Rodrigo
LizzieAitana tiende sus bracitos hacia Rodrigo cuando bajamos del barco hacia uno de los pequeños botes que nos llevarán a la orilla. El barco es demasiado grande para fondear en el pequeño puerto de la única casa que hay en la isla. Debo decir que me siento a veces un poco celosa: en pocas semanas la desconfiada de mi hija a aceptado completamente a Rodrigo y a su nueva familia, como si siempre hubiera pertenecido a ella. RodrigoLizzie se siente suave entre mis brazos. Desde el primer día en que nos conocimos, hemos sido dos seres elementalmente sexuales, posesivos y caprichosos. La atracción entre los dos es innegable, y evolucionar hacia una relación donde esa atracción no sea lo único que nos une, no ha sido ni será fácil, en especial con tantos secretos de por medio. Entran los tres por la puerta que da a la terraza y mi alma se tranquiliza porque vienen riendo. Ver a Mateo y a Santiago reírse juntos a pesar de la inquina que se tienen, sólo puede significar que todo salió tan bien como esperábamos.Esta vez Aitana viene en brazos de mi cuñado, y Santiago carga todos sus equipos sin sudar siquiera. Nuestra hija llega con nosotros y nos muestrCAPÍTULO 25. AL CIELO
CAPÍTULO 26. ¿QUÉ LE HICISTE?
Rodrigo—¡Ven, perezosa, levántate! —le doy una sonora nalgada a mi mujer y lo único que hace es cubrirse la cabeza con la sábana y voltearse hacia el otro lado para que no la moleste. Casi puedo sentir que la sangre se me espesa cuando escucho ese nombre, vomito todo lo que tengo en el estómago y me sorprende que soy capaz de no mantenerme firme en lugar de comenzar a temblar.He temido este momento desde hace años, he estado esperando que lo peor pase, pero no pensé que sería justo en el momento en que la felicidad parece haber llegado a nosotros.Rodrigo no habla, avanza con el semblante oscurecido por la rabia o por la frustración… ya no sé.Podría culparlo de lo que nos está pasando, pero la verdad estoy segura de que no tenía ni idea del peligro en el que nos ponía cuando decidió recibir el dinero de Al-Saad. Sé que lo usó para llegar a nosotros, y sé que en parte es mi culpa por no ponerlo sobre aviso con lo que está sucediendo.El barco sale del fondeadero y nos dirigimos hacia la isla con tanta prisa como se puede, peCAPÍTULO 28. EL LEÓN DE NAVIA
SantiQuizás en cualquier otro momento, en cualquier otro instante, no hubiera notado nada anormal, pero el silencio que nos envuelve es tan grande dentro de esta cueva, que resulta imposible no notar hasta el último deslizamiento de una sombra.Me levanto despacio y voy hacia la entrada de la galería, por suerte Mateo ha mapeado la zona, porque pocas cosas hay tan fáciles como perderse aquí, veo las líneas fluorescentes que ha pegado en el suelo a lo largo de todo el camino y pongo una mano una de las paredes de roca. Siento algo, no tengo idea de qué es exactamente pero mi cuerpo se llena de alarma.Mi padre lo llama sexto sentido, yo creo sencillamente que, después de todo lo que nos ha pasado, tenemos el instinto de conservación altamente desarrollado.Me acerco a Mateo y lo toco en el hombro para que se dé cuenta de que lo estoy llamando. No quiero hacer ning
Mi cerebro procesa la escena en cámara lenta.Tropiezo.Me caigo.Zolo alcanza a Aitana.Detrás de nosotros hay alguien.Zolo corre hacia una de las galerías.Mateo intenta ayudarme.Tira de mí.Miro atrás y veo otro disparo. No es contra nosotros.Un hombre cae muerto y escucho esa frase.«A él no»La bofetada de Mateo me despereza, sacándome de ese letargo, y miro a todos lados como si de repente no supiera dónde estoy, pero bien que lo sé. En esta maldita cueva, con un balazo en un costado y el peligro inminente de que nos den cuatro más a todos para llevarse a Aitana.Veo que Zolo le pone la tableta a Mateo en las manos.—¡Sácanos de aquí! —le ordena con un rugido bajo.
RodrigoAntes de que el barco llegue a puerto, me doy cuenta de que hay varios yates pequeños repartidos por toda la costa oeste de la isla. Ya están ahí y no puedo usar mis estrategias comunes.En una situación como esta normalmente llamaría a Mateo, y él haría su magia cibernética para poner a mi disposición a los peores más cercanos a mi posición. La cuestión es, que no poder hablar con Mateo es lo que nos tiene precisamente en esta posición; y los peores que conozco que están ahora mismo demasiado lejos de mí como para llamarlos.Me doy un puñetazo mental porque no preví esto. Lizzie está aterrada y una parte del mí quiere decirle «te lo dije» en todos los idiomas que conozco, pero la otra sólo está concentrada en traer a mi hija de vuelta.Me importa un rábano quién