Kael
Ser el comandante de la guardia no es un trabajo fácil. El deber de proteger al reino y sus miembros es una responsabilidad que llevo sobre mis hombros como una segunda piel. Mi vida ha sido todo disciplina y control. No hay espacio para debilidades, ni para las tentaciones que surgen en los rincones más oscuros del castillo. Sin embargo, ella llegó, como una tormenta silenciosa, arrastrando algo dentro de mí que no puedo ni quiero comprender.
Auren. La hija del rey. Una pieza más en este juego de poder y política. Según las órdenes del rey, debo vigilarla. Ella no es una amenaza directa, al menos no de inmediato, pero sus ojos, su forma de moverse, la manera en que desafía a todos con cada palabra que dice, me perturba. Nunca me había visto afectado por alguien de esta manera, pero ella... ella es diferente.
No es solo su belleza lo que me desarma, aunque la tiene. Es algo más profundo, algo que no puedo identificar fácilmente. Su fuerza oculta, la manera en que mantiene su cabeza erguida, incluso cuando sabe que está atrapada en este destino que otros han elegido por ella, me intriga. Pero sé que no debo dejarme llevar. No puedo permitirme sentir nada. Ella es una carga, un obstáculo más que debo controlar para cumplir con mi deber.
Mi trabajo es mantenerla a salvo y asegurarme de que no cause problemas. Un trabajo sencillo, si uno se olvida de que ella no es una niña dócil que se puede controlar con un simple gesto de autoridad. No. Ella desafía con cada paso, con cada palabra. Y lo peor de todo es que parece disfrutar de esto, de ver cómo mi mundo, tan perfectamente organizado, empieza a desmoronarse a su alrededor.
La primera vez que la vi en la cena, sentí esa chispa. Estaba sentada en la mesa principal, rodeada por nobles que se deshacían en cortesías y sonrisas falsas. Todos la observaban como si fuera una joya en exhibición, pero su mirada era todo menos sumisa. Sus ojos, oscuros y profundos, se fijaron en mí por un segundo, y aunque rápidamente apartó la vista, la intensidad de ese momento se quedó conmigo.
A medida que las noches pasan y el deber me lleva a seguirla de cerca en cada evento, no puedo dejar de observarla. La forma en que camina por los pasillos, la postura recta, la elegancia que parece no haber aprendido de nadie, sino que ha nacido con ella. Hay algo desafiante en su presencia, algo que me llama, que me reta a romper mi propia disciplina.
Pero no puedo ceder. No debo.
Es en una de esas ocasiones, cuando estoy de guardia cerca de los pasillos que ella suele recorrer, que la encuentro nuevamente. Ella está sola, su vestido blanco resplandeciente contra las sombras de la piedra fría, caminando con paso firme hacia ningún lugar en particular. No puedo evitar fijarme en ella, y cuando nuestras miradas se cruzan, algo en mi interior se revuelca. Es como si me hubiera visto a través de toda mi fachada, como si me conociera mejor que yo mismo.
Auren no se detiene, pero su mirada no me abandona. Es como si buscara algo en mí, o tal vez solo se divierte con el hecho de que no puedo dejar de mirarla.
"¿No tienes algo mejor que hacer, comandante?" su voz suena como un susurro desafiante en la quietud del pasillo.
Mi respiración se detiene por un segundo. La forma en que pronuncia mi título, con tan poco respeto, me molesta, pero también me excita de una manera que no puedo explicar.
“Mi trabajo es vigilarte, princesa. ¿No lo sabías?” le respondo, manteniendo la calma, pero sé que mi tono ha sido más duro de lo necesario.
Ella se detiene entonces, y aunque no sonríe, sus labios se curvan en una ligera mueca que me hace preguntarme si ha sido consciente del efecto que tiene sobre mí.
“No soy una niña para que me vigiles, Kael,” dice, pronunciando mi nombre con esa voz rasposa que parece tocar algo dentro de mí. “Si no puedes entender eso, quizás deberías irte a vigilar a alguien que te necesite.”
Me acerco un paso, sintiendo cómo la tensión se acumula entre nosotros. La distancia entre nosotros es pequeña, pero la electricidad en el aire lo hace parecer infinito. Mis ojos la recorren con una intensidad que no me atrevo a esconder. Y en sus ojos veo un destello de algo que no había notado antes. ¿Es desafío? ¿Es interés? O tal vez es simplemente esa necesidad de romper las barreras que ambos tenemos levantadas.
“No estoy aquí para cumplir tus deseos, princesa,” respondo, y esta vez mi voz es baja, casi un gruñido.
Ella no dice nada más, pero la mirada que me lanza es tan desafiante que me cuesta mantener la compostura. Mis dedos se aprietan involuntariamente alrededor de la empuñadura de mi espada. Quiero alejarme, pero sus ojos me mantienen atrapado.
De repente, un ruido distante interrumpe nuestro momento cargado. Algo, alguien se acerca rápidamente por el pasillo. Auren da un paso atrás, y yo me pongo en alerta al instante. Un hombre, claramente un noble borracho, se tambalea hacia nosotros, y su mirada se posa sobre Auren de manera lasciva.
“Vaya, qué belleza. No pensé que alguien tan frágil fuera capaz de caminar sola por aquí,” murmura el hombre con una sonrisa cruel, acercándose demasiado.
Antes de que pueda reaccionar, se acerca más de lo que debería. Mis reflejos son rápidos. Agarro su brazo con fuerza, lo giro y lo empujo contra la pared.
