La risa de George resuena en el aire, cruel y penetrante, mientras observa la escena de Nicole abrazando desesperadamente a Thiago. Alessandro, da unos pasos hacia ellos, puede sentir la tensión creciendo a pasos agigantados, en ese punto no sabe quién tiene el control de nada y eso lo altera, sabiendo que George no ha terminado. El brillo en los ojos del hombre frente a él está cargado de odio, un odio profundo que ya no se puede disimular.—Te lo advertí, Alessandro —dice George con voz gélida, sus palabras teñidas de desprecio—. ¿Lo recuerdas? Te dije que tuvieras cuidado. Perderlo todo lleva a cualquiera a la locura… y a la muerte.El significado de esas palabras golpea a Alessandro de inmediato. En ese momento, todo se siente como si pasara en cámara lenta. Observa cómo George, con movimientos calculados, levanta el arma en su mano y la apunta en dirección a Nicole y Thiago. El corazón de Alessandro late con fuerza en su pecho, su respiración se vuelve errática. Todo parece ralent
Alessandro despierta lentamente, sus párpados se sienten pesados y su visión borrosa. Los sonidos lo rodean: el suave pitido de las máquinas, el murmullo distante de voces y el eco amortiguado de pasos en algún, pero todo es tan confuso. Poco a poco, comienza a distinguir la tenue luz filtrándose por las persianas y las líneas frías y limpias de la habitación. El dolor en su costado es lo primero que siente de forma más vívida cuando intenta moverse, una punzada intensa que lo obliga a detener su movimiento y respirar hondo.Al girar la cabeza, sus ojos se fijan en una figura familiar. Nicole está sentada junto a la cama, su cuerpo algo encorvado, su cabeza apoyada en el borde del colchón, con mechones de cabello suelto cayendo sobre su rostro. Su rostro está sereno, pero Alessandro puede ver el cansancio marcado en sus ojos cerrados. Sin embargo, la presencia de Nicole a su lado lo llena de un inesperado alivio.Alessandro intenta moverse de nuevo, pero el dolor es más intenso esta v
La sala del tribunal está en completo silencio mientras Rosangela se encuentra de pie frente al estrado, su mirada firme pero algo tensa mientras el juez la observa con seriedad.—Señorita Brown, ¿está consciente de lo que está declarando en este tribunal? — pregunta con calma, pero con la severidad de alguien que sabe que sus palabras tendrán un peso decisivo.Rosangela respira hondo antes de responder, su voz clara y aunque se puede percibir el leve temblor de la tensión que siente, es bastante decidida.—Sí, su señoría, lo estoy —responde, sin titubear, aunque su postura refleja la carga emocional que conlleva para ella estar allí.El juez asiente ligeramente, permitiéndole continuar.—Quiero aclarar que, aunque yo no tuve nada que ver con el secuestro ni con las acciones que el difunto señor Harrison tomó contra la señorita Antonelli —continúa Rosangela, su voz resonando en la sala—, puedo asegurar que, después de las cosas que él me dijo y con su actuar, es evidente para mí que él
El rugido del motor resuena con fuerza mientras Alessandro maneja a toda velocidad, o al menos tanto como la ley le permite. Con las manos firmes sobre el volante y su mirada fija en la carretera, a su alrededor el mundo parece una mancha borrosa de luces y sombras, mientras su respeto por el tráfico queda atrás en su carrera desesperada por llegar al hospital a tiempo. Desde el asiento trasero, los jadeos entrecortados de Nicole llenan el coche, cada respiración parece un gran esfuerzo para soportar el dolor de las contracciones. Su mano aprieta con fuerza la de Thalía, mientras su cuerpo tiembla ligeramente por el esfuerzo. A su izquierda, Camie la abanica y susurra palabras para ayudarla a lidiar con el trabajo de parto. —¡Dios mío, Alessandro! —grita Thalía desde atrás, su rostro refleja el susto y como todas sus alarmas se encienden—. ¡Ten más cuidado, te acabas de pasar un semáforo en rojo! —¡Lo sé! —responde Alessandro con la voz tensa, pero sin apartar la vista del camino.
