MI PEQUEÑA ROJA

BREEN

Desperté con una sensación entre las piernas demasiado… no tiene sentido ni pensarlo. ¿Por qué le pedí que lo hiciera? ¡Carajo! Ahora me sentiré culpable por el resto de mis días. ¿Cómo pude fallarle de esta manera a Randy? No se lo merece, no podré mirarlo a los ojos cuando esté de vuelta en casa. ¿Con qué cara me presentaré ante él y le diré que no me puede tocar ni hacer el amor, pero otro hombre ya lo hizo? Soy una reverenda…

Tres toquidos en la puerta me sacaron de mis pensamientos, la puerta se abrió y yo me cubrí con las cobijas hasta el cuello.

—Buen día, señorita Greyson —Acosta me saludó y ni siquiera se inmutó al verme aún acostada—. El señor Brennan me pidió que le diga que la espera dentro de una hora para desayunar.

—Yo… no bajaré, no tengo hambre —me miró y negó con la cabeza.

—Solamente haga un esfuerzo o lo hará enfadar.

—¿Puedes decirle que no deseo comer nada? —Asintió y salió de la habitación, más tarde me arrepentiría por haberle pedido eso.

En cuanto se fue
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