Es media tarde, y todos los ocupantes de la casa están con los nervios a flor de piel, esperando por el momento en que una llamada rompa con el ambiente. Es cerca de las cinco cuando el sonido del teléfono finalmente se hace presente. Todos reaccionan de inmediato, pero es Nicole quien, temblando, lo toma y se lo lleva al oído.—George —dice, intentando que su voz no tiemble, aunque por dentro sigue aterrada.—Ah, Nicole hermosa. Qué honor que seas nuevamente tú la que conteste esta vez—la forma en la que George habla, es la misma con la cual mantenían sus conversaciones casuales—. Te conozco muy bien. Dime algo ¿Te preguntas si todo esto es un mal sueño?Nicole lo escucha y cierra los ojos, controlando el impulso naciente de gritar y mandarlo a la mierda. Si fuera otra ocasión y situación, se permitiría perder los estribos y mandar al demonio la compostura, pero en ese momento, aún entre el miedo y el dolor sabe que necesita mantener la calma. Sabe que Thiago la necesita serena ahora
Xavi ajusta el último broche del chaleco antibalas sobre el torso de Nicole, quien permanece en silencio, con la mirada fija en la pared. A pesar del peso físico del chaleco, es el peso emocional lo que realmente está sobre sus hombros. Xavi, con tono profesional, le da una última indicación.—Lo mejor será que uses un suéter grueso que pueda disimular el chaleco bajo la ropa. No queremos que George o cualquier otra persona que pueda estar con él note que lo llevas —dice mientras da un paso atrás para observarla fijamente.Nicole asiente en silencio, sus manos temblorosas mientras se mueve y busca un suéter en el armario. Finalmente, encuentra uno de lana oscuro que cuelga pesadamente de sus manos mientras se lo pone. A medida que el suéter cubre el chaleco, su respiración se vuelve un poco más tranquila, pero su mente sigue llena de incertidumbre.Sin embargo, esa breve calma dura apenas unos segundos. La puerta de la habitación se abre lentamente, y Donatella entra con pasos suaves.
El equipo especial de rescate se mueve en completo silencio a través de las sombras que rodean la lujosa casa de Rosangela. Cada paso es calculado, cada gesto coordinado. La misión es clara: entrar, reducir amenazas y confirmar la ubicación de Thiago y el pequeño está allí, su extracción segura. Mateo, liderando el equipo, se detiene al alzar la mano, indicando al resto que deben mantenerse alertas. A través de la ventana principal, pueden ver la silueta de un hombre armado, vigilando desde una ventana en el segundo piso.—Tenemos un objetivo en la ventana, se encuentra armado —avisa uno de los miembros del equipo a través del auricular.Mateo asiente, señalando al equipo para que se dividan y rodeen la casa. El tiempo es crucial, pero la precisión es más importante. No saben si el hombre está solo o si hay más dentro, así que moverse con rapidez, pero sin hacer ruido es parte importante de su plan. Uno a uno, los hombres del escuadrón comienzan a moverse por los costados de la casa,
La risa de George resuena en el aire, cruel y penetrante, mientras observa la escena de Nicole abrazando desesperadamente a Thiago. Alessandro, da unos pasos hacia ellos, puede sentir la tensión creciendo a pasos agigantados, en ese punto no sabe quién tiene el control de nada y eso lo altera, sabiendo que George no ha terminado. El brillo en los ojos del hombre frente a él está cargado de odio, un odio profundo que ya no se puede disimular.—Te lo advertí, Alessandro —dice George con voz gélida, sus palabras teñidas de desprecio—. ¿Lo recuerdas? Te dije que tuvieras cuidado. Perderlo todo lleva a cualquiera a la locura… y a la muerte.El significado de esas palabras golpea a Alessandro de inmediato. En ese momento, todo se siente como si pasara en cámara lenta. Observa cómo George, con movimientos calculados, levanta el arma en su mano y la apunta en dirección a Nicole y Thiago. El corazón de Alessandro late con fuerza en su pecho, su respiración se vuelve errática. Todo parece ralent
