Sophie lo miró y se sintió inquieta por lo mucho que le dolía oír aquello. Dante se marchaba de nuevo, había pasado solo dos semanas desde el compromiso entre Ariana y su hermano. No obstante, y aunque le temblaban las piernas, se quedó dónde estaba, de pie. –Por supuesto –respondió en tono educado. –Sabías que me iba a marchar, pronto- –Si, lo sé. –Creo que es mejor que nos sentemos para continuar con esta conversación. –¿Por qué? –inquirió ella, preguntándose si sería capaz de andar sin caerse. –Porque... es posible que lo que voy a decirte te resulte sorprendente. Sophie lo miró con cautela y decidió no sentarse en las sillas del jardin. Al fin y al cabo, el ambiente que reinaba allí era serio. Se dirigió hacia el salón, que era el único lugar del piso inferior, se había convertido en algo útil y que le proporcionaba paz. Como el resto de las habitaciones de la casa, tenía los techos altos y era muy amplio. Estaba pintado en tonos suaves de gris, crema y lavanda y los m
Dante se encontraba sumido en un mar de dudas y preocupaciones. La noticia sobre el testamento del fallecido Duque Monserrat había sacudido los cimientos de su mundo ya convulsionado, motivado a que él, y sus hermanos eran los únicos herederos principales, además le habían comunicado el abogado que Sophie también era otra de las herederas. —Richard, mi asistente me notifico tu llamada. . . ¿ qué es lo que necesitas decirme? —preguntó Dante con un deje de ansiedad en su voz mientras sostenía el teléfono con fuerza. —Dante, necesito que vengas a mi despacho de inmediato. Hay algo importante que debemos discutir sobre el testamento del Duque Monserrat —respondió el abogado con solemnidad. Así que la llamada del abogado Richard, las preguntas y las incertidumbres se multiplicaban, tenían que ir a las oficinas del abogado y tratar de aclarar tanta incertidumbre. Dante colgó el teléfono y se dirigió rápidamente al despacho de Richard. Las calles de la ciudad parecían más oscuras y s
Robert le dedicó una falsa sonrisa exclamando –Es mejor hacer frente a la situación y . . . Sophie apretó los labios. –Aquí estoy, abogado. Que pasa ahora –dijo ella en tono neutro. Se preguntó si Robert había pretendido insinuar con su comentario que no había querido verlo por el efecto que seguía teniendo en ella. La estaba mirando de una manera ... había dudas y mucha molestia Esquivo la vista y resistió la tentación de ocupar sus manos con algo. –Tenía la impresión de que iba a recibirme tu secretaria, abogado . . . –Ha habido un cambio de planes. –¿Por qué? –le preguntó, mirándolo a los ojos y teniendo que hacer un esfuerzo para controlar su inquietud –Digamos que lo del testamento del Duque aún no se podrá hacer. . . Según las indicaciones en el pasado del Duque hay que esperar que algo del pasado salga a la luz . . . Sophie sintió que le ardían las mejillas. No quería que le recordasen el pasado. Quería poder meter aquellos recuerdos en una caja y tirarla lejos de s
Sophie se sentía apática y muy inquieta, tenía que bajar el estrés que le producía la insistencia de Dante no solo en palabras sino en su forma de mirarla. Se había ido a la clínica para su control prenatal, buscaba un poco de paz y tranquilidad en medio del caos emocional que la rodeaba. Así que hablaría con su médico. Mientras esperaba su turno, Sophie decidió ir a tomarse algo en el cafetín de la clínica, al llegar a la entrada del cafetín, allí estaba la persona que no quería ver y a la que nunca se imaginó encontrarse. Se consiguió con Angela, la madre de Dante, quien salía del cafetín y ambas se consiguieron frente a frente, sin poder hacer nada. La mirada de Angela al ver a Sophie fue de pura hostilidad, y Sophie se preparó para lo que sabía que sería una conversación difícil. –"Angela", dijo Sophie con cautela, tratando de mantener la calma a pesar de la tensión en el aire. "¿Cómo esta?". . . Angela la miró con frialdad, su semblante duro como el acero. –"¿Qué te importa
