Rafael: Analía me dejó un mensaje avisándome que tenés su copia llave del departamento. ¿Podemos hablar de eso?
Que bien. Y yo que pensaba que tendría un sábado tranquilo.
Emily: Mi próxima práctica es el lunes. ¿Te parece bien?
Me siento estúpida. Me lancé a la piscina desde un trampolín, pensando que mi único riesgo a correr era si “cuidarlo” salía mal, pero no me detuve ni en segundo a tener en cuenta que quizá él no quisiera que yo fuera la que lo ayudara con algo en caso de ser necesario. ¿Y que, si no quería, si no sentía cómodo? Ese accidente podría interpretarse en parte como culpa mía, desde su punto de vista.
Mi teléfono vibra.
CHATS ---> Rafael
Rafael: Perfecto. Te veo e
“Usted se encuentra aquí”, leo, con la vista en un mini mapa encuadrado en la pared que muestra la distribución del hospital y sus diferentes áreas. Diviso la sala donde me informó la recepcionista que se encuentra Rafael y sigo mi camino, tomando el judo que había comprado de la máquina expendedora al entrar. El refrescante sabor de la naranja me invade el paladar instantáneamente.Paso por debajo de un enorme cartel que dice “REHABILITACIÓN” y continuo por un largo pasillo, doblando a la derecha en su desenlace. Lo que veo entonces hace que me quite la bombilla del juego la boca: un Rafael caminando hacia mí.Obviamente no viene hacia mí de forma premeditada, de hecho, siquiera me ha visto. Avanza lentamente de la mano de una enfermera, algo tambaleante y torpe. Luego de unos pasos, se detienen y la enfermera le dice algo que no logro entender. Supongo que le pregun
Apenas abro la puerta de la sala diviso la diferencia entre terapia intensiva y rehabilitación al instante. Lo he estudiado, pero jamás visto.Luego de la complejidad y saturación de la terapia intensiva, con tubos, sueros y tristeza por todas partes, esto es la paz, y se nota en el ambiente. Aquí la gente ya consciente simplemente se recupera para irse a casa. Nadie lucha por vivir.Una vez se sienta en la camilla con mi ayuda, Rafael se reclina solo hasta lograr acostarse.—Voy a ver a quien encuentro para que te vea.Digo, habiéndome quedado de pie, sin saber que más hacer o decir.—No, no. Vendrá la chica apenas termine allá. Estoy bien, no te preocupes. Solo es cansancio.—¿Seguro?—Si, tranquila.Mira hacia una mesita que se encuentra debajo de la ventana, a mi izquierda.—¿Te puedo pedir un vaso de agua?&mda
Me quedo helada y no sé qué decir. El hecho de que me arroje esa indirecta de la nada no solo me hace sentir pánico por no saber cómo elaborar una respuesta que no eche mi orgullo por la borda de un barco, sino también llego a la conclusión de que…si habla de mi cuando el tema de la conversación es “dejarse cuidar por las personas que quiere” quizá en el fondo…yo sea una de ellas aún.La ligera ilusión que me provoca esa teoría y las incontrolables ganas que invaden mi cuerpo de que sea cierta me hacen perder el hilo de mis pensamientos.—Bueno, tu prima también…Sonríe con una expresión algo traviesa, me atrevería a decir, pero a la vez…siento que lo desilusioné.—…y más personas.Trato de arreglarlo y espero haber aligerado un poco el peso de mi respuesta anterio
—Dejaste en claro no sentirte cómodo con eso.Menciono, abriendo la mochila tras haber escuchado un ruido que produce mi estómago de forma constante desde hace minutos y sacando el paquete de galletas que compré por la mañana. Habiendo comido una, me pongo de pie y le extiendo el paquete a Rafael. Él sonríe de forma graciosa dado a la infantilidad de la situación. Recordemos que estábamos en una charla profunda sobre la culpa y de la nada me puse a comer en frente suyo.—Bueno, no del todo, pero…si te hace sentir mejor podés venir a veces.Dice extendiendo la mano y tomando una galleta de queso.—Me gustaría, pero no quiero forzarte a algo que te disgusta.—¿Disgustar? (Muerde la galleta). No me disgusta tu presencia, tonta. Solo odio sentirme inútil.—Trataré de evitar que sientas eso, entonces.Ya llevo com
