no me puedes tirar a la calle —respondió la chica.

—Mi vida no te estoy tirando a la calle, solo quiero saber si a vos te pasa lo mismo que a mí, que me excito cada vez que te pienso y no me dejas ni un minuto en paz, estas reuniones de trabajo han sido un fastidio, tengo que pedir que repitan todo porque no logro concentrarme. Te deseo tanto Valeria que me duele.

—Yo también, estas sensaciones son más fuerte que mi razón, tienes un efecto devastador en mí. No me había pasado nunca. Me excito de solamente recordar e imaginar tus besos, tus caricias. Me estoy volviendo loca.

Lucca se sonrió complacido—. Yo estoy loco por vos Valeria, te prometo que cuando llegue dónde estás, no voy a esperar más, vas a ser mi amada y yo voy a ser de vos, no sé que nos pueda deparar el futuro luego de ello, pero sé que debo calmar mi ardor por ti.

Las palabras tan bruscas de Lucca enojaron a Valeria— ¡Si serás patán!—le dijo enfurecida—Quieres solo tener sexo conmigo y sales con tu frase mal elaborada de no saber lo que nos deparara el futuro después de eso. O sea, quieres simplemente un revolcón conmigo para quitarte lo calenturiento, y luego si te he visto no me acuerdo.

Pues conmigo te equivocas Lucca, puedes irte al diablo, y si estás tan brioso búscate una zorra para que te complazca, porque yo no soy ninguna mujer indecente a la que tú quieres usar para desechar. ¡Vete a la porra! y a mí no fastidies más.— Cortando la llamada.

«El único hombre que no se equivoca es el que nunca hace nada». Goethe.

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