Narrador.—Ella habla como si se refiriera al hermano de su ahora esposo —dijo Claudia que no se limitó en echarle leña al fuego. —Ya veo señora, es mejor que hablemos a solas —le solicitó para que no siguiera.—Ignacia, ¿qué acabas de decir? —exigió Matías con esa mirada que le quita el aliento, pero no por amor o placer sino por el miedo que a veces le causa, pues cuando se pone en ese plan es como si le helara el alma y la paralizara por completo.—Lo que quise decir es que… —Ella tragó grueso enfrentada por todos esos pares de ojos que la observaban como la santa inquisición miraba a una bruja de Salem.—¡Habla de una maldita vez! —Matías había dejado de comportarse bonito y complaciente, ahora estaba bien furioso, no era tonto y también recordó las palabras dichas por su madre.—¡Ahora mismo no me interesa confesarme para ser juzgada, lo único que me importa es la salud de mis hijos! —les respondió grosera a Sebastián y a Matías. Entonces, ignorándolos por completo, le volvió a
Narra Matías.Quiero devolverme, y entrar a ese consultorio, tomarla por los hombros y zarandearla con fuerza al mismo tiempo que le exijo para qué me diga el motivo o la razón que la conllevó a engañarme de ese modo; pero a la vez no quiero escuchar esa respuesta, ya que temo a que si me dice lo que me imagino que fue su motivo, duela más. Pues una cosa es suponer uno y otra es saber que mi pensamiento es verdadero.El sabor de la desilusión que tengo en este instante de mi vida es amargo, y muy seco al paladar. En mi pecho se me ha instalado un vacío profundo, y cuando creía que no podía sentir más se intensifica mi desazón.Ahora caminaba como un alma en pena, dejando que mis pies me guiaran al único lugar en el que sé qué podré estar feliz, con ellos; mis hijos. No necesito pruebas para saberlo, simplemente estoy seguro de que lo son.—¡Papito Matías has tardado muchísimo!— Veo el esfuerzo que hace mi nena preciosa, tan valiente que me llena de orgullo. La amo sin importar que
Narrador.Matías seguía mirando a Ignacia en espera de que dijera algo, pero se mantenía con los labios cerrados, totalmente muda, haciéndolo sentir aún más desesperado. También veía como ella disimuladamente se frotaba el pecho buscando aliviar el escozor que se instaló en el, pero era en vano su esfuerzo; pues el dolor no se iba a solamente aumentaba. —¡¿Me has hecho salir del hospital para nada?! — empezó por reclamar el con voz cargada de hastío. Sin embargo, su enfado era más consigo mismo que con ella, por no poder estar tan furioso como quiere y por estar viéndole un lado bonito al hecho de que ella adora a Iván sin haberle importado que es su hijo, pues muchas veces supuso que el día en que estuvieran un bebé ella lo iba a repudiar por el hecho de que es suyo.—¡De ningún modo!, no te haría salir para nada. Eso está claro, — refunfuñó irritada, estaba tan presionada que no sabía cómo canalizar todo el problema, sin embargo, no se arrepentía de haber hablado porque tarde o te
Narrador.Tras decir eso se marchó con dicho documento entre las manos y con un deje de esperanza que lo hacía sonreír aún estando destruido por dentro, e Ignacia miró hacia arriba evitando que las lágrimas abandonaran sus cuencas, pues no quería llorar. No quería hacerlo, pues deseaba afrontar todo con valentía; eso de llorar no iba a resolver cada uno de sus nuevos obstáculos y se propuso mostrarse firme. Sí que tiene dudas, e inquietudes, tanto que todo su torrente sanguíneo se convirtió en un caos. Pese a todo esto, muy en el fondo hay una pizca de esperanza, puesto que Matías no les contó a sus hijos que él es su padre y saber que los ama con locura la hace sentir tranquilizada.—Amiga, ¿cómo estás? — se sorprendió cuando escuchó la voz suave de Luisa, que llegó a su lado y como tenía la cabeza hacia arriba cerró los ojos, y puso su mejor sonrisa antes de verla.—He pasado por peores. Sin importar todo lo que está sucediendo estoy feliz porque sé que mis hijos estarán bien, e
