KIERAN:
Me miraba desafiante, con los labios ensangrentados y apretados, gritando que no quería ceder, pero sentí el ligero temblor de su cuerpo cediendo, traicionándola. Ella jadeó cuando bajé mis labios a su cuello, besando la piel suave donde mi marca aún palpitaba con un brillo tenue, llamando a ser renovada.
—Puedes odiarme si necesitas hacerlo —susurré entre dientes mientras lamía la curva de su cuello, dejando que mi aliento caliente la alcanzara—. Pero no puedes cambiar lo que somos. Tu humana puede resistirse, pero tu loba ya lo sabe. Ella me acepta, Claris. Tú también lo harás. Claris arqueó el cuerpo, atrapada entre el placer insoportable de mi reclamo y la lucha por mantenerse firme, su orgullo humano resistiendo. Pero yo no iba a detenerme. Atka rugió en mi pecho, y sin más vacilación, mordí su cuello, renovandoCLARIS:Sentía su marca ardiendo, no solo en mi cuello, sino en lo más profundo de mi alma. Era como si la mordida hubiese roto algo dentro de mí, pero también sellara una conexión que me inclinaba a un destino que no deseaba aceptar. Toqué la marca, sintiendo cómo vibraba con energía y cómo, a pesar de todo, me llamaba a él. A Kieran. Lo odiaba... o al menos, eso quería creer. Mi loba, aquella parte de mí que compartía mi esencia con él, no dejaba de rugir de satisfacción, traicionando mis propios sentimientos.¿Cómo he llegado hasta aquí? Mi unión con Vikra, por más retorcida que haya sido, seguía siendo algo que yo debía resolver. Nunca imaginé que sería arrancada de esa manera, como si no tuviese derecho a decidir. Me sentía desnuda, privada de algo que me definía. ¿Quién er
KIERAN:Lo vi venir. Había escuchado los susurros entre la manada, las conspiraciones que crecían como una sombra inevitable. Sabía de dónde emanaban. Sarah. Estaba seguro de que ella y las Lobas Antiguas estaban trabajando en complicidad con Chandra Selene. Intentaban eliminar a mi Luna, utilizando cada error para justificar sus acciones. Y su estúpido deseo de ser solo humana no ayudaba en absoluto. Al entrar en el salón, me encontré con el consejo de los antiguos ocupando la sala, con miradas de reproche y otras de duda. Los saludé con calma y les indiqué que me siguieran al despacho. Cerré la puerta tras nosotros. No quería que Claris, desde la segunda planta, escuchara una palabra de esta reunión. Ya había solicitado a Lumina que la mantuviera enfocada, que protegiera a su humana tanto como pudiera. —¿Y bien? —pregunté al fin, con v
CLARIS:La preocupación me consumía después de lo que mi loba me había revelado. Había pasado tanto tiempo obsesionada con volver a la vida humana, alejándome de lo que significaba ser una loba, soñando con el lujo que Kieran me había ofrecido en las grandes ciudades antes de regresar a este mundo salvaje, que había ignorado los detalles cruciales. Y ahora, para empeorar las cosas, era vista como una traidora. Las miradas de reproche y desprecio, especialmente las de aquella loba que había venido días atrás, eran prueba de que el resto de la manada también lo creía. En el fondo, algo me decía que tenían motivos. Técnicamente, había cometido traición.—Técnicamente no —corrigió la voz de mi loba con firmeza y sin un ápice de consuelo dentro de mi cabeza—. Cometiste traición. Permitist
CLARIS:Decidí ceder por el momento. Tenía que esperar a que todos se relajaran y tal vez lograría convencer a Kieran de irse a vivir a la ciudad. Me dirigí a la habitación de mis hijos, que dormían plácidamente mientras la nana dormitaba a su lado. No hice ruido, complacida de que Kieran la hubiera puesto a cuidar de ellos. Podía disfrutar de un largo baño; lo necesitaba. Quizás debería seducir a mi Alfa; siempre había escuchado que las mujeres pueden conseguir lo que quieren con ese arte. —¡Deja de pensar estupideces, Claris, y vamos a que domines mis poderes! —rugió Lúmina—. Hay amenaza de guerra, estamos en peligro. Sin embargo, ignoré la advertencia y me dirigí hacia el baño, llenando la bañera. Al menos en eso el Alfa había sido considerado; había modernizado el baño. Pero un gr