Habían pasado varias horas desde que Sophie había sido hospitalizada. –Hay que ser positivos, la paciente es una mujer joven y está luchando –Esas fueron las palabras de unos de los médicos que valoraban a Sophie. Margaret y Rene su esposo, su hermano Olliver, se turnaban con Dante para estar pendiente de las noticias sobre Sophie. Sophie se encontraba hospitalizada en cuidados intermedios. El golpe recibido en la cabeza le había producido confusión, dolor. El personal de salud trabajaban frenéticamente para estabilizar su condición. –Cómo sigue Sophie, doctor –Era la pregunta angustiada que Dante hacía cada vez que algún médico salía del área a la que solo lo dejaban entrar por un rato. –La caída por las escaleras ha dejado su cuerpo magullado y su mente aturdida. Ella saldrá de eso, pero lo que más nos preocupaba es la vida que llevaba dentro de ella. . . la criatura . . . Los monitores médicos pitaban con insistencia, reflejando la gravedad de la situación. Dante sentía un n
Dante miraba las expresiones de inquietud dibujadas en el rostro de Sophie cada vez que preguntaba o comentaba algo que no recordara bien. –Me han dicho que eres . . . ¿Es verdad? Dante no podía apartar la vista de ella. Estaba preciosa, con el cabello algo despeinado cayéndole sobre los hombros, con esos increíbles ojos, mirándolo de un modo angelical. Por alguna razón no parecía la misma. Claro que... era normal que estuviese distinta. Para empezar, estaba más delgada. Apenas si se percibía el embarazo. Sophie casi nunca dejaba entrever sus emociones a los demás, pero en ese momento veía incertidumbre en sus ojos además de curiosidad. –Vas a tener un hijo conmigo –le confirmó él. –Estamos en la búsqueda de vivienda y ponernos de acuerdo en todo lo que viene, el compromiso y el matrimonio. . . Habría querido decirle la verdad, que ella no quería casarse, pero se atuvo a las recomendaciones del médico. Necesitaba que Sophie confiara en él por el embarazo y el parto y él tenía q
Ese día Sophie tenía la consulta con un especialista, al entrar al consultorio se dejó caer en la silla frente al escritorio del doctor Selby, sería su psiquiatra desde ese día. Dejó a un lado el bastón que usaba para caminar, por el golpe en una pierna aún no caminaba bien. Después de la sesión de fisioterapia siempre se encontraba dolorida y la leve cojera que aún sufría entorpecía sus movimientos, pero no se quejaba porque el simple hecho de poder volver a andar ya le parecía una bendición. –¿Cómo has estado estos últimos días, señora Hamilton? –le preguntó el psiquiatra, mirándola por encima de la montura de sus gafas. –Muy bien, aunque sigo sin tener aún recuerdos claros, todo sigue vago para mí –respondió ella con incomodidad–. Todo se me hace aún muy extraño. Hace unos días mi madre, que medio recuerdo me regaló un maletín de cosméticos y tuve la sensación de que esperaba que la sorpresa me entusiasmara, pero no sé para qué sirven la mitad de las cosas que trae el maletín. A
Sophie recordó que cuando estaba en su estado . . . Ella, oía las voces. También oía ruidos aislados, como leves pitidos y zumbidos. Y a veces, por más que se esforzaba, era incapaz de moverse. No lograba articular los dedos de las manos, ni de los pies… ni siquiera podía abrir los ojos. Los brazos y las piernas le pesaban. El apretó la mano de ella y la beso con suavidad exclamando . . . Por qué ahora todo era tan distinto. A los días de haber despertado, ella le comentó a Dante que también oía su voz profunda, masculina, más diferenciada, empezó a aferrarse a ella cuando la oía, desorientada como estaba, igual que un náufrago se aferraría a un salvavidas. En ocasiones no alcanzaba a entender lo que decían las personas alrededor . Lo asociaba a un televisor, preguntándose si lo tendrian todo el tiempo un canal extranjero porque parecía que estuviesen hablando en otro idioma, o al menos con acento de otro país. También escuchaba la música de fondo, música clásica sobre todo, y