Estoy observándome a mi misma en el cristal de la entrada del edificio, con la mirada algo perdida, en parte por el cansancio y en parte por el aburrimiento que siempre me ha generado esperar, cuando ella sale del ascensor.
Escucho en mi mente el sonido del juego de llaves que se mueven en su mano derecha, aunque realmente de este lado de la puerta nada puede oírse.
Ya habiendo entrado (tras un leve intercambio de palabras sobre cómo va todo), me quito el abrigo ligero y Analía me ofrece algo para tomar. Opto por un poco de té al ver que insiste, aunque mi idea no era quedarme por mucho tiempo.
Tomo asiento en el sofá y me arremango la camisa, algo acalorada por el contraste de temperatura entre la calle y el interior del departamento.
—¿Y Joaquín?
Pregunto para romper el pequeño silencio, refiriéndome al hermano de Rafael.
Analía, quien se encontraba de espal
Se que no cuento con mucho tiempo, ya que dejé asentado que volvería dentro de dos horas, de las cuales ya pasó más de una desde que Analía jugaba con las llaves en la entrada. La tos repentina que me invade me obliga a pedir agua porque de tanto hablar tengo la boca seca (y mi taza de té se encuentra vacía por la misma razón).—Wow. ¿Tu hermano hizo todo eso?Asiento, con el cristal frío del vaso de agua que me acaba de traer pegado en los labios.—¿Quién cambia así de un día para el otro?—No quiero pensarlo tanto en realidad. Con que no me moleste soy feliz.Analía ríe y extiende la mano a la bandeja, asumo que, buscando mas bizcochuelo, pero se encuentra con el plástico seco y vacío de la bandeja.—Traigo más de esto.Miro el reloj colgado arriba de la puerta de entrada, perca
CHATS ---> Analía.Analía: Nunca se comportó de forma tan humana, al menos no tras el abandono de Víctor. Desde que se fue, la depresión de su madre aumentó tanto que mis padres comenzaron a hacerse cargo de lo que quedaba de esa familia. Pero él no se sentía cómodo con eso, y se notaba. Así que poco después, apenas tuvo la mayoría de edad, comenzó con trabajos a tiempo completo. Meses después se mudaron a ese departamento. Empezó a estudiar en el poco tiempo que le quedaba libre. Todos salían a divertirse y el solo trabajaba, estudiaba y trataba de mantener a flote a su madre.Levanto la vista y vuelvo a mirar a Analía, quien continúa tecleando lo que asumo que será su próximo mensaje. Desciendo los ojos a mi teléfono otra vez.Analía: Vivir bajo tanta presi&oa
Analía: Quería fiarme de vos porque necesito eso para pedirte un favor. Revisá el bolsillo derecho de tu mochila.Debo admitir que, si antes tenía miedo, ahora solo me encuentro confundida. Cada vez que creo haber conocido a fondo a esta chica o al menos entender su forma de ser en lo más mínimo, una nueva caja se abre dentro de la anterior. Y lo que encuentro en el bolsillo que me indicó tampoco me sirve de gran ayuda para descifrar a Analía.Emily: ¿Qué es esto?Pregunto, levantando en el aire ese metal frío y húmedo por la temperatura.Analía: Ese es el favor.Emily: No entiendo.Escribo, sin dejar de observar el objeto.Analía: Es una copia llave de su departamento. Necesito que lo cuides, Em. Tengo que volver u
—¿Hija?Mi madre.Lleva puesta una bata oscura y se dirige a mí desde la cocina con una taza en la mano. Me meto la llave al bolsillo de forma disimulada y sonrío, algo torpe para mi gusto.—¿Qué hacés ahí?—Le debo alcanzar esto a una amiga, olvidé un par cuando se los llevaba.Improviso rápidamente.—Ah, los libros. Tu padre me comentó.Honestamente, me sorprende que mi madre esté al tanto de algo de lo que ocurre en esta casa.—Si…Hago una pausa, produciendo un silencio un tanto incómodo. Bajo la vista a los libros.—…se los llevo mejor.Tomo nuevamente los libros, tras meter mi celular en el bolsillo trasero del pantalón otra vez. Ella me abre la puerta sin tener que pedírselo, viendo que tengo ambas manos ocupadas. Abandono el cálido interior de la
Rafael: Analía me dejó un mensaje avisándome que tenés su copia llave del departamento. ¿Podemos hablar de eso?Que bien. Y yo que pensaba que tendría un sábado tranquilo.Emily: Mi próxima práctica es el lunes. ¿Te parece bien?Me siento estúpida. Me lancé a la piscina desde un trampolín, pensando que mi único riesgo a correr era si “cuidarlo” salía mal, pero no me detuve ni en segundo a tener en cuenta que quizá él no quisiera que yo fuera la que lo ayudara con algo en caso de ser necesario. ¿Y que, si no quería, si no sentía cómodo? Ese accidente podría interpretarse en parte como culpa mía, desde su punto de vista.Mi teléfono vibra.CHATS ---> RafaelRafael: Perfecto. Te veo e
“Usted se encuentra aquí”, leo, con la vista en un mini mapa encuadrado en la pared que muestra la distribución del hospital y sus diferentes áreas. Diviso la sala donde me informó la recepcionista que se encuentra Rafael y sigo mi camino, tomando el judo que había comprado de la máquina expendedora al entrar. El refrescante sabor de la naranja me invade el paladar instantáneamente.Paso por debajo de un enorme cartel que dice “REHABILITACIÓN” y continuo por un largo pasillo, doblando a la derecha en su desenlace. Lo que veo entonces hace que me quite la bombilla del juego la boca: un Rafael caminando hacia mí.Obviamente no viene hacia mí de forma premeditada, de hecho, siquiera me ha visto. Avanza lentamente de la mano de una enfermera, algo tambaleante y torpe. Luego de unos pasos, se detienen y la enfermera le dice algo que no logro entender. Supongo que le pregun
Apenas abro la puerta de la sala diviso la diferencia entre terapia intensiva y rehabilitación al instante. Lo he estudiado, pero jamás visto.Luego de la complejidad y saturación de la terapia intensiva, con tubos, sueros y tristeza por todas partes, esto es la paz, y se nota en el ambiente. Aquí la gente ya consciente simplemente se recupera para irse a casa. Nadie lucha por vivir.Una vez se sienta en la camilla con mi ayuda, Rafael se reclina solo hasta lograr acostarse.—Voy a ver a quien encuentro para que te vea.Digo, habiéndome quedado de pie, sin saber que más hacer o decir.—No, no. Vendrá la chica apenas termine allá. Estoy bien, no te preocupes. Solo es cansancio.—¿Seguro?—Si, tranquila.Mira hacia una mesita que se encuentra debajo de la ventana, a mi izquierda.—¿Te puedo pedir un vaso de agua?&mda
Me quedo helada y no sé qué decir. El hecho de que me arroje esa indirecta de la nada no solo me hace sentir pánico por no saber cómo elaborar una respuesta que no eche mi orgullo por la borda de un barco, sino también llego a la conclusión de que…si habla de mi cuando el tema de la conversación es “dejarse cuidar por las personas que quiere” quizá en el fondo…yo sea una de ellas aún.La ligera ilusión que me provoca esa teoría y las incontrolables ganas que invaden mi cuerpo de que sea cierta me hacen perder el hilo de mis pensamientos.—Bueno, tu prima también…Sonríe con una expresión algo traviesa, me atrevería a decir, pero a la vez…siento que lo desilusioné.—…y más personas.Trato de arreglarlo y espero haber aligerado un poco el peso de mi respuesta anterio