Narra Matías.Me senté tras mi escritorio, encendí el ordenador moviendo el mousse y respiré honda y lentamente cuando el rostro de mi mujer invadió la pantalla. No llevaba maquillaje en aquella fotografía que hace tiempo pedí sacarle sin que ella tuviera idea y me gustó tanto que decidí ponerla de fondo de escritorio.De todas las imágenes que recolecte con los años esta es la que más me cautivo porque se ve tan distinta justo como ahora con unas cuantas pecas claras sobre su nariz la hacen parecer más joven que sus veintinueve años, que en dos meses pasaran a ser treinta. Mis ojos se deslizaron por sus facciones: la curva de sus cejas, la claridad de sus ojos azules, sus labios carnosos. Durante los momentos que me permití pensar en ellos, ansié sentirlos sobre mi piel, aunque se entrega a mí, no ha sido capaz de brindarle caricias a mi cuerpo más que la mordida de represalia de esta mañana, pero aun así para mí sus besos, aunque no son por amor son como una bendición para mi desola
Narra Matías.Lo veía rascarse la cabeza como si le costara decirme qué es lo que ha analizado y conociendo a Tobías, sé que ha de ser un plan macabro porque este muchacho está más podrido que yo en todos los sentidos, pero no me quise adelantar y me recosté de mi escritorio, crucé los brazos sobre mi pecho y del mismo modo las piernas a medida que esperaba a que se decidiera a decirme que es eso tan maravilloso que tiene en mente.— Necesitamos mantener a Juan el ex perro fiel de Miguel Martínez en la cárcel— me mira en espera de mi reacción y asentí dándole la razón.— Para eso debe cometer un delito grave para que su condena sea larga, y tú tienes este tormento llamado Sebastián—, enarqué una ceja, pero me quedé en silencio y el cuándo no me vio con plan de agregar nada siguió— nunca has pensado que si Sebastián muere te quitas un gran problema de encima— negué sin decir una sola palabra.— Matías, a pesar de que digas que no, te mueres por esa mujer, se nota la chispa en tus ojos
Narra Ignacia. No sé qué me tiene más enferma, si la debilidad de mi cuerpo o la pena tan grande que tengo en mi alma. Después de qué mi mundo el cual creía perfecto se fue desgranando poco a poco he descubierto qué no solamente estaba hecho a base de mentiras sino de personas falsas.Tengo tantos sentimientos encontrados, qué me cuesta asimilar qué es correcto y qué es incorrecto, hoy por primera vez le he pegado a la mujer que creí que era mi madre y aunque me digo a mí misma qué no debería sentir remordimiento, igual lo hago.Ahora que estoy sola en esta habitación me pongo a pensar, ¿hasta dónde llegará el odio que siente Matías por mí?, sé que mis acciones pasadas le lastimaron tanto el orgullo como el alma, pero no siento que sea la justificación para que confabule tanto para dañarme la vida.Aunque la parte de mí que desea obtener su perdón me pide que vaya a él y le aclare muchas de las cosas que escuchó por parte de Patricia debido a que sé qué le deben haber dolido mucho c
Narra Ignacia.—Ella no lo hará, mi mamita no deja a las personas que quiere— le asegura.—¿Y si a mí no me quiere? — qué demonios trata de hacer diciéndole eso a mi hija.—Voy a pedir a este amuleto que te quiera mucho, yo te quiero— ella lo abrazó y él parecía luchar, pero terminó correspondiendo, entonces vi que la tomó en brazos.—Vamos a dormir y no me has respondido que opinas de la propuesta— los escuchaba a mi espalda porque corrí con las puntas de los dedos de los pies que ni toda bailarina de ballet podría superarme, me tiré a la cama y me metí debajo de las sábanas fingiendo dormir.Olvidé mi propósito o simplemente no quiero discutir. Dormirme con esta sensación bonita es distinto a dormir sintiendo amargura.—Ya no siento miedo, y cuando lo haga tengo tu amuleto—, sentí como él dejó a Camil al otro lado de la cama.—Bien— susurró tratando de mantener un tono bajo y no sé por qué, pero lo sentía mirarme, y me costaba fingir que duermo, sin embargo, luchaba porque su molest
