Antonella se miró al espejo y vio el brillo del dolor en sus ojos. Sus mejillas estaban enrojecidas y su pulso acelerado.Él la había visto completamente desnuda.Había invadido su espacio, su privacidad.Si, era su departamento, pero ella se estaba duchando.El no tenía el derecho de asustarle de aquella forma.Se acercó al closet caminando de puntillas para que el no le escuchara y sacó un albornoz de color negro, que por el tamaño ella imaginó le pertenecía a Vicenzo. Se lo puso y dejó que el calor de la tela la tranquilizara.Comenzó a caminar por el pasillo, buscando una habitación en la cual dormir, sin embargo, muy a su pesar, se dio cuenta que todas las puertas estaban cerradas con seguro.—Maldito desgraciado....— murmuró al darse cuenta del propósito de su marido.—¿Me buscabas? —la voz de su marido le paralizó.—No pienses ni por un segundo que voy a dormir contigo.—Te queda bien mi albornoz.—Vete al diablo.—Uy! El lenguaje soez que has aprendido de tu español.—¡No sabe
Respiró profundo una y otra vez antes de atreverme a moverme.Cansarse de Cogerla.Esas habían sido sus palabras exactas.Siguió su camino hacia el pasillo aunque su corazón le gritaba que se devolviera y lo enfrentara. Que le preguntara porque le odiaba tanto.Ella deseaba saber que había hecho para merecer tanto odio. Tanta rabia acumulada a lo largo de ese año que estuvieron separados.¿Qué quería Vicenzo de ella?Antonella no tenía idea.Ella se había marchado de Nápoles, había dejado a Italia atrás y se había escapado a España con su hermana.Joder, su hermana debía de estar sumamente preocupada.Ella le había dicho que le llamaría tan pronto se instalara en el hotel.Se quedó mirando el salón a oscuras, tan solo iluminado por la luz que provenía del pasillo. Todo el pent-house estaba sumido en la oscuridad total.—Tu maleta está en nuestra habitación. — la voz de Vicenzo hizo que ella soltara un grito sobresaltado—, si es que la quieres aun. —añadió.Ella se giró y cerró el albo
Estaba nerviosa.Regresar a esa ciudad donde había tenido tantas palabras que ahora se daba cuenta que solo eran lanzadas al viento dichos sin sentido sin sentirlas Ahora un año después se daba cuenta que todo había sido una mentira.Única que se había enamorado había sido ella.Se dio cuenta muy tarde de qué la diferencia de edad no era un jodido mito.La diferencia de edad podría destruir una pareja que se creía enamorada.Y Antonella comenzó a entender después de unos meses qué la culpa había sido de ella desde el primer momento.Su hermana mayor se lo dijo una y mil veces:—Es un buen partido pero estás destruyendo tu vida para armar la de otra persona. Y joder, cuánta razón tuvo. —Estimados pasajeros, bienvenidos a Napoles, por favor, mantengan colocado su cinturón de seguridad hasta que aterricemos por completo.Antonella se quedó leyendo su revista de variedad concentrada como si fuese una orden de vida o muerte. No quería mirar por la ventanilla, se lo había estado repiti
Entre todas las voces la que menos pensó que iba a escuchar al bajarse del avión mientras la maleta de mano pesaba como el demonio. A la persona que menos pensaba encontrar allí era a él.Vicenzo era como el demonio aparecía cuando menos lo esperaba.Este hombre estaba destinado a hacerle la vida imposible.¿Cómo demonio la había encontrado?No podía creer que él estaba realmente allí.Antonella se giró y encaró la voz de sus pesadillas.Era increíble que siguiera siendo exactamente cómo meses atras. Inconscientemente había comenzado a pensar, que lo estaba idealizando y que esos meses que estuvo con con él, siendo cortejada, mimada y deseada, no fueron más que producto de su imaginación. Que las veces que le acarició hasta el alma en verdad fue todo producto de su imaginación y nunca fue tan bello. Tan malditamente atractivo. Ella se debatía entre si todo era un modo de evitar que le doliera tanto, si solamente se estaba inventando que Vicenzo fuera realmente así de Irresistible