Abro un poco los ojos en gesto de sorpresa al escuchar el nombre de mi hermano salir de su boca, fingiendo no tener idea de lo que está contándome. Ella se queda muda, esperando una reacción de mi parte, pero al ver que no tengo expresiones exageradas ni pienso matar a nadie, continúa.Me relata como comenzó todo, diciendo que cuando las cosas se dieron por terminadas con Fabián, ella no tenía con quien hablarlo, ya que yo me encontraba metida en mis asuntos con Rafael, y que no quiso molestarme taladrándome la cabeza con un tema más que pensar. Escuchar eso me hace sentir culpable. Habiéndome indignado por la distancia que había tomado Samira conmigo, no se me ocurrió pensar en que quizás tenía sus razones. Yo estaba en mi mundo y ella, ayudándome en el mío, pero en el fondo…sola y sin pedir ayuda para ella misma.Fue uno de esos días en los qu
Tras hacer uso de mi voz al atender la llamada, oigo un suspiro del otro lado.—Por fin. Perdón por molestar tanto.Bajo los últimos dos escalones y miro a mi alrededor. Una mucama limpia el suelo en el otro extremo de la habitación y mi madre charla con Luisa en la puerta de la cocina.—No molestaste, me preocupaste. ¿Qué pasó?Luisa y mi madre se voltean y sus miradas apuntan hacia mí al percatarse de mi presencia. Mamá me hace una seña con el brazo para que me acerque. Respondo en el mismo lenguaje, y enseñando el teléfono y mi palma abierta, le hago entender que saldré a la entrada y que volveré en unos cinco minutos porque estoy en una llamada.—Quería saber cómo fue todo. Si hablaste con él y si te vas a quedar con las llaves al final. Me preocupa haber tenido que irme y haberlo dejado solo.Escucho en mi o&
El comienzo es bastante estándar. Presentan a mi padre, mencionando que luego de tanta espera finalmente ha aceptado dar una entrevista televisiva y comienzan con una serie de preguntas. Él cuenta como se inició en el mundo de los negocios y toda una historia emotiva y exagerada acerca de la importancia de lo que él llama “productividad”. Luego habla de cómo la empresa que fundó fue creciendo, a tal punto de volverse una multinacional en sólo doce años. En esa instancia, tanto mi hermano como yo respondemos preguntas básicas como: “¿Cómo lidiábamos con un padre tan ocupado siendo adolescentes?”, “¿Cómo se sintió el salto de clase social en la familia?” y similares. Minutos después, finalmente llega un punto en el que el entrevistador va al grano.—¿Y cómo ve usted el futuro de la empresa y sus herederos? &iques
—¿Sale de compras, señorita?Pregunta el hombre mientras enciende el motor. Respondo que sí y comenzamos a movernos. No han pasado ni quince minutos cuando el vehículo se detiene en la puerta del enorme lugar lleno de tiendas. Desciendo, avisando que volveré en una hora. Mi idea es escabullirme por la puerta trasera, a través del estacionamiento, e ir al departamento que está menos de dos cuadras de aquí.—Aparco y voy con usted.Maldita sea, no tuve en cuenta eso.—No es necesario, Martínez.—Pero señorita, su padre…—Mi padre no está con nosotros. Nada puede pasarme en un centro comercial cerrado. Relájate y toma un café de ese lugar.Digo señalándole una cafetería de la esquina y tendiéndole dos billetes que saco de la mochila. Continúo hablando, esperando evi