CLARIS:
Kieran me devolvió el control de mi cuerpo tan rápido que necesité unos segundos para asimilarlo. Mi instinto me llevó inmediatamente a acercarme a mis hijos, que descansaban apaciblemente. Me quedé observándolos, intentando encontrar algo de calma en su quietud. Alcé la vista hacia mi madre, Elena, quien me miraba con una combinación de impotencia y tristeza que no hacía falta traducir en palabras.
—Mamá... —La llamé con la urgencia de quien busca respuestas inmediatas. Había tantas cosas que necesitaba entender, tantas preguntas que necesitaban una guía, una solución, una luz. Sin embargo, antes de que pudiera articular una sola, la voz de Rafe resonó en la estancia, interrumpiéndonos. —Elena, sígueme. Tenemos que cumplir la orden del alfa. Vi cómo su mirada cargada de pesar seKIERAN:La furia mezclada con impotencia crecía dentro de mí. Cada vez era más evidente que debía educar a Claris, enseñarle su lugar, pero no estaba dispuesto a hacerlo a expensas de mis cachorros. Sin embargo, mi mente no podía enfocarse completamente en ella; había una amenaza que se cernía sobre nosotros y que aumentaba con cada día. Esta vez no podía permitirnos huir. Era el Alfa de Alfas y esta vez no lo iba a hacer.Nos movíamos cubiertos por la oscuridad, sigilosos, hasta alcanzar el límite del territorio de la manada. Sabía que este era el punto crítico, el lugar donde se había reportado presencia de lobos cazadores. Lo que encontramos confirmó los informes: eran numerosos. Y, para empeorar las cosas, parecían haber establecido su campamento en las tierras de la manada de Vorn, el Alfa de los lobos del norte. —Vamos a acercarno
CLARIS: Era la primera vez que Kieran me trataba así, como lo que realmente era: una bestia salvaje. Había leído innumerables novelas sobre hombres lobo, y en casi todas los alfas maltrataban a las humanas. Había tenido suerte, hasta entonces. Kieran siempre me había tratado como una reina, pero seguía siendo obstinado. Se negaba a aceptar la vida en la ciudad, y aunque lo amaba, yo no estaba dispuesta a vivir en medio del bosque salvaje. Mucho menos a entregarme a una vida de loba. Tal vez la mitad de mi sangre era sobrenatural, pero eso no significaba que lo aceptara. Mis propios deseos, sin embargo, no tenían peso aquí. Este no era mi terreno; era el de Kieran. Estaba en desventaja, y lo sentía en cada mirada, en cada palabra que dejaban caer las lobas. Pero no pensaba renunciar. Tenía que ser estratégica, pensar en los niños. Ellos merecían algo mejor. Les d
KIERAN: Toda mi vida, en las relaciones que había sostenido con las lobas, jamás fui tan complaciente. Ellas se desvivían por ganarse mi atención, buscando ser elegidas como mi Luna. Pero con Claris, que finalmente resultó ser mi Luna, fue diferente. Después de descubrir la verdad, la traté como a una reina. Le di todo lo que quiso, la cuidé y la complací como si fuera el tesoro más preciado de mi vida... porque lo era. ¡Ella era mi Luna! Sin embargo, Claris continuaba negándose a aceptar su verdadera naturaleza, la de ser una loba. No quería vivir la vida que nos correspondía. Su rechazo me había empujado a tomar una decisión que me carcomía por dentro. Había sellado el lobo de mis hijos. ¡Eso era inaceptable! Pero si permitía que Lúmina, la loba de Claris, fuera liberada... el riesgo era enorme. Aunqu
