Alexandra insistía en acercársele, pero Lucca la rechazaba incluso le mandó a prohibir la entrada a su habitación, porque su sexto sentido le decía que algo no estaba bien y que debía mantenerse alejada de ella lo máximo posible.
Estaba en esas cavilaciones cuando llegó su mejor amigo Cristóbal a visitarlo —Hola amigo ¿C&oacut
Valeria se quedó por un momento petrificada al escuchar la terrible noticia, sintió que su mundo se derrumbaba, eso no podía ser verdad, se decía —¡Mi abuela no! Mi linda viejecita —exclamaba con dolor, se negaba a creer en ese desenlace de que la mujer que la crió con tanto amor y ternura desde los seis años, había muerto en Venezuela en su pueblo natal, en San Rafael de Tabay y sin ella poder estar a su lado, eso era como si la hubiesen apuñalado en el corazón. Era el dolor más desgarrador que ser humano alguno podía experimentar.
Valeria fue trasladada nuevamente al Centro Penitenciario, recordaba mucho a su abuela, ya casi no sonreía, y si comía lo hacía por deferencia a su hija no nacida y así pasaron un par de semanas, cuando recibió una visita, salió a la sala pensando que era una de sus amigas, pero se frenó al ver a la persona que la esperaba, no lo conocía, se trataba de un hombre como de treinta y cuatro años, alto, de buen porte, cabello castaño, ojos ambarinos, era atractivo; cuando él la vio se quedó mirando su prominente vientre con sorpresa, se le acercó saludándola —. Mucho gusto Valeria, es usted más atractiva de lo que me la habían descrito—. Le dijo con acento gaucho.
Pasó una semana y Lucca se encontraba con su fisioterapeuta, haciendo su rutina de ejercicios, había mejorado considerablemente, ya caminaba, daba pasos sin sostenerse, pero aún no eran muchas las distancias que podía recorrer, le había llegado feedback, de sus momentos con Valeria, aunque no había recordado todos los momentos si recordó lo más importante, la noche en que ella se entregó a él por primera vez, él había sido el único hombre con el cual ella había estado, y eso lo llenaba de una gran dicha, ella era solamente suya, y pronto estaría recuperado para verla. A lo mejor no sabía de su accidente y pensaría que él había sido capaz de abandonarla, pero cuando él regresara a G
Llegó al Aeropuerto Internacional Simón Bolívar, luego de haberse chequeado en migración y aduana, caminó al Aeropuerto Nacional donde tenía conexión en un vuelo con destino a El Vigía, estado Mérida, en aproximadamente dos horas, el aire condicionado del aeropuerto estaba dañado por eso el calor era sofocante, fue necesario dejar a Camilla en pañales y camiseta, porque estaba demasiado inquieta, se dirigió a la taquilla del banco y logró retirar efectivo, eso la sorp
Lucca estaba en un 90% recuperado, hablaba y leía perfectamente. En su memoria solo quedaban algunos vacíos, caminaba pero con un bastón, aunque seguía con las terapias con su fisioterapeuta, aún le daban vértigos y dolores de cabeza aunque no con la misma frecuencia que al principio. Una semana antes había salido del Centro de Rehabilitación a su casa, pero el acoso que le tenían sus padres lo tenía realmente muy irritado, no querían dejarlo salir del país, aparte tuvo una fuerte discusión con su padre, los recuerdos de ese día se arremolinaron en su mente.
Cuando el gerente vio que le iba a marcar al propio dueño del hotel sintió miedo, no podía perder su trabajo y estirando su mano le sostuvo la de Lucca, quien lo miró extrañado y sorprendido del atrevimiento del hombre, pero antes de que pudiera hacerle un reclamo, el gerente habló en un tono suplicante.— Por favor no lo llame, vamos a arreglar nosotros esta situación. Todo eso no fue más que un malentendido que ya está soluciona
Anastasia ante la insistencia de Lucca, no le quedó otra alternativa que darle la dirección de Valeria en Venezuela, él le agradeció con una sonrisa le dijo—Gracias Anastasia. No te arrepentirás de ayudarme, yo quiero arreglar la situación con Valeria. Yo me enamoré de ella, te confieso que al principio no iba en serio, pero poco a poco con su carácter, su sencillez me ganó y la amé. El día del hurto del collar iba a pedirle que se casara conmigo. Yo voy a demostrarle a Valeria que la amo, y cuando ya tengamos nuestros asuntos arreglados, vendremos a visitarte a Guayaquil. Eso te lo prometo. Lucca por supuesto, fue el primero en ojear el álbum de fotografías, no pudo evitar que sus lágrimas rodaran por sus mejillas mientras las observaba desde el mismo día de su nacimiento, donde se veía a Valeria en una habitación de hospital mostrando orgullosa a su bebé con una sonrisa, pero con los ojos ojerosos, rostro demacrado y una mirada triste, su cabello rojizo recogido y sus pecas más marcadas que nunca. Pasó una mano por encima de la foto y así una a una fue pasando las páginas. Luego se lo pasó a su madre y a su amigo para que las vieran.CAPÍTULO 22. ENCUENTRO ARDIENTE