Alessandro despierta lentamente, sus párpados se sienten pesados y su visión borrosa. Los sonidos lo rodean: el suave pitido de las máquinas, el murmullo distante de voces y el eco amortiguado de pasos en algún, pero todo es tan confuso. Poco a poco, comienza a distinguir la tenue luz filtrándose por las persianas y las líneas frías y limpias de la habitación. El dolor en su costado es lo primero que siente de forma más vívida cuando intenta moverse, una punzada intensa que lo obliga a detener su movimiento y respirar hondo.Al girar la cabeza, sus ojos se fijan en una figura familiar. Nicole está sentada junto a la cama, su cuerpo algo encorvado, su cabeza apoyada en el borde del colchón, con mechones de cabello suelto cayendo sobre su rostro. Su rostro está sereno, pero Alessandro puede ver el cansancio marcado en sus ojos cerrados. Sin embargo, la presencia de Nicole a su lado lo llena de un inesperado alivio.Alessandro intenta moverse de nuevo, pero el dolor es más intenso esta v
La sala del tribunal está en completo silencio mientras Rosangela se encuentra de pie frente al estrado, su mirada firme pero algo tensa mientras el juez la observa con seriedad.—Señorita Brown, ¿está consciente de lo que está declarando en este tribunal? — pregunta con calma, pero con la severidad de alguien que sabe que sus palabras tendrán un peso decisivo.Rosangela respira hondo antes de responder, su voz clara y aunque se puede percibir el leve temblor de la tensión que siente, es bastante decidida.—Sí, su señoría, lo estoy —responde, sin titubear, aunque su postura refleja la carga emocional que conlleva para ella estar allí.El juez asiente ligeramente, permitiéndole continuar.—Quiero aclarar que, aunque yo no tuve nada que ver con el secuestro ni con las acciones que el difunto señor Harrison tomó contra la señorita Antonelli —continúa Rosangela, su voz resonando en la sala—, puedo asegurar que, después de las cosas que él me dijo y con su actuar, es evidente para mí que él
El rugido del motor resuena con fuerza mientras Alessandro maneja a toda velocidad, o al menos tanto como la ley le permite. Con las manos firmes sobre el volante y su mirada fija en la carretera, a su alrededor el mundo parece una mancha borrosa de luces y sombras, mientras su respeto por el tráfico queda atrás en su carrera desesperada por llegar al hospital a tiempo. Desde el asiento trasero, los jadeos entrecortados de Nicole llenan el coche, cada respiración parece un gran esfuerzo para soportar el dolor de las contracciones. Su mano aprieta con fuerza la de Thalía, mientras su cuerpo tiembla ligeramente por el esfuerzo. A su izquierda, Camie la abanica y susurra palabras para ayudarla a lidiar con el trabajo de parto. —¡Dios mío, Alessandro! —grita Thalía desde atrás, su rostro refleja el susto y como todas sus alarmas se encienden—. ¡Ten más cuidado, te acabas de pasar un semáforo en rojo! —¡Lo sé! —responde Alessandro con la voz tensa, pero sin apartar la vista del camino.
◊ TENERIFE – ISLAS CANARIAS. ◊La música resuena con fuerza dentro de las paredes de la discoteca, las luces de neón y destellos estroboscópicos iluminan a la multitud que se mueve al ritmo de la música. En una de las mesas, Thalia Bianchi, con sus 24 años y porte elegante, es una belleza que atrapa todas las miradas. La rubia se encuentra en medio de un grupo de amigos, riendo y celebrando.Su cuerpo, enfundado en corto y ajustado vestido de color blanco, hace que resalten sus curvas y contrasta con su piel bronceada. El vestido, con finos tirantes y un escote pronunciado, brilla bajo las luces de la discoteca, reflejando destellos que la hacen aún más llamativa en medio de ese mar de personas.Con una mano ya algo temblorosa, Thalia toma un chupito que le ofrece una de sus amigas y lo bebe de un solo trago. El alcohol desciende por su garganta, ardiente y liberador, y cuando el vaso golpea la mesa, ella levanta los brazos y grita de emoción, acompañada por los vítores de sus amigas.