FENRIS:Desde que tengo memoria, supe cuál sería mi lugar en el mundo. Hijo del Beta del entonces Alfa, mi destino estaba marcado: sería el Beta de Kieran. Por eso crecimos juntos, inseparables, formando un vínculo que, hasta hoy, es inquebrantable. Sin embargo, desde nuestros primeros años, siempre supe que había amenazas que él, por idealista o por confianza ciega, no veía. Una de ellas era Sarah.Sarah, la niña adoptada por su madre como si fuera su propia hija, siempre me inspiró desconfianza. Loba alfa, hija de uno de los mejores amigos del antiguo Alfa, tenía una presencia que no podía ignorar, pero algo en ella me incomodaba. Mientras Kieran la veía como una hermana, yo notaba la manera en que me apartaba sutilmente, buscando ser la única que tuviera acceso a él. Intenté advertírselo muchas veces, pero confiaba tanto en ella que mis palabras eran
KIERAN:Estaba satisfecho, quizás más de lo que debería, con la decisión que habían tomado los ancianos del consejo. El castigo impuesto a mi Luna no solo era justo, sino necesario. Había algo de verdad en las palabras que Fenris había señalado: Claris nunca había vivido como loba. Quizás ese era el verdadero motivo por el que rechazaba su naturaleza, por el cual se aferraba a la vida que conocía como humana, ignorando todo lo que la manada y su esencia podían ofrecerle. No entendía los placeres de correr libre bajo la luz de la luna, de sentir la tierra húmeda mientras perseguías una presa, de fundirte con el bosque hasta formar parte de él. Tampoco comprendía la camaradería, el lazo que surge al compartir con la manada en plena naturaleza, jugando, observando, comunicándonos sin palabras pero con algo mucho más profundo. Claris no sabía lo que era ser una loba. Y eso debía cambiar. Yo me encargaría de que lo aprendiera, aunque las amenazas que rodeaban
FENRIS:Clara negó, pero nuestras marcas nos vinculaban de una forma en la que las palabras no tenían cabida, y sentí el conflicto que se agitaba en su interior. Clara había estado volcando toda su energía al bienestar de su hermana Claris. Sabía que el castigo impuesto a ella, forjado por su propia omisión al ignorar las premoniciones que hubieran podido salvar tantas vidas, era un peso que Clara también cargaba como si fuera suyo.—Clara, no puedes ocultármelo. Soy tu compañero, lo que sientes lo vivo contigo. Dime la verdad. ¿Es algo que proviene de ti o estás absorbiendo las emociones de alguien más? —pregunté con firmeza. No podía permitir que su empatía la consumiera.Clara titubeó, como si internamente luchara entre mantener su silencio o ceder a la verdad.—¿Es por tu hermana? —dije sin rodeos—. Est&
CLARIS: Sentí cada palabra que se cruzaba entre mi loba y mi Alfa, aunque no hablaban directamente conmigo. El castigo me pareció justo. Lo acepté como una oportunidad. No pude evitar pensar en lo que ocurriría si escapara sola al mundo humano llevándome a mis hijos. ¿Cómo podría protegerlos si lo que nos perseguía era capaz de encontrarme incluso allí?No sabía nada sobre los poderes que me pertenecían por naturaleza, ni cómo usarlos. Esa revelación dolía, porque entendí la verdad: no podía seguir huyendo de mi esencia.Y luego estaba él. Mi Alfa. Desde la última vez que me dejó su marca, algo en mí había cambiado por completo. Su presencia me atraía con una fuerza inexplicable, un magnetismo crudo y visceral, como si tocara algo más profundo que mi propia voluntad. No pod&ia