Narra Ignacia.Justo en este momento, con estos resultados entre mis manos, el corazón me da un vuelco y pienso en mi pasado, en la diferencia de todas las sensaciones que he vivido y casi a mis treinta años, es que vengo a distinguir un sentir de otro. Cuando Sebastián me pidió dejar la casa, esa vez creía que sufría por amor, y hace poco todavía lo consideraba, pero en realidad parece que nunca supe lo que verdaderamente era sufrir por ese sentimiento, sino que ahora lo veo claro y lo entiendo también, únicamente fueron:Sueños muy tontos rotos.Esperanza, aunque ridículas rotas.Y deseos hechos pedazos, sin embargo, nunca fue amor, me convencí a mí misma de que lo era, pero la realidad es que nunca lo fue.—Antes de firmar te contaré sobre Iván y mi decisión, no te negaré tu derecho, pero si quieres mi autorización me vas a escuchar. — Le hablé con tanta fuerza y voz de mando que supuse que se negaría, pero, por el contrario, se acercó sentándose en la orilla de la cama justamente
Narra Ignacia.Su silencio me dio la respuesta que esperaba, puesto que el que calla otorga. Lástima que no pudiera celebrar al fin mi triunfo, le he ganado por primera vez a don diablo, ya que nunca daba su brazo a torcer, incluso quise bromear, sin embargo, había algo que necesitaba confirmar. Abrí el sobre observando que era yo la primera persona que lo veía, por el hecho de que estaba totalmente sellado.Había elegido primero el de Camil porque el de Iván no necesito verlo, dado a qué estoy más que segura que es su hijo. —¡99% de compatibilidad!—Aunque realmente tenía varias razones para sentirme furiosa y utilizada o no sé cuántos sentimientos más, debí comenzar a sentir en el primer momento que vi que es totalmente cierto que mi pequeña es su hija y yo no tengo ni la más remota idea de cómo o cuándo pasó esto. No pude dejar de estar perpleja, pero en sentido inverso. —¿No mentías con el fin de buscar atormentarme? — averigüé con mirada desorbitada, todavía me parecía imposibl
Narra Ignacia.Él retrocedió y se alejó, bajando la mano para empuñarse el falo. Yo me revolvía nerviosa, sin poder apartar la vista de aquella habilidosa mano y de esos largos y elegantes dedos que recorrían la extensión poderosa. A medida que la distancia entre nosotros se agrandaba, empecé a suspirar, mi cuerpo respondía a la perdida del suyo y la cálida languidez que él le había infundido con su roce se convirtió en un fuego lento, como si hubiera preparado una hoguera que hubiera sido atizada de repente. —¿Ves algo que te apetezca? —ronroneó, masturbándose. Asombrada de que se burlara de mí después de haberme rechazado, levanté la vista, y me quedé sin respiración. Él también ardía, o tal vez mucho más que eso solo que no se me ocurría otra palabra para describir cómo me veía a través de sus párpados cargados, puesto que era como si quisiera comerme viva. Se pasó la lengua despacio por la comisura de sus labios, como si estuviera saboreándome y cuando se mordió todo el labio
Narra Matías.— Claro que no lo hice por esa razón bebí descontroladamente, estaba muy enfadada con él y conmigo por creer que iría a mi lado, pero él regresó a mí esa noche— no me quedó más que echarme a reír para no gritar desenfrenado.—¿Por qué ríes?— se notaba intrigada.— ¡¡Joder quien estuvo esa noche en tu cama fui yo, no ese maldito!! Me sentí celoso y muy ofuscado. Sentí que era injusto que tú vivieras tu falacia mientras yo me la pasaba viéndote a escondida como un puto cabrón, así que decidí acercarme. Esa noche tropezaste conmigo, ¿lo olvidaste? —Eras el extraño de la capucha que evitó que me cayera. — Me señaló con su dedo índice—con razón el recuerdo de esa noche era tan confuso y distinto. La noche de nuestra boda antes de que me dijeras quien eras mi subconsciente me gritaba que conocía tu cuerpo, tenía el presentimiento de que ya me habías adorado— Me quede atontado, y mis cejas alzadas no era por la incredulidad, sino por el asombro de escuchar tal confesión.— Soñ