Alan sonrió correspondiendo a su abrazo. —Hola, tía. También me da gusto verte. Ella miró hacia la puerta como buscando algo.—¿Vienes sólo? El volvió a sonreír y asintió. Ella lo conocía perfectamente, lo miró a los ojos y supo que algo había pasado. Le regaló otra sonrisa, lo volvió a abrazar. —Vente, vente, que tengo algo de comida lista. Siempre me alegra verte, pero hoy más, ¡tengo una paella que flipas! —dijo ella, guiándolo hacia la cocina.Mientras caminaban, Alan observó la decoración del hogar: azulejos coloridos y fotos familiares en las paredes. Era un lugar lleno de vida y recuerdos hermosos. —Me alegra tanto verte, cariño —continuó Margaret, mientras servía un plato—. Espero que te este yendo bien en Nueva York.—Sí, tía, todo bien, pero la ciudad es un caos —respondió Alan, pensando en todo lo que estaba pasando. —No te preocupes, aquí todo es más tranquilo. Ahora, cuéntame, ¿cómo va el diseño gráfico? ¡Seguro que sigues siendo un artista de primera! El mejor —di
Aspiró frenéticamente, sus manos comenzaron a temblar, el hecho de no tener el control de la situación la hacía sentir vulnerable y molesta. Sin poder controlarse más, soltó un grito ahogado y en un arranque de ira barrió la mesa lanzándo todo al suelo. Las copas estallaron en pedazos, un corte en la palma de su mano la hizo gritar más fuerte.El dolor físico fue instantáneo, pero no lograba apagar la impotencia que sentía, una tras otra empezó a gotear la sangre de su mano. No quería, no podía aceptar lo que Alan le pedía. Pensó tantas cosas en ese momento, su matrimonio no podía fracasar. Mi vida es perfecta; pensó antes de ponerse a gritar furiosa entre sollozos. —¡No te puedes ir! ¡No puedes dejarme así, Alan! —gritó sin importarle el dolor, su mirada se fijó en Alan que permanecía inmóvil.Alan escuchó el estruendo detrás de él, pero no se giró de inmediato. Cerró los ojos, él sabía que no iba a ser fácil. Aspiró con cansancio. Tenía claro que cada cosa que dijera empeoraría la
Le envié la dirección del club y colgamos. Josh apoyó los brazos en la barra y me miró con una sonrisa pícara.—Interesante, un hombre que marca su territorio.Sonreí, dándole un sorbo a mi copa.—No lo creo, solo quiere un trago. Además, ya sabe que no somos nada.—Eso no quiere decir que mi presencia no le cause celos —dijo, guiñándome un ojo con picardía.Nos quedamos platicando hasta que media hora después, vi entrar a Alan. Lo primero que hizo al verme fue abrazarme con fuerza. —Te extrañé —murmuró en mi oído, algo había pasado estaba segura. Levanté la mirada y noté a Josh observándonos desde la barra con una sonrisa que apenas ocultaba su curiosidad. Alan también lo vio, por un breve instante sus miradas se cruzaron. Hubo una tensión en el aire, pero al final ambos se saludaron con un leve gesto de cabeza.Nos sentamos. Alan pidió un whisky, se tomó el contenido sin respirar. —Paso algo verdad —afirmé —. Tu tía…Sentí miedo de preguntar. Él tomó mi mano.—No debería estar
—No podemos disponer del tiempo de Josh como si fuera el nuestro. Él es una persona ocupada —miré a mamá —. Sé que a ti te encanta hacer planes para los demás.Mamá gruñó molesta.—No veo porque no puedo hacerle una invitación al novio de mi hija. —Pero, ¿qué invitación? Mamá sacó el teléfono.—¿Me das su número o vas a llamarlo?Por alguna razón eso no me daba buena espina. Algo estaba planeado, tal vez quería buscar la manera de intervenir entre Alan y Vanessa, pero nosotros qué teníamos que ver. Resoplé, puse los ojos en blanco, no tuve más remedio. Un pitido, dos pitidos…—Turquesa. Escuché.—Cariño, perdón por llamarte, ¿estás ocupado? Escuché una risita. —Te equivocaste de contacto o estás en una posición incómoda.Más que una pregunta fue una afirmación. —Preferiría estar en cuatro, sería mejor.Mamá abrió los ojos, sonreí. Escuché una risita. »Te hablo porque mi madre quiere hablar contigo. —Eso suena serio. Ok, pasámela. Queda anotado en esa lista de cosas que me debe