“Te aconsejo que te alejes de ella,” digo, mi voz firme y cortante, mi mirada llena de advertencia.
El hombre me mira, sus ojos brillan de ira y miedo, pero no se atreve a desafiarme. Finalmente, se aleja tambaleándose, murmurando amenazas en voz baja.
Auren está quieta, observando todo. Su respiración se acelera, y por un momento, nuestros ojos se encuentran otra vez. Esta vez, sin palabras, sin gestos. Solo la mirada. Y sé que algo ha cambiado. Algo ha cruzado una línea invisible entre nosotros.
Me doy la vuelta para marcharme, pero antes de que pueda dar un paso, una voz suave, pero cargada de desafío, rompe el silencio.
“No me hagas pensar que eres más de lo que aparentas, comandante,” susurra Auren, y sus palabras me golpean con la fuerza de un impacto directo.
Me giro lentamente, mis ojos fijos en los suyos. El reto en su mirada es inconfundible, y por un momento, no sé si debo responder con furia o simplemente dejar que la chispa siga ardiendo entre nosotros.
Pero sé que no será fácil ignorarla. Algo en su forma de desafiarme me hace querer conocerla más, probar hasta dónde llega su fortaleza, su misterio.
Quizás este juego sea más peligroso de lo que pensaba. Y yo, como siempre, estoy dispuesto a apostar.
AurenLa opulencia del castillo me resulta más asfixiante con cada día que pasa. La fachada de lujo, la brillantez de los candelabros dorados, las risas calculadas de los nobles... todo es tan frívolo y vacío que no puedo dejar de preguntarme cuántas mentiras se ocultan detrás de esas sonrisas falsas. Me encuentro atrapada en un juego de poder, una pieza en un tablero del que no tengo control, y aunque intento mantenerme serena, el peso de la situación es más grande de lo que puedo soportar.Mi futuro está decidido, una esposa que no tiene voz, una princesa que será utilizada como un simple peón en una guerra que no entiende por completo. El matrimonio con un hombre que ni siquiera conozco, y cuyo nombre solo me ha sido susurrado en los pasillos de este castillo, parece ser solo una fachada para algo mucho más siniestro entre los reinos. Mi vida, mis decisiones, mis sueños… todo se desvanece bajo la sombra de una política de la que no soy más que un instrumento.Pero incluso en medio
KaelNo sé cómo he llegado a este punto. Un punto en el que cada paso que doy dentro de este castillo parece más pesado que el anterior. Las paredes de piedra, tan frías y opresivas, parecen cerrarse alrededor de mí. Las intrigas que me rodean me mantienen alerta, pero es ella... Auren, la princesa, la pieza en este juego, la que más me desconcierta.La he observado durante días, y lo que más me sorprende no es su belleza, que es innegable, ni su título, que está tatuado en su piel como una marca indeleble. No. Lo que realmente me sorprende es su astucia. No es la princesa sumisa que esperaba. No es la mujer que, como todos los demás, se sometería a la voluntad de aquellos que la rodean. Auren juega el mismo juego político que yo, pero con un propósito diferente: supervivencia. Esa es la clave. Sobrevivir en un mundo donde no hay reglas. Donde el poder se obtiene y se pierde con una sola palabra.A lo largo de los días, nuestras interacciones han sido fugaces, cortantes, pero cada una
AurenEl castillo se siente más grande cada día, pero no porque sus muros sean tan imponentes o sus pasillos interminables. No. Es la cantidad de secretos que se esconden dentro de esas paredes lo que me hace sentir tan pequeña. Los murmullos a mi alrededor son como ecos lejanos, invisibles pero palpables. Cada conversación, cada mirada furtiva, me hace más consciente de que aquí, entre sombras y máscaras, nada es lo que parece.Al principio, me concentré solo en lo evidente: la política, las alianzas, los movimientos estratégicos. Pero, cuanto más me adentro en este mundo, más descubro que hay algo más. Algo oscuro, algo peligroso. Cada rincón del castillo guarda una verdad que no quiero conocer, pero que debo. Y, por alguna razón, me he convertido en el centro de ese juego. El tablero está siendo movido, y aunque la mayoría no lo ve, soy la pieza más importante.Pero no puedo apartarme. No ahora. La curiosidad, esa maldición que me consume, no me permite descansar. Y si bien la amen
AurenLa torre se alza ante mí, majestuosa y fría, como una prisión de lujo, un mausoleo de piedras grises que reflejan el sol de la tarde. Mi corazón palpita con fuerza en mi pecho, pero no por la belleza del lugar, sino por el peso del destino que me aguarda dentro. Me han dicho que este castillo es un símbolo de poder, que su grandeza es incomparable, pero lo único que veo es una jaula dorada, una que me atrapará sin remedio.Cuando mi carruaje se detuvo frente a las puertas de hierro, me di cuenta de que todo había cambiado, que ya no era la hija del rey, que ya no tenía el mismo poder sobre mi futuro. Mi padre, el rey, ni siquiera se ha dignado a acompañarme. Me dejó sola, con un contrato entre mis manos y un futuro que no elegí. ¿Qué soy para él, sino una herramienta más en su juego político?Un sirviente vestido con los colores del reino me ayuda a bajar del carruaje. Mi vestido, aunque hecho de seda fina, me pesa más que cualquier armadura. Cada paso que doy parece retumbar en