Pasaron los días Sophie y el embarazo seguía su curso; las náuseas y los vómitos habían disminuido un poco. Dante quería conversar con ella, antes de su viaje, así que le toco que pasar por la mansión de los Watt mientras subía las escaleras ella tenía la impresión que las escaleras resonaba con la tensión palpable de Sophie. Cuando llegó toco la puerta y escuchó la vos de él . . . –Pase . . . Dante se encontraba en el escritorio de la biblioteca, un refugio de libros antiguos y secretos familiares, pues habían fotos en varios estantes. La tensión reinante estaba a punto de desatar una tormenta emocional, ella debe controlarse . –Hola, bueno aquí estoy, que es lo que tienes que decirme . . . –Interrogo Sophie con cierta molestia reflejada en su rostro –He encontrado algo en los papeles de nuestro padre y le enseña la carta que ella le había escrito a su padre años atrás cuando ella había descubierto que Dante era su hermano . . . –Me puedes aclarar una duda? –Esas cosas son d
EL piloto había logrado evitar la tormenta y en Roma había un sol resplandeciente cuando bajó del coche –¡Dante! –lo llamó uno de los fotógrafos que esperaban al otro lado de la calle–. ¿Dónde está la viuda Hamilton? ¡Es cierto que hay algo entre ustedes! –¿Quién te ha hecho eso en la cara?. Aún tenía un pequeño color rojo donde su hermana lo había golpeado. Dante los fulminó con la mirada y los reporteros dejaron de preguntar, amedrentados por su expresión. Apuro el paso para entrar a la casa de su madre que estaba envuelta en un silencio tenso cuando Dante llego, al entrar al salón la elegante matriarca de la familia, miraba y leía una revista con gran disgusto. Ella, sumida en sus pensamientos, apenas notó su presencia hasta que el habló con voz fría. –Hola mama, ¡Cómo estas, y tu viaje! Ella levantó la mirada y con gran disgusto exclamo –"Dante Watt Romano, ¿crees que no me enteraría de tus asuntos?", espetó Angela, su mirada gélida fijada en su hijo. Su madre, sin embarg
Dante estaba sentado en la sala, la atmósfera aún seguía cargada de tensión tras la confrontación con su madre Angela. Sus ojos reflejaban la mezcla de enojo y dolor por las revelaciones sobre su propio pasado y el de su familia. Mientras intentaba procesar la información, la puerta se abrió, revelando a Ariana y Stefano, quienes entraron con gestos de preocupación. Ariana, con su mirada fija en Dante, cruzó los brazos. "¿Qué está pasando, Dante? Madre estaba llorando y Stefano estaba en shock. –¿Qué es lo que quieres?", con todo esto . . . Dante se puso de pie, enfrentando a su hermana. –"Nada que no sea la verdad, Ariana. Pero parece que la verdad duele." Ariana frunció el ceño y, sin rodeos, le preguntó a Angela: –"¿Qué es lo que está sucediendo, madre? ¿Por qué Dante sigue con el todo esto y de esta manera?" Angela miró a su hija con ojos tristes antes de suspirar profundamente. – "Hay cosas que no quería que supieran, cosas que he mantenido ocultas para protegerlos". Ste
Sophie estaba cansada de las intrigas, de las presiones de la familia Watt Romano, y especialmente de la insistencia de Dante en que revelara un secreto que sabía que causaría un gran daño para el hombre que ella amaba, no tenía las fuerzas para hacerlo. Ella se encontraba exhausta, tanto física como emocionalmente. Las intrigas y las presiones de Dante sobre su relación la habían dejaban agotada. Necesitaba un respiro, un espacio donde pudiera encontrar paz y tranquilidad para prepararse para la llegada de su bebé. Aprovechando el viaje de Dante, Sophie tomó una decisión: marcharse al hostal de su familia. Era un lugar apartado, alejado del bullicio de la ciudad, donde esperaba encontrar la calma que tanto anhelaba. Con determinación en su corazón, Sophie empacó algunas pertenencias en una pequeña maleta y salió de la mansión familiar en silencio. Sabía que no sería fácil, pero necesitaba espacio y tranquilidad para poder pensar con claridad y decidir su próximo paso. Se dirigió