KIERAN:Mis manos se cerraron en torno al tejido de su ropa, arrancándolo sin vacilar, exponiéndola a la luz tenue del dormitorio. Su jadeo ahogado resonó en el aire cargado, una mezcla de indignación y una emoción más profunda que negaba con todas sus fuerzas. —¡Kieran! —gritó, intentando retroceder, pero yo ya la tenía completamente atrapada contra el colchón. —Deja de luchar contra lo inevitable, Claris. —Solté un gruñido bajo, cargado de deseo y frustración. Me empujó con sus manos colocadas en mi pecho con fuerza, la suficiente para que cualquier otro cayera, pero yo no me moví ni un milímetro. La fuerza de su resistencia despertaba algo aún más feroz en mí y en mi lobo. No había sumisión en sus ojos, solo desafío, solo esa rabia contenida que me volvía l
KIERAN:Me miraba desafiante, con los labios ensangrentados y apretados, gritando que no quería ceder, pero sentí el ligero temblor de su cuerpo cediendo, traicionándola. Ella jadeó cuando bajé mis labios a su cuello, besando la piel suave donde mi marca aún palpitaba con un brillo tenue, llamando a ser renovada. —Puedes odiarme si necesitas hacerlo —susurré entre dientes mientras lamía la curva de su cuello, dejando que mi aliento caliente la alcanzara—. Pero no puedes cambiar lo que somos. Tu humana puede resistirse, pero tu loba ya lo sabe. Ella me acepta, Claris. Tú también lo harás. Claris arqueó el cuerpo, atrapada entre el placer insoportable de mi reclamo y la lucha por mantenerse firme, su orgullo humano resistiendo. Pero yo no iba a detenerme. Atka rugió en mi pecho, y sin más vacilación, mordí su cuello, renovando
CLARIS:Sentía su marca ardiendo, no solo en mi cuello, sino en lo más profundo de mi alma. Era como si la mordida hubiese roto algo dentro de mí, pero también sellara una conexión que me inclinaba a un destino que no deseaba aceptar. Toqué la marca, sintiendo cómo vibraba con energía y cómo, a pesar de todo, me llamaba a él. A Kieran. Lo odiaba... o al menos, eso quería creer. Mi loba, aquella parte de mí que compartía mi esencia con él, no dejaba de rugir de satisfacción, traicionando mis propios sentimientos.¿Cómo he llegado hasta aquí? Mi unión con Vikra, por más retorcida que haya sido, seguía siendo algo que yo debía resolver. Nunca imaginé que sería arrancada de esa manera, como si no tuviese derecho a decidir. Me sentía desnuda, privada de algo que me definía. ¿Quién er
KIERAN:Lo vi venir. Había escuchado los susurros entre la manada, las conspiraciones que crecían como una sombra inevitable. Sabía de dónde emanaban. Sarah. Estaba seguro de que ella y las Lobas Antiguas estaban trabajando en complicidad con Chandra Selene. Intentaban eliminar a mi Luna, utilizando cada error para justificar sus acciones. Y su estúpido deseo de ser solo humana no ayudaba en absoluto. Al entrar en el salón, me encontré con el consejo de los antiguos ocupando la sala, con miradas de reproche y otras de duda. Los saludé con calma y les indiqué que me siguieran al despacho. Cerré la puerta tras nosotros. No quería que Claris, desde la segunda planta, escuchara una palabra de esta reunión. Ya había solicitado a Lumina que la mantuviera enfocada, que protegiera a su humana tanto como pudiera. —¿Y bien? —pregunté al fin, con v
CLARIS:La preocupación me consumía después de lo que mi loba me había revelado. Había pasado tanto tiempo obsesionada con volver a la vida humana, alejándome de lo que significaba ser una loba, soñando con el lujo que Kieran me había ofrecido en las grandes ciudades antes de regresar a este mundo salvaje, que había ignorado los detalles cruciales. Y ahora, para empeorar las cosas, era vista como una traidora. Las miradas de reproche y desprecio, especialmente las de aquella loba que había venido días atrás, eran prueba de que el resto de la manada también lo creía. En el fondo, algo me decía que tenían motivos. Técnicamente, había cometido traición.—Técnicamente no —corrigió la voz de mi loba con firmeza y sin un ápice de consuelo dentro de mi cabeza—. Cometiste traición. Permitist