Narrador. Luisa dejó a Iván con India como Ignacia le había pedido, ya que ella tenía que ir a trabajar, pero cuando iba a salir de la hacienda se lo impidieron y se sintió furiosa, tanto que no evitó decir unos cuantos insultos a los guardias que protegen el lugar. —Que tranza chulada, por qué andas gritando tan temprano ni que fueras un gallo despertador. Pareces descontrolada — la saludó Tobías a su manera y ella, que estaba muy enfocada en decirles sus verdades a los guardias, cruzó los brazos sobre su pecho y no lo volteó a verlo, actitud que hizo sentir a Tobías abochornado y muy furioso. —A ti que más te da que parezca gallo, perro, gato o un corral completo.—Desayunaste con Gilet— le preguntó ofendido.—Si así fuera tampoco es tu problema— ella cerró los ojos pidiendo internamente que se aleje de su lado, pues Tobías causa ese destello en su estómago y prefiere disfrazarlo con antipatía.«¿Qué se piensa esta?», refunfuño en su interior, dándose cuenta de que nunca ha sido
Narra Matías.Apoyé las manos sobre los fríos azulejos y absorbí la baja temperatura de aquel castigo en forma de diluvio hasta que penetró en mis huesos. Soy un gilipollas y un egoísta, quiero más de lo que me pertenece, por esos chamacos hubiese sido mejor hombre, me habría alejado de Ignacia, pero, en vez de ello, la convertí en mi esposa e hice que la noticia de nuestro matrimonio fuera divulgada en todos los medios conocidos, en lugar de mantenerlo como un secreto entre unas cuantas personas. Pero no yo para embarrarla en grande y hacer que Ignacia se quisiera morir, cosa que no logré, sino que más bien la he puesto en peligro y con ella a los niños. Me enjaboné, limpiándome rápidamente el sudor que he conseguido toda la noche a pesar de que el aire estaba encendido, pues me tocó pasarla bien mal porque no solo la castigué a ella sino a mí mismo en el proceso. Pocos minutos después, me detuve frente al espejo. Me pasé los dos dedos por la cara al notar que necesitaba un afeita
Narra Matías.Caminé de vuelta a los lavabos, tomé la navaja, y la extendí a ella—aféitame— pedí dejando el tema zanjado. —Es tu manera de evitarme. No sé afeitar y no lo haría de todos modos—me acerqué a ella y le puse la navaja en la mano llevándola a mi cuello. —¡¿Qué haces?!—me pregunta aterrada. —Sabes que odio que me lleves la contraria y tú sufres de hacerlo, ahora haz lo que te pido y no quitaré el dinero de tu cuenta, es mi respuesta final. —Yo no lo quiero, también es mi respuesta final. —Mira por qué no aprovechas, y me corta aquí—, la apreté de la cintura, pero sin soltar su mano para que siga con la navaja en mi cuello. —No soy una asesina. —Mírale el lado bueno, morra, quedarías viuda y podrida en plata, podrás casarte con quien quieras menos con Sebastián— hice un gesto de desagrado y me encanta ver su rostro de incredulidad cuando le hago cosas como estas— o con el verdadero padre de los morrillos—, su rostro se tornó pálido, tiré una flecha y di directo en el b
Narrador. Sebastián estaba asombrado y se deslumbró con aquella hacienda, pues desde luego había escuchado que era una de las más grandes y próspera de la zona, con su propio manantial termal dentro, pero escuchar y ver no es lo mismo, ahora no paraba de mirar a cada espacio de ese salón en el que estaba debido a que ni con la estabilidad económica que tiene nunca había estado rodeado de tantas cosas costosas. Suspiró detenidamente al pensar que le será difícil luchar contra un oponente como Matías Quintana, pero luego sopesó el hecho de que conoce muy bien a Ignacia y la mujer en la que se convirtió después de ser madre ya le importa poco lo material, muy distinta a la vanidosa que era antes. «Tengo algo que a este payaso le falta y es su amor, ella me quiere sin contar el hecho que soy el padre de sus hijos» se dijo internamente cuando buscaba una razón, y aunque quiere luchar por ella no es amor en sí lo que siente sino esa sensación de pertenencia que le ordena recuperar lo