Dante caminaba por la playa con la mirada fija en la inmensidad de ese mar, mientras que Ariana caminaba a su lado, sumida en sus propios pensamientos. El aire entre ambos aún estaba cargado con la tensión acumulada de los últimos días, pero también con una pizca de esperanza por el futuro. –Cómo te sientes, Ari . . .–pregunto Dante a su hermana menor. . .–Aquí se respira mucha paz –Si, es muy relajante. . . Pero estoy un poco sentida por la actitud de mama. Será que no va a cambiar esa postura. Y no sé pero creo que no se va a presentar al matrimonio, Dante. Dante tomo las manos de su hermana y exclamo –Ese será su problema, hermanita. . . vive estos días con la felicidad que te mereces. . . déjate de llevar por este hermoso lugar. . . –No permitas que mama te quite esa felicidad y te arruine tu matrimonio y tu vida. –fueron las palabras de Stefano que los escucho llegar del paseo y se acercó a ellos, para abrazar a su hermana melliza. En el pintoresco hostal reinaba una tran
–Hay un problema –declaró el hombre de mediana edad que estaba sentado enfrente de Dante sin más preámbulos. Dante se echó hacia atrás en la silla, cruzó los dedos de las manos sobre su estómago y miró fijamente Harold su amigo de años, un hombre que solía ser tranquilo y moderado, y que hacía tan bien su trabajo que jamás le había oído decir antes que tuviese un problema. Dirigía el amplio departamento jurídico de su imperio con gran eficiencia. Así que Dante frunció el ceño al oír aquello y pospuso mentalmente la reunión que tenía media hora después, dando por hecho que la conversación iba a durar más de lo que había calculado. –Cuéntame –le pidió, sabiendo que Harold no estaba entre los que se sentían intimidados por su arrogante e impredecible jefe. –Se trata del fallecido amigo de tu padre, el señor Arturo Monserrat. –¿Cuál es el problema? –Ojalá fuese tan sencillo. El también es uno de los clientes de mi consorcio. Al morir dio indicaciones que al morir su testamento se l
Sophie lo miró y se sintió inquieta por lo mucho que le dolía oír aquello. Dante se marchaba de nuevo, había pasado solo dos semanas desde el compromiso entre Ariana y su hermano. No obstante, y aunque le temblaban las piernas, se quedó dónde estaba, de pie. –Por supuesto –respondió en tono educado. –Sabías que me iba a marchar, pronto- –Si, lo sé. –Creo que es mejor que nos sentemos para continuar con esta conversación. –¿Por qué? –inquirió ella, preguntándose si sería capaz de andar sin caerse. –Porque... es posible que lo que voy a decirte te resulte sorprendente. Sophie lo miró con cautela y decidió no sentarse en las sillas del jardin. Al fin y al cabo, el ambiente que reinaba allí era serio. Se dirigió hacia el salón, que era el único lugar del piso inferior, se había convertido en algo útil y que le proporcionaba paz. Como el resto de las habitaciones de la casa, tenía los techos altos y era muy amplio. Estaba pintado en tonos suaves de gris, crema y lavanda y los m
Dante se encontraba sumido en un mar de dudas y preocupaciones. La noticia sobre el testamento del fallecido Duque Monserrat había sacudido los cimientos de su mundo ya convulsionado, motivado a que él, y sus hermanos eran los únicos herederos principales, además le habían comunicado el abogado que Sophie también era otra de las herederas. —Richard, mi asistente me notifico tu llamada. . . ¿ qué es lo que necesitas decirme? —preguntó Dante con un deje de ansiedad en su voz mientras sostenía el teléfono con fuerza. —Dante, necesito que vengas a mi despacho de inmediato. Hay algo importante que debemos discutir sobre el testamento del Duque Monserrat —respondió el abogado con solemnidad. Así que la llamada del abogado Richard, las preguntas y las incertidumbres se multiplicaban, tenían que ir a las oficinas del abogado y tratar de aclarar tanta incertidumbre. Dante colgó el teléfono y se dirigió rápidamente al despacho de Richard. Las calles de la ciudad parecían más oscuras y s