Kael
No sé cómo he llegado a este punto. Un punto en el que cada paso que doy dentro de este castillo parece más pesado que el anterior. Las paredes de piedra, tan frías y opresivas, parecen cerrarse alrededor de mí. Las intrigas que me rodean me mantienen alerta, pero es ella... Auren, la princesa, la pieza en este juego, la que más me desconcierta.
La he observado durante días, y lo que más me sorprende no es su belleza, que es innegable, ni su título, que está tatuado en su piel como una marca indeleble. No. Lo que realmente me sorprende es su astucia. No es la princesa sumisa que esperaba. No es la mujer que, como todos los demás, se sometería a la voluntad de aquellos que la rodean. Auren juega el mismo juego político que yo, pero con un propósito diferente: supervivencia. Esa es la clave. Sobrevivir en un mundo donde no hay reglas. Donde el poder se obtiene y se pierde con una sola palabra.
A lo largo de los días, nuestras interacciones han sido fugaces, cortantes, pero cada una más significativa que la anterior. Cada palabra que sale de su boca está cargada de intenciones, de dobles significados, como si estuviera siempre tanteando el terreno, probándome. Y yo... no sé si estoy respondiendo a sus provocaciones o si, de alguna manera, también estoy jugando un juego mucho más peligroso del que debería.
En más de una ocasión, la he encontrado en los pasillos del castillo, como si la mismísima oscuridad la hubiera engullido y ahora se deslizara entre las sombras. Siempre parece estar en el lugar correcto en el momento justo, y lo que es peor, siempre tiene una sonrisa juguetona en los labios, como si supiera más de lo que debería. Como si estuviera consciente de que todo lo que estamos viviendo es solo una performance.
En una de esas ocasiones, nos encontramos en un corredor poco iluminado, apartado de las miradas curiosas. Ninguno de los dos habla al principio, pero la tensión es evidente. Hay algo en el aire, algo que crece con cada respiración. La miro, y ella, en su silencio calculado, me mira de vuelta, como si fuera un desafío que ambos sabemos que no podemos evitar.
—"¿Siempre estás tan serio, comandante?" —pregunta ella con voz suave, casi burlona, pero con una intensidad que no puedo ignorar.
Sus palabras son un provocador susurro que cala hondo, como una flecha lanzada con precisión. La respuesta se queda atorada en mi garganta, pero lo que sí sé es que esa pregunta no es solo una broma. Es una prueba, un test que me está lanzando para ver si soy capaz de responder. Pero, ¿cómo lo hago sin revelar demasiado de lo que pienso? ¿Cómo no mostrar que ella está empezando a ocupar más de mi mente de lo que debería?
—"No todo en la vida es diversión, princesa," —respondo, intentando mantener mi tono controlado, aunque sé que mis palabras no son lo que parecen. Hay algo más. Algo que no quiero admitir.
Pero Auren no es tonta. Lo sabe. Lo siente. Y no se detiene.
—"¿No será que en realidad no sabes cómo divertirte? ¿O que prefieres esconderte detrás de tu máscara de comandante?" —me dice, su tono más afilado ahora, más directo. Está probándome, y lo está haciendo a propósito.
La observo en silencio, mis ojos recorriendo cada uno de sus movimientos. La forma en que se cruza de brazos, el desafío en sus ojos. Todo en ella grita que no es la princesa tonta que quieren que sea. No, Auren está jugando un juego más peligroso, y lo peor de todo es que no está sola. Yo también estoy atrapado.
Un paso más hacia ella, y de alguna manera, la distancia entre nosotros se reduce sin que ninguno de los dos lo haya planeado. El aire se vuelve denso, cargado con una tensión palpable. La miro a los ojos, y aunque intento mantener la calma, sé que estoy perdiendo el control.
—"Si no te importa," —le susurro, "tal vez sea mejor que te quedes con tu máscara. A mí no me engañas, princesa."
Ella no se inmutó, y por un segundo, me pregunto si soy el que está siendo manipulado, si soy yo el que está llevando las piezas de este juego al borde del desastre. Pero su sonrisa… esa sonrisa traviesa… me desarma, me hace perder la cordura. Es una sonrisa llena de secretos, una sonrisa que no puedo descifrar.
Y entonces, antes de que pueda hacer algo más, ella avanza un paso, quedando tan cerca que puedo sentir su aliento sobre mi piel. Su mirada es penetrante, como si estuviera desnudándome por dentro. No puedo moverme. No quiero moverme.
—"¿Te has preguntado alguna vez por qué juegas este juego, Kael?" —su voz es un susurro, pero lo que dice golpea con la fuerza de un martillo. "Porque, créeme, no soy la única que tiene una máscara aquí. Tal vez te encuentres más atrapado de lo que piensas."
El golpe de sus palabras me deja sin respuesta, y por un momento, todo lo que puedo hacer es mirarla, mi respiración más pesada, mi mente más confusa que nunca. ¿Qué está tratando de decirme? ¿Está jugando conmigo? ¿O es que, de alguna manera, ambas máscaras se están desmoronando?
