Volar sin alas.

Narra Ignacia.

Matías empezó a besar suavemente mis labios mientras una de sus manos bajaba lentamente y con la otra me agarró la cara para profundizar el beso, provocando que me rindiera, dándole plena libertad, de un momento nuestras lenguas bailaron suavemente, acelerando el ritmo cada segundo. Yo no lo quería, peleaba con mi propio ser, pero mis labios se volvieron más y más codiciosos.

—Estás muy húmeda— susurró cuando sus dedos se precipitaron en el lugar más íntimo de mi cuerpo.

Lentamente, con su boca en mi oído, examinó primero el interior de mis muslos, acariciándolos suavemente con dos dedos como si me estuviera analizando. Frotó mis labios hinchados hasta que finalmente se deslizó dentro. Cuando sentí su toque milagroso, mi espalda se curvó y un gemido de placer descontrolado salió de mi boca.

—No te muevas ¿Entiendes?— me quería limitar justo como supuse de algún modo le molestaba que pudiera corresponderle; era solo un juego de poder.

«Su placer es mi dolor. Buscaba dob
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