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CAPÍTULO CINCUENTA Y DOS: HAMBRE DE MADRUGADA
POV AMELIA.

Me acosté cómodamente en la bañera y disfruté del agua calientita. Cerré los ojos y terminé dando una cabezadita por unos minutos. Desperté asustada por unos golpes en la puerta. ¿Quién será el infeliz que se atreve a interrumpir mi baño y mi siesta?

— Amelia, ¿está todo bien ahí? — Preguntó Cecilia. Tenía que ser ella, mi niñera.

— Sí, estoy bien. — Respondí.

— ¿Estabas durmiendo? — Preguntó.

— No. — Respondí mintiendo.

— Mentirosa, te escuché roncando. — Gritó Cecilia desde afuera. Qué absurdo, ni siquiera ronco. Esta loba está cada día más confianzuda.

— Yo no ronco. — Grité respondiendo a su acusación absurda. Nunca se dice que una mujer ronca. Aunque ronque como un tractor viejo.

— Voy a fingir que no escuché tus ronquidos. Ahora termina de bañarte, si el agua se enfría no será bueno para ti, podría enfermarte. A mi hermano no le gustará si dejo que te enfermes. — Dijo temerosa. Esta preocupación se debe al miedo que siente por el poderoso alfa Magnos.

— Ya vo
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