Quiero responder, quiero decir algo que la haga retroceder, que la devuelva a su lugar. Pero ella no me deja. Antes de que pueda abrir la boca, me da la vuelta, y con un movimiento tan rápido que ni siquiera me doy cuenta, sus labios se acercan a mi oído. Su aliento calienta mi piel, y un escalofrío recorre mi columna vertebral.
—"Recuerda, comandante," —me susurra, su voz cargada de una sabiduría inquietante, "las reglas del poder no son tan fáciles de romper."
Y en ese momento, cuando sus palabras se desvanecen en el aire, sé que acaba de marcar la diferencia. Acaba de demostrarme que, quizás, esta guerra interna que estoy librando no es solo entre ella y yo. Es una batalla mucho más grande. Y cuando se aleja, su sonrisa aún permanece, grabada en mi mente, como una marca que no puedo borrar.
Me quedo allí, de pie en el pasillo, mirando cómo desaparece entre las sombras, sin saber si es ella la que está jugando conmigo o si soy yo el que está perdiendo este juego. Pero, sea lo que sea, sé que esta guerra interna apenas comienza, y el precio de jugarla es mucho más alto de lo que había imaginado.
AurenEl castillo se siente más grande cada día, pero no porque sus muros sean tan imponentes o sus pasillos interminables. No. Es la cantidad de secretos que se esconden dentro de esas paredes lo que me hace sentir tan pequeña. Los murmullos a mi alrededor son como ecos lejanos, invisibles pero palpables. Cada conversación, cada mirada furtiva, me hace más consciente de que aquí, entre sombras y máscaras, nada es lo que parece.Al principio, me concentré solo en lo evidente: la política, las alianzas, los movimientos estratégicos. Pero, cuanto más me adentro en este mundo, más descubro que hay algo más. Algo oscuro, algo peligroso. Cada rincón del castillo guarda una verdad que no quiero conocer, pero que debo. Y, por alguna razón, me he convertido en el centro de ese juego. El tablero está siendo movido, y aunque la mayoría no lo ve, soy la pieza más importante.Pero no puedo apartarme. No ahora. La curiosidad, esa maldición que me consume, no me permite descansar. Y si bien la amen
AurenLa torre se alza ante mí, majestuosa y fría, como una prisión de lujo, un mausoleo de piedras grises que reflejan el sol de la tarde. Mi corazón palpita con fuerza en mi pecho, pero no por la belleza del lugar, sino por el peso del destino que me aguarda dentro. Me han dicho que este castillo es un símbolo de poder, que su grandeza es incomparable, pero lo único que veo es una jaula dorada, una que me atrapará sin remedio.Cuando mi carruaje se detuvo frente a las puertas de hierro, me di cuenta de que todo había cambiado, que ya no era la hija del rey, que ya no tenía el mismo poder sobre mi futuro. Mi padre, el rey, ni siquiera se ha dignado a acompañarme. Me dejó sola, con un contrato entre mis manos y un futuro que no elegí. ¿Qué soy para él, sino una herramienta más en su juego político?Un sirviente vestido con los colores del reino me ayuda a bajar del carruaje. Mi vestido, aunque hecho de seda fina, me pesa más que cualquier armadura. Cada paso que doy parece retumbar en
KaelSer el comandante de la guardia no es un trabajo fácil. El deber de proteger al reino y sus miembros es una responsabilidad que llevo sobre mis hombros como una segunda piel. Mi vida ha sido todo disciplina y control. No hay espacio para debilidades, ni para las tentaciones que surgen en los rincones más oscuros del castillo. Sin embargo, ella llegó, como una tormenta silenciosa, arrastrando algo dentro de mí que no puedo ni quiero comprender.Auren. La hija del rey. Una pieza más en este juego de poder y política. Según las órdenes del rey, debo vigilarla. Ella no es una amenaza directa, al menos no de inmediato, pero sus ojos, su forma de moverse, la manera en que desafía a todos con cada palabra que dice, me perturba. Nunca me había visto afectado por alguien de esta manera, pero ella... ella es diferente.No es solo su belleza lo que me desarma, aunque la tiene. Es algo más profundo, algo que no puedo identificar fácilmente. Su fuerza oculta, la manera en que mantiene su cab
AurenLa opulencia del castillo me resulta más asfixiante con cada día que pasa. La fachada de lujo, la brillantez de los candelabros dorados, las risas calculadas de los nobles... todo es tan frívolo y vacío que no puedo dejar de preguntarme cuántas mentiras se ocultan detrás de esas sonrisas falsas. Me encuentro atrapada en un juego de poder, una pieza en un tablero del que no tengo control, y aunque intento mantenerme serena, el peso de la situación es más grande de lo que puedo soportar.Mi futuro está decidido, una esposa que no tiene voz, una princesa que será utilizada como un simple peón en una guerra que no entiende por completo. El matrimonio con un hombre que ni siquiera conozco, y cuyo nombre solo me ha sido susurrado en los pasillos de este castillo, parece ser solo una fachada para algo mucho más siniestro entre los reinos. Mi vida, mis decisiones, mis sueños… todo se desvanece bajo la sombra de una política de la que no soy más que un instrumento.Pero incluso en medio