—No podemos disponer del tiempo de Josh como si fuera el nuestro. Él es una persona ocupada —miré a mamá —. Sé que a ti te encanta hacer planes para los demás.Mamá gruñó molesta.—No veo porque no puedo hacerle una invitación al novio de mi hija. —Pero, ¿qué invitación? Mamá sacó el teléfono.—¿Me das su número o vas a llamarlo?Por alguna razón eso no me daba buena espina. Algo estaba planeado, tal vez quería buscar la manera de intervenir entre Alan y Vanessa, pero nosotros qué teníamos que ver. Resoplé, puse los ojos en blanco, no tuve más remedio. Un pitido, dos pitidos…—Turquesa. Escuché.—Cariño, perdón por llamarte, ¿estás ocupado? Escuché una risita. —Te equivocaste de contacto o estás en una posición incómoda.Más que una pregunta fue una afirmación. —Preferiría estar en cuatro, sería mejor.Mamá abrió los ojos, sonreí. Escuché una risita. »Te hablo porque mi madre quiere hablar contigo. —Eso suena serio. Ok, pasámela. Queda anotado en esa lista de cosas que me debe
…Josh llegó a la cafetería. Iba vestido de manera informal, pero con ese toque que lo hacía ver increíblemente guapo. Llevaba una camiseta de algodón gris oscuro. Sobre la camiseta, una chaqueta de cuero negro que le daba un aire despreocupado. Su cabello estaba desorganizado. Tenía unos jeans oscuros, ajustados, se veía guapísimo. —Nerviosa —se sentó frente a mí.Solté una risita.—Quisiera tomarme una botella entera de whisky para calmar mis nervios, pero no despertaría en un mes. Soltó una risita. —La reunión no sería en tu casa sino en urgencias. Podría ser una buena manera de evitar la reunión —se encogió de hombros—. O dependiendo del whisky incluso en la morgue. Volví a sonreír, por alguna razón él con esa naturalidad y esa manera de ser me hacía sentir mejor. Se levantó y tendió su mano. —¿Te parece si damos una vuelta? —preguntó mientras abrochaba su chaqueta—. Para no llegar a niveles tan extremos como la botella de whisky podemos dar un pequeño paseo para que te re
Sonreí, me encantaba la manera en la que él se desenvolvía. Alan y yo cruzamos miradas fugaces. Todos elevaron sus copas. Aspiré lentamente, sería una noche eterna. Empezaron a platicar de todo un poco, hasta que Vanessa volvió a abrir su bocota. —Es la primera vez que a mi hermanita le dura una relación, el primer hombre que trae a casa, eso es una buena señal. Quiere decir que las cosas van muy enserio. ¿Verdad? La miré y sonreí, una sonrisa tan falsa que me salió como una mueca de terror. Es que en ese momento quería estrellar la copa que tenía en las manos y acariciarla con los fragmentos rotos. Narrador omnisciente.Todos volvieron las miradas hacía Josh y Ale, esperando una respuesta. La situación ya era incómoda, se volvió peor cuando la mamá de Ale agregó.—Ya sabemos que Ale conoció a tu familia. Sería bueno hacer una reunión para que nos conozcamos. —Mamá —objeté—. No es como si fuera a casarme. —¿Qué tiene de malo? —intervinó el papá de Ale—. ¿O es que piensan mudarse
—No digas nada, hija. Sé que han estado trabajando duro y necesitan desconectar. Nosotros ya no estamos para esos viajes, pero ustedes… Ustedes deberían aprovechar y disfrutar.Alan se inclinó ligeramente en su silla, su rostro no reflejaba emoción alguna, solo una mirada seria. Ale lo miró, con esa mirada fue suficiente para que él entendiera lo que ella le decía; respira. Es que Ale notó la tensión en su mandíbula, los puños cerrados. Era más que obvio que las palabras de su madre, aunque amables, eran una forma disimulada de imponer una decisión. Vanessa se levantó emocionada abrazó a sus padres. —Que hermoso regalo, ¿verdad Chiqui? —miró a Alan, pero él no respondió nada—. Es una idea maravillosa. —Ambos se lo merecen, ya que trabajan tanto y se esfuerzan en lo que hacen—Agregó el papá de Ale, por un momento, la miró a ella. Ale sonrió como provocándolo. La tensión se hacía más grande, solo que ellos tres parecían no darse cuenta. La mamá de Ale miró en dirección de Ale y Jo