Antonella no se lo pensó dos veces, los ojos de Vicenzo centelleaban de pura rabia. Comenzaba a perder la paciencia, él era un hombre de armas tomar y si ella no se montaba en el coche, fácilmente, él podía cargarla y meterla dentro ponerle el cinturón y sentarse a su lado como si nada hubiese pasado.Miró a todas partes, las personas pasaban a su lado sin percatarse de la incertidumbre que estaba apoderándose de su ser.—Tengo reservación en el hotel, no voy a irme contigo, si gustas me dejas allá, pero no voy amanecer contigo Vincenzo.—Una cosa es lo que tú quieras, Jane, y otra cosa es lo que realmente se hará. Estás haciéndome perder el tiempo. Ya sabes que mi tiempo es oro.—No me llames así. El tiempo de llamarme así ya pasó.— Para mi siempre serás Jane, Jane. — le dijo pasando una mano por su rostro. — Estoy cansado. Vámonos antes de que se haga más tarde.— Vincenzo...— No me tires las cuerdas, Jane. Nos vamos. Punto. No tienes nada que objetar. ¡Y deja de hacerme perde
Vicenzo LuigiVicenzo entró en el coche y se sentó al lado de su esposa.Ella podría decir lo que quisiera, gritar, saltar patalear, pero al final de todo, sobre el papel, ante la iglesia y ante su familia, Nella seguía siendo su mujer. La mujer que lo había dejado, que lo habia abandonado, espacado de el como si el fuese el mismo diablo, pero su mujer al fin y al cabo. Y por nada en el mundo iba a permitirle semejantes actitudes. Ella no se lo merecía. No merecía su perdon, ni su consideración. Se desabrochó el botón que tenía colocado en la chaqueta para sentirse un poco más cómodo. Estar encerrado en un coche con Antonella después de largos meses sin verla, era sencillamente caótico. Vicenzo siempre había sido un hombre calculador, cuadrado cómo solía decir su hermana menor Giovanni. Su madre lo habia educado bien. Lo habia enseñado a ser un buitre en los negocios en la vida. No entendía como las personas podían cambiar de parecer de la noche a la mañana, como podian deci
ANTONELLA Él lo sabía sabía que iba a casarse con Scott. Al menos que pensaba hacerlo. Que lo estaba considerando. ¿Pero cómo diablos lo sabia? Es que él nisiquiera se lo había propuesto aún. Scott no se había acercado a ella con el anillo.Precisamente por esto, porque su hermana la había puesto en sobre aviso, es que ella quiso viajar a Nápoles y enfretarse nuevamente a Vicenzo. Porque no deseaba estar en una relación basada en mentiras. Quería que si llegaba a aceptar casarse con Scott, fuese compelmtante cierto, real, siendo honesta con él. ¿Cómo es que Vicenzo sabía sobre aquello? ¿Acoso era tan trasparente? No, se dijo.No era tan trasparente como para que él supiera esa clase de cosas. Quizá sólo me tiene muy vigilada.¡Eso debia ser! — Quítame tu mano de encima. —dijo y casi creyó que la voz no le había salido. — Suéltame. — estaba pidiéndole. Casi a punto de echarse a llorar. —¿Te molesta que te toque? ¿Es que acaso solo quieres que te toquetee tu prometido? — di
—Por favor, no lo hagas. Detente. Te lo ruego. No sigas, por favor —comenzaba a enojarse con ella misma, no era justo quedarse tan quieta y dejar que él se acercara de ese modo. Ella no podía ser tan débil con respecto a él. No después de enterarse que Vicenzo sólo la utilizó para cobrar esa puta herencia. Y contrario a lo que su hermana le había dicho, a lo que su propio padre le había dicho, ella se había ido de cabeza con todo. Ella no había escuchado y ahora, un año después, seguía pagando las consecuencias. Ahora, después de tanto lllorar, de tanto sufrir, y de no poder continuar con su vida, porque su consciencia le pedía a gritos finalizar su relación para comenzar otra. Ahora es que podía ver la luz al final del tunel y darse cuenta que cometió un gravisimo error al casarse con Vicenzo Luigi. —¿Qué no hago mi, hermosa esposa? ¿qué es lo que quieres que no haga? —él comenzó a dejar besos sobre su cuello, subiendo por su oreja y mordiendo suavemente su piel. Un escalofrío s