#112

Si alguno de ellos dice que había logrado dormir, estarían mintiendo. El amanecer apenas comienza a iluminar la casa, pero el agotamiento es evidente en cada rostro. Nadie ha podido conciliar más de diez minutos; las horas transcurren entre suspiros, miradas fijas en el teléfono, y un constante estado de tensión que los asfixia a todos. Nicole se encuentra sentada en el sofá, con las rodillas recogidas hacia su pecho, sus ojos enrojecidos e hinchados están irritados de tanto llorar. Alessandro camina por la sala, incapaz de quedarse quieto, su rostro es un mosaico de ira y desesperación.

Thalia está en una esquina, su rostro apático, mientras, Enzo se mantiene de pie junto a la ventana, observando en silencio, cada tanto lanzando miradas de preocupación hacia Alessandro.

El teléfono suena, rompiendo el silencio una vez. Todos se tensan. Alessandro, como un resorte, se abalanza hacia el aparato, llevándolo a su oído.

—Que veloz…—la voz de George suena calmada, casi aburrida—. ¿Sabes? H
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