Suya, solo suya..

La noche avanzaba entre una burbujeante copa de champaña y una agradable conversación, Romina ya no estaba tensa, ella se había relajado de a poco, ya no temblaba como cuando pidió a su esposo quedarse en la habitación

El experimentado Nathaniel, la fue llevando al punto donde quería, él podía ser cruel, despiadado, un ser frío, pero esa mujer que tenía frente a él era especial, no solamente por qué era la madre de sus hijos, si no por qué como hombre lo encendía a su límite, la única razón por la cuál no la había obligado a entrar su cama era porque quería que ella misma cediera a sus caricias

El CEO no iba a tomar a su esposa mientras ella estuviera así de asustada, tampoco era una bestia, pero con nadie, con ninguna mujer había Sido así de gentil dándole tiempo a que se acostumbrara a él

Nathaniel puso una canción lenta en su celular, una que invitaba a ser bailada

— ¿Me concedes esta pieza... esposa? — invitó a Romina a bailar con él — la bella mujer se puso de pie y se acercó le
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