La sala del tribunal está en completo silencio mientras Rosangela se encuentra de pie frente al estrado, su mirada firme pero algo tensa mientras el juez la observa con seriedad.—Señorita Brown, ¿está consciente de lo que está declarando en este tribunal? — pregunta con calma, pero con la severidad de alguien que sabe que sus palabras tendrán un peso decisivo.Rosangela respira hondo antes de responder, su voz clara y aunque se puede percibir el leve temblor de la tensión que siente, es bastante decidida.—Sí, su señoría, lo estoy —responde, sin titubear, aunque su postura refleja la carga emocional que conlleva para ella estar allí.El juez asiente ligeramente, permitiéndole continuar.—Quiero aclarar que, aunque yo no tuve nada que ver con el secuestro ni con las acciones que el difunto señor Harrison tomó contra la señorita Antonelli —continúa Rosangela, su voz resonando en la sala—, puedo asegurar que, después de las cosas que él me dijo y con su actuar, es evidente para mí que él
El rugido del motor resuena con fuerza mientras Alessandro maneja a toda velocidad, o al menos tanto como la ley le permite. Con las manos firmes sobre el volante y su mirada fija en la carretera, a su alrededor el mundo parece una mancha borrosa de luces y sombras, mientras su respeto por el tráfico queda atrás en su carrera desesperada por llegar al hospital a tiempo. Desde el asiento trasero, los jadeos entrecortados de Nicole llenan el coche, cada respiración parece un gran esfuerzo para soportar el dolor de las contracciones. Su mano aprieta con fuerza la de Thalía, mientras su cuerpo tiembla ligeramente por el esfuerzo. A su izquierda, Camie la abanica y susurra palabras para ayudarla a lidiar con el trabajo de parto. —¡Dios mío, Alessandro! —grita Thalía desde atrás, su rostro refleja el susto y como todas sus alarmas se encienden—. ¡Ten más cuidado, te acabas de pasar un semáforo en rojo! —¡Lo sé! —responde Alessandro con la voz tensa, pero sin apartar la vista del camino.
◊ TENERIFE – ISLAS CANARIAS. ◊La música resuena con fuerza dentro de las paredes de la discoteca, las luces de neón y destellos estroboscópicos iluminan a la multitud que se mueve al ritmo de la música. En una de las mesas, Thalia Bianchi, con sus 24 años y porte elegante, es una belleza que atrapa todas las miradas. La rubia se encuentra en medio de un grupo de amigos, riendo y celebrando.Su cuerpo, enfundado en corto y ajustado vestido de color blanco, hace que resalten sus curvas y contrasta con su piel bronceada. El vestido, con finos tirantes y un escote pronunciado, brilla bajo las luces de la discoteca, reflejando destellos que la hacen aún más llamativa en medio de ese mar de personas.Con una mano ya algo temblorosa, Thalia toma un chupito que le ofrece una de sus amigas y lo bebe de un solo trago. El alcohol desciende por su garganta, ardiente y liberador, y cuando el vaso golpea la mesa, ella levanta los brazos y grita de emoción, acompañada por los vítores de sus amigas.
El Jeep se detiene frente a las imponentes puertas del Ritz. Los huéspedes salen y entran del lujoso complejo y para mucho es casi imposible no dar miradas de desaprobación al ya bastante gastado auto. Leonardo, aún con las manos firmes en el volante, deja escapar un silbido bajo y divertido al observar la majestuosa entrada e ignorando las miradas sobre su auto.—Bueno, parece que tuve una buena pesca esta noche —comenta en un tono juguetón, lanzándole una mirada a Thalia, que aún está sentada en el asiento del copiloto.Thalia, todavía desorientada y con el cansancio reflejado en sus ojos, prefiere ignorarlo. Con un suspiro, abre la puerta del Jeep y baja en silencio, su figura vestida con un simple y viejo chándal gris a juego con la camisa, al igual que el jeep, contrasta con el lujo que la rodean.Leonardo la observa marcharse desde su puesto en el Jeep, una sonrisa burlona jugando en sus labios. Cuando Thalia ha avanzado unos pasos, él inclina la cabeza hacia afuera de la ventan
El sol brilla intensamente sobre la piscina, reflejándose en el agua cristalina y creando destellos que iluminan el ambiente. Thalia, junto a otras modelos, se encuentra en medio de una sesión de fotos. Todas lucen trajes de baño elegantes y posan con gracia bajo las indicaciones del fotógrafo, mientras la cámara captura cada ángulo perfecto.Después de una serie de tomas, el director de la sesión da la orden de descanso. Las modelos se dispersan por el área, algunas buscando sombra, otras acercándose a la mesa con bebidas para refrescarse. Thalia se dirige hacia un rincón más apartado junto con dos de sus amigas más cercanas, buscando un respiro lejos de la multitud, pero principalmente, lejos de la intensa mirada de ese idiota prepotente que se hace llamar su escolta.Mientras tanto, Kendra Rossi, una de las personas que Thalia más odia en su vida se acerca al ellas mientras bebe de su botella de agua. Con una sonrisa coqueta en los labios, lanza una mirada hacia la zona de descanso
Thalia se encuentra en su habitación, observando su reflejo en el espejo mientras da los últimos toques a su maquillaje. Es viernes por la noche, y después de una semana agotadora de pautas y examenes, tiene planes de ir a la discoteca con sus compañeras de la universidad. Al levantarse, observa su reflejo en el espejo de cuerpo entero.Su cuerpo luce un vestido corto y brillante de color azul, que resalta su figura sin cruzar la línea hacia lo vulgar. El tejido centellea bajo la luz, reflejando destellos sutiles cada vez que se mueve. El vestido, de tirantes finos y escote discreto, cae suavemente sobre sus curvas, llegando apenas a medio muslo, lo que le da un aire juvenil y sofisticado. Mientras, su cabello rubio y largo se encuentra en una media cola semi descuidad.Satisfecha con su apariencia, Thalia toma su bolso y sale de la habitación. Al bajar las escaleras de la mansión, el eco de sus tacones sobre el mármol, rompe con el silencio. Al llegar al vestíbulo, se encuentra con D
Han pasado cuatro semanas desde que Leonardo se convierte en el guardaespaldas de Thalia. Lo que al principio parecía una tarea sencilla —aun cuando la modelo busca las maneras de complicarlo— pronto terminó convirtiéndose en un viaje de descubrimiento sobre la verdadera naturaleza de la rubia que cada mañana lo recibe con indiferencia y desdén. Thalia es, sin duda, un enigma que Leonardo empieza a desear descifrar, y aunque la relación entre ambos es mayormente tensa, él ha aprendido algunas verdades sobre ella que jamás habría esperado de una persona que se muestra como alguien mimada y totalmente alejada de la realidad.La primera de esas verdades es que, detrás de esa fachada de niña malcriada e inmensamente caprichosa. En realidad, Thalia posee un corazón noble y compasivo. Aunque siempre intenta mantener una apariencia de despreocupación, es evidente para Leonardo que su afecto por su hermano, Alessandro, es profundo e incondicional. Su hermano menor es su mundo, y cualquier cos
Al entrar en la casa, Thalia no puede evitar notar las maletas cuidadosamente alineadas junto a la entrada. Un suspiro ligero se escapa de los labios de Thalia mientras se detiene un momento frente a ellas, sabe bien lo que esas maltas significan. Al levantar la vista, ve a Donatella cruzando el salón con esa aura tan dominante que la caracteriza.—¿Te vas otra vez? —pregunta, tratando de sonar desinteresada, pero con un deje de genuino interés en su voz.—Estaré fuera por seis meses. Es por negocios —responde Donatella, sin girarse del todo, ocupada en revisar su celular.Thalia asiente lentamente, al parecer, tendrá otra larga temporada de soledad. No es la primera vez que sucede y, probablemente, no será la última—Está bien —responde sin más, sin querer profundizar en el tema. A estas alturas, ya está acostumbrada a las largas ausencias de Donatella.—¿Cómo va la campaña? —pregunta su madre, cambiando el tono a uno más empresarial, mostrando el interés que nunca falta cuando se tr