◊ TENERIFE – ISLAS CANARIAS. ◊La música resuena con fuerza dentro de las paredes de la discoteca, las luces de neón y destellos estroboscópicos iluminan a la multitud que se mueve al ritmo de la música. En una de las mesas, Thalia Bianchi, con sus 24 años y porte elegante, es una belleza que atrapa todas las miradas. La rubia se encuentra en medio de un grupo de amigos, riendo y celebrando.Su cuerpo, enfundado en corto y ajustado vestido de color blanco, hace que resalten sus curvas y contrasta con su piel bronceada. El vestido, con finos tirantes y un escote pronunciado, brilla bajo las luces de la discoteca, reflejando destellos que la hacen aún más llamativa en medio de ese mar de personas.Con una mano ya algo temblorosa, Thalia toma un chupito que le ofrece una de sus amigas y lo bebe de un solo trago. El alcohol desciende por su garganta, ardiente y liberador, y cuando el vaso golpea la mesa, ella levanta los brazos y grita de emoción, acompañada por los vítores de sus amigas.
El Jeep se detiene frente a las imponentes puertas del Ritz. Los huéspedes salen y entran del lujoso complejo y para mucho es casi imposible no dar miradas de desaprobación al ya bastante gastado auto. Leonardo, aún con las manos firmes en el volante, deja escapar un silbido bajo y divertido al observar la majestuosa entrada e ignorando las miradas sobre su auto.—Bueno, parece que tuve una buena pesca esta noche —comenta en un tono juguetón, lanzándole una mirada a Thalia, que aún está sentada en el asiento del copiloto.Thalia, todavía desorientada y con el cansancio reflejado en sus ojos, prefiere ignorarlo. Con un suspiro, abre la puerta del Jeep y baja en silencio, su figura vestida con un simple y viejo chándal gris a juego con la camisa, al igual que el jeep, contrasta con el lujo que la rodean.Leonardo la observa marcharse desde su puesto en el Jeep, una sonrisa burlona jugando en sus labios. Cuando Thalia ha avanzado unos pasos, él inclina la cabeza hacia afuera de la ventan
El sol brilla intensamente sobre la piscina, reflejándose en el agua cristalina y creando destellos que iluminan el ambiente. Thalia, junto a otras modelos, se encuentra en medio de una sesión de fotos. Todas lucen trajes de baño elegantes y posan con gracia bajo las indicaciones del fotógrafo, mientras la cámara captura cada ángulo perfecto.Después de una serie de tomas, el director de la sesión da la orden de descanso. Las modelos se dispersan por el área, algunas buscando sombra, otras acercándose a la mesa con bebidas para refrescarse. Thalia se dirige hacia un rincón más apartado junto con dos de sus amigas más cercanas, buscando un respiro lejos de la multitud, pero principalmente, lejos de la intensa mirada de ese idiota prepotente que se hace llamar su escolta.Mientras tanto, Kendra Rossi, una de las personas que Thalia más odia en su vida se acerca al ellas mientras bebe de su botella de agua. Con una sonrisa coqueta en los labios, lanza una mirada hacia la zona de descanso
Thalia se encuentra en su habitación, observando su reflejo en el espejo mientras da los últimos toques a su maquillaje. Es viernes por la noche, y después de una semana agotadora de pautas y examenes, tiene planes de ir a la discoteca con sus compañeras de la universidad. Al levantarse, observa su reflejo en el espejo de cuerpo entero.Su cuerpo luce un vestido corto y brillante de color azul, que resalta su figura sin cruzar la línea hacia lo vulgar. El tejido centellea bajo la luz, reflejando destellos sutiles cada vez que se mueve. El vestido, de tirantes finos y escote discreto, cae suavemente sobre sus curvas, llegando apenas a medio muslo, lo que le da un aire juvenil y sofisticado. Mientras, su cabello rubio y largo se encuentra en una media cola semi descuidad.Satisfecha con su apariencia, Thalia toma su bolso y sale de la habitación. Al bajar las escaleras de la mansión, el eco de sus tacones sobre el mármol, rompe con el silencio. Al llegar al vestíbulo, se encuentra con D