…Josh llegó a la cafetería. Iba vestido de manera informal, pero con ese toque que lo hacía ver increíblemente guapo. Llevaba una camiseta de algodón gris oscuro. Sobre la camiseta, una chaqueta de cuero negro que le daba un aire despreocupado. Su cabello estaba desorganizado. Tenía unos jeans oscuros, ajustados, se veía guapísimo. —Nerviosa —se sentó frente a mí.Solté una risita.—Quisiera tomarme una botella entera de whisky para calmar mis nervios, pero no despertaría en un mes. Soltó una risita. —La reunión no sería en tu casa sino en urgencias. Podría ser una buena manera de evitar la reunión —se encogió de hombros—. O dependiendo del whisky incluso en la morgue. Volví a sonreír, por alguna razón él con esa naturalidad y esa manera de ser me hacía sentir mejor. Se levantó y tendió su mano. —¿Te parece si damos una vuelta? —preguntó mientras abrochaba su chaqueta—. Para no llegar a niveles tan extremos como la botella de whisky podemos dar un pequeño paseo para que te re
Sonreí, me encantaba la manera en la que él se desenvolvía. Alan y yo cruzamos miradas fugaces. Todos elevaron sus copas. Aspiré lentamente, sería una noche eterna. Empezaron a platicar de todo un poco, hasta que Vanessa volvió a abrir su bocota. —Es la primera vez que a mi hermanita le dura una relación, el primer hombre que trae a casa, eso es una buena señal. Quiere decir que las cosas van muy enserio. ¿Verdad? La miré y sonreí, una sonrisa tan falsa que me salió como una mueca de terror. Es que en ese momento quería estrellar la copa que tenía en las manos y acariciarla con los fragmentos rotos. Narrador omnisciente.Todos volvieron las miradas hacía Josh y Ale, esperando una respuesta. La situación ya era incómoda, se volvió peor cuando la mamá de Ale agregó.—Ya sabemos que Ale conoció a tu familia. Sería bueno hacer una reunión para que nos conozcamos. —Mamá —objeté—. No es como si fuera a casarme. —¿Qué tiene de malo? —intervinó el papá de Ale—. ¿O es que piensan mudarse
—No digas nada, hija. Sé que han estado trabajando duro y necesitan desconectar. Nosotros ya no estamos para esos viajes, pero ustedes… Ustedes deberían aprovechar y disfrutar.Alan se inclinó ligeramente en su silla, su rostro no reflejaba emoción alguna, solo una mirada seria. Ale lo miró, con esa mirada fue suficiente para que él entendiera lo que ella le decía; respira. Es que Ale notó la tensión en su mandíbula, los puños cerrados. Era más que obvio que las palabras de su madre, aunque amables, eran una forma disimulada de imponer una decisión. Vanessa se levantó emocionada abrazó a sus padres. —Que hermoso regalo, ¿verdad Chiqui? —miró a Alan, pero él no respondió nada—. Es una idea maravillosa. —Ambos se lo merecen, ya que trabajan tanto y se esfuerzan en lo que hacen—Agregó el papá de Ale, por un momento, la miró a ella. Ale sonrió como provocándolo. La tensión se hacía más grande, solo que ellos tres parecían no darse cuenta. La mamá de Ale miró en dirección de Ale y Jo
—Ve, ella necesita a su salvavidas.Josh dejó un beso en su frente, un gesto cariñoso que los demás podían interpretar de cualquier manera. Pero para él era; de verdad no quisiera dejarte sola, pero ella me necesita. —Lo lamento —repitió, susurrando nuevamente, antes de soltarse de ella y dar un paso hacia atrás.Alan dedujo que algo había pasado, lo supo al ver la expresión de Josh, así que relajó su expresión. Josh se disculpó, dijo que se le había presentado algo y no podía quedarse. Sin dar muchos detalles se fue. Las miradas recayeron sobre Ale, ella sólo se encogió de hombros y dijo que era un problema laboral. Alan dejó los boletos sobre la mesa y se acercó a la parrilla para darle vuelta a las carnes. Vanessa lo siguió con la mirada, sentía un asqueroso nudo en la garganta, eso le confirmó que ya todo estaba perdido. La señora Gabriela la tomó del brazo, con una sonrisa fingida le dijo que la acompañara a la cocina. El señor Álvaro aprovechó para ir al baño. Se quedaron sol