—Ve, ella necesita a su salvavidas.Josh dejó un beso en su frente, un gesto cariñoso que los demás podían interpretar de cualquier manera. Pero para él era; de verdad no quisiera dejarte sola, pero ella me necesita. —Lo lamento —repitió, susurrando nuevamente, antes de soltarse de ella y dar un paso hacia atrás.Alan dedujo que algo había pasado, lo supo al ver la expresión de Josh, así que relajó su expresión. Josh se disculpó, dijo que se le había presentado algo y no podía quedarse. Sin dar muchos detalles se fue. Las miradas recayeron sobre Ale, ella sólo se encogió de hombros y dijo que era un problema laboral. Alan dejó los boletos sobre la mesa y se acercó a la parrilla para darle vuelta a las carnes. Vanessa lo siguió con la mirada, sentía un asqueroso nudo en la garganta, eso le confirmó que ya todo estaba perdido. La señora Gabriela la tomó del brazo, con una sonrisa fingida le dijo que la acompañara a la cocina. El señor Álvaro aprovechó para ir al baño. Se quedaron sol
Vanessa no había desviado la vista ni un solo instante, observaba en silencio. Cada gesto de Alan hacia su hermana parecía enfurecerla más, aunque se esforzaba por mantener una expresión neutral. Entonces empezó a atar pequeños hilos, todo se iba acumulando en su mente, como piezas de un rompecabezas que no sabía si quería terminar de armar. El resfriado. El viaje… Vanessa no podía alejar la vista. Cada pequeño gesto entre Alan y Ale la enfurecía, pero lo que vio fue lo que terminó de desmoronar todo. Se acercó lentamente como si no quisiera llamar la atención, pero sin dejar de mirar la manera en que Alan sostenía la mano de su hermana. Notó la mirada de preocupación de Alan, como intentaba aliviar su dolor. En ese momento Alan no pensó en nada, ni nadie, sólo existía ella. Vanessa parpadeó, su respiración se hizo más pesada, su mente armó los hilos que había ignorado o no había querido ver. Entonces, su mirada descendió hacia las manos entrelazadas de Alan y Ale y lo vio. S
Alan la miró directamente a los ojos, habló con seguridad. —¿Por qué la atacas a ella si yo también soy culpable? —dijo con voz grave, pero calmada—. Yo permití que esto sucediera. Yo lo decidí. Yo me enamoré de ella. —Hizo una pausa mirando a todos—. Te recuerdo que fuiste tú quien comenzó a enviarla hacia mí, quien decidió que ella cubriera tus responsabilidades, tus ausencias. Pero no me voy a justificar con eso. No voy a decir que fue por tu abandono, por tu falta de interés, o por poner siempre tu trabajo primero. No voy a culparte de que por eso dejé de amarte. Vanessa lo miraba boquiabierta.»No soy tan miserable como para buscar esa justificación. Pero quiero que reconozcas que tú también tienes parte en lo que pasó. Tú también contribuiste a que esto que habíamos construido se desmoronara porque mucho antes de que yo me enamorara de Ale, lo nuestro ya no existía.Vanessa abrió la boca para replicar, pero Alan levantó una mano, impidiendo que lo interrumpiera.—Mi único erro
—Siempre ha pensado que tiene la autoridad moral para insultar, para pisotear a quienes no encajan en su idea de lo que está bien, pero le voy a decir una cosa —se acercó un poco más, habló con frialdad —: La única razón por la que se atreve a tratarla así es porque sabe que no tiene el valor para enfrentar sus propios errores. Así que, antes de seguir atacando a su hija, mírese al espejo y pregúntese por qué jamás ha sido capaz de comprenderla. Lo que más me molesta es que nunca ha entendido el verdadero valor de su hija. Y quizás nunca lo haga. Usted la insulta, la menosprecia, pero es simplemente porque no es capaz de ver más allá de sus propias limitaciones. Ale no necesita su aprobación, ni la mía, ni la de nadie. Ella es todo lo que usted jamás podrá ser: una mujer con coraje, con pasión, que no teme a vivir bajo sus propios términos. Y si eso la convierte en alguien que no encaja en su idea de lo que está bien, entonces, con todo respeto, el problema no es de ella... es suyo.