—No digas nada, hija. Sé que han estado trabajando duro y necesitan desconectar. Nosotros ya no estamos para esos viajes, pero ustedes… Ustedes deberían aprovechar y disfrutar.Alan se inclinó ligeramente en su silla, su rostro no reflejaba emoción alguna, solo una mirada seria. Ale lo miró, con esa mirada fue suficiente para que él entendiera lo que ella le decía; respira. Es que Ale notó la tensión en su mandíbula, los puños cerrados. Era más que obvio que las palabras de su madre, aunque amables, eran una forma disimulada de imponer una decisión. Vanessa se levantó emocionada abrazó a sus padres. —Que hermoso regalo, ¿verdad Chiqui? —miró a Alan, pero él no respondió nada—. Es una idea maravillosa. —Ambos se lo merecen, ya que trabajan tanto y se esfuerzan en lo que hacen—Agregó el papá de Ale, por un momento, la miró a ella. Ale sonrió como provocándolo. La tensión se hacía más grande, solo que ellos tres parecían no darse cuenta. La mamá de Ale miró en dirección de Ale y Jo
—Ve, ella necesita a su salvavidas.Josh dejó un beso en su frente, un gesto cariñoso que los demás podían interpretar de cualquier manera. Pero para él era; de verdad no quisiera dejarte sola, pero ella me necesita. —Lo lamento —repitió, susurrando nuevamente, antes de soltarse de ella y dar un paso hacia atrás.Alan dedujo que algo había pasado, lo supo al ver la expresión de Josh, así que relajó su expresión. Josh se disculpó, dijo que se le había presentado algo y no podía quedarse. Sin dar muchos detalles se fue. Las miradas recayeron sobre Ale, ella sólo se encogió de hombros y dijo que era un problema laboral. Alan dejó los boletos sobre la mesa y se acercó a la parrilla para darle vuelta a las carnes. Vanessa lo siguió con la mirada, sentía un asqueroso nudo en la garganta, eso le confirmó que ya todo estaba perdido. La señora Gabriela la tomó del brazo, con una sonrisa fingida le dijo que la acompañara a la cocina. El señor Álvaro aprovechó para ir al baño. Se quedaron sol
Vanessa no había desviado la vista ni un solo instante, observaba en silencio. Cada gesto de Alan hacia su hermana parecía enfurecerla más, aunque se esforzaba por mantener una expresión neutral. Entonces empezó a atar pequeños hilos, todo se iba acumulando en su mente, como piezas de un rompecabezas que no sabía si quería terminar de armar. El resfriado. El viaje… Vanessa no podía alejar la vista. Cada pequeño gesto entre Alan y Ale la enfurecía, pero lo que vio fue lo que terminó de desmoronar todo. Se acercó lentamente como si no quisiera llamar la atención, pero sin dejar de mirar la manera en que Alan sostenía la mano de su hermana. Notó la mirada de preocupación de Alan, como intentaba aliviar su dolor. En ese momento Alan no pensó en nada, ni nadie, sólo existía ella. Vanessa parpadeó, su respiración se hizo más pesada, su mente armó los hilos que había ignorado o no había querido ver. Entonces, su mirada descendió hacia las manos entrelazadas de Alan y Ale y lo vio. S
Alan la miró directamente a los ojos, habló con seguridad. —¿Por qué la atacas a ella si yo también soy culpable? —dijo con voz grave, pero calmada—. Yo permití que esto sucediera. Yo lo decidí. Yo me enamoré de ella. —Hizo una pausa mirando a todos—. Te recuerdo que fuiste tú quien comenzó a enviarla hacia mí, quien decidió que ella cubriera tus responsabilidades, tus ausencias. Pero no me voy a justificar con eso. No voy a decir que fue por tu abandono, por tu falta de interés, o por poner siempre tu trabajo primero. No voy a culparte de que por eso dejé de amarte. Vanessa lo miraba boquiabierta.»No soy tan miserable como para buscar esa justificación. Pero quiero que reconozcas que tú también tienes parte en lo que pasó. Tú también contribuiste a que esto que habíamos construido se desmoronara porque mucho antes de que yo me enamorara de Ale, lo nuestro ya no existía.Vanessa abrió la boca para replicar, pero Alan levantó una mano, impidiendo que lo interrumpiera.—Mi único erro
—Siempre ha pensado que tiene la autoridad moral para insultar, para pisotear a quienes no encajan en su idea de lo que está bien, pero le voy a decir una cosa —se acercó un poco más, habló con frialdad —: La única razón por la que se atreve a tratarla así es porque sabe que no tiene el valor para enfrentar sus propios errores. Así que, antes de seguir atacando a su hija, mírese al espejo y pregúntese por qué jamás ha sido capaz de comprenderla. Lo que más me molesta es que nunca ha entendido el verdadero valor de su hija. Y quizás nunca lo haga. Usted la insulta, la menosprecia, pero es simplemente porque no es capaz de ver más allá de sus propias limitaciones. Ale no necesita su aprobación, ni la mía, ni la de nadie. Ella es todo lo que usted jamás podrá ser: una mujer con coraje, con pasión, que no teme a vivir bajo sus propios términos. Y si eso la convierte en alguien que no encaja en su idea de lo que está bien, entonces, con todo respeto, el problema no es de ella... es suyo.
—¿Cómo pudiste, Ale? —dijo, en un susurro apenas audible—. ¿Cómo pudiste hacerle esto a tu hermana… a nosotros? Te desconozco…Ale, que había permanecido en silencio, decidió que ya era suficiente. Dio un paso hacia adelante, el corazón le latía en los oídos. El peso de tantas miradas llenas de odio, decepción la sacudieron, pero no iba a demostrar que le estaba doliendo. —Basta —dijo claro y fuerte—. Esto tiene que parar.Todos giraron hacia ella sorprendidos por su tono. Había dolor en sus ojos, pero también una seguridad impresionante. Miró a su madre, luego a su padre y a Vanessa que seguía furiosa.—No voy a pedirles que me entiendan —continuó, sin bajar la mirada—, porque sé que no lo harán y no espero que lo hagan. Nunca lo han hecho. Pero tampoco voy a quedarme aquí mientras ustedes me destrozan con insultos, como si todo esto fuera solo mi culpa. Sí, me enamoré de Alan. Sí, lo que hice estuvo mal. No voy a justificarme, porque no hay excusa. No tiré la piedra para luego esc
—¡Deja de defender a esa maldita perra! —gritó—. ¡Defiéndeme a mí! ¡Yo soy tu esposa!Vanessa logró zafarse de su agarre levantó la mano abofeteándolo dos veces. Su expresión era de rabia, angustia, impotencia. No podía controlar el temblor de su cuerpo, su pecho subía y bajaba con cada respiración. Alan no se movió, la miró a los ojos. No existía una palabra que pudiera consolarla, cómo explicar lo inexplicable. No había excusa ni justificación que pudiera suavizar ese dolor. No podía saltarse la etapa de lastimarla, era inevitable. —¡Defiéndeme a mí! —volvió a gritar, entre sollozos—. ¡Soy tu esposa! ¿No ves lo que me está haciendo? ¡Es mi hermana! Y tú... tú … Ella se te metió por los ojos. Es una cualquiera ¡No puedo creer que la sigas defendiendo!—Vanessa. Ya no más —susurró—. Esto no es solo culpa de ella, es culpa mía. Yo también la busqué. Me enamoré de ella… Vanessa lo miró, no podía asimilar lo que estaba ocurriendo, no podía aceptar que su esposo, el hombre que ella elig
…Eran casi las doce del día. Me di un baño, me maquillé para ocultar las ojeras. Miré el teléfono y aún no había señales de Alan. No dudaba de su amor, pero sabía que Vanessa haría cualquier cosa por retenerlo. Bajé a la sala, me sentí asfixiada en mi propia casa. Mis padres estaban ahí, esperándome. Me miraron fijamente, pero no con una mirada de amor sino una que me apuñalaba. —Siéntate —habló mamá —. Ya han pasado unas horas desde… bueno tiempo suficiente para pensar las cosas con calma. Me senté, estaba lista para escuchar el disparo. Mi papá se aclaró la garganta y habló con voz firme, casi fría.—Espero que hayas tenido tiempo de recapacitar sobre tus errores. Claramente no estábamos esperando algo tan descabellado de tu parte, aún así sigues siendo nuestra hija. Alexia hemos estado pensando en lo que es mejor para ti —comenzó, cruzando los brazos—. Este... desliz tuyo, este error, es algo que no podemos aceptar. Pero hay una salida.Lo miré sin decir nada